Colaboración especial de Fernando Fuster van Bendegem * , Director de Seguridad Privada y Coronel del Ejército de Tierra (R)
— — —
“…decidí llevar a cabo una operación militar especial (en relación a Ucrania)…” Vladimir Vladímirovich Putin
Ayer día 24 de febrero de 2022, de madrugada, las fuerzas armadas rusas atacaron Ucrania, dando así comienzo a lo que el presidente ruso denominó como una “operación militar especial”. En este momento, los ucranianos ya deberían ser conscientes de que, en el plano militar, están solos ante el ejército ruso. Frente a esta realidad, las sanciones de Occidente y las indignadas palabras de sus líderes representan un pobre consuelo para un pueblo que ya presiente que su derrota militar es cuestión de días. En estas horas de confusión son muchas más las incógnitas que las certezas respecto a lo que está por venir, tanto en el plano militar como en el geopolítico, aunque siempre haya indicios que pueden sugerir por dónde van a discurrir los acontecimientos. Veamos.
¿Cuál es el alcance de esta operación militar?
El presidente ruso parece haber elegido, al menos de momento, la segunda opción de las que planteaba en mi anterior reflexión (Ucrania en el vórtice), es decir “la incursión limitada”, aunque bien podría transformarse en la primera de las citadas “una invasión a gran escala”. La diferencia esencial podríamos establecerla en la toma total o parcial del país. Vladimir Putin ha establecido como objetivo estratégico la “protección de las personas que, durante ocho años, han sufrido abuso y genocidio por parte del régimen de Kiev.” Queda claro por tanto que la operación se circunscribe a proteger a las autoproclamadas Repúblicas de Donetsk y Lugansk, con las que firmó el pasado 22 de febrero un “Acuerdo de Amistad y Ayuda Mutua”. Sin embargo ha añadido que pretende la “desmilitarización y la desnazificación” de Ucrania. Traduciéndolo al lenguaje militar: primero, reducir a la mínima expresión o anular la capacidad de sus fuerzas armadas, de forma que Ucrania pase a ser un país indefenso (y por consiguiente que requiera del apoyo y ayuda de la “madre Rusia”); segundo, sustitución del actual poder político por uno más afín, o menos contrario, a los designios del Kremlin.
¿Cómo se podría llevar a cabo esta operación?
Recibidos estos objetivos estratégicos por el Comandante de la operación (que vista la preparación queda claro que no fueron dictados ayer) realizaría un planeamiento (que necesariamente requiere varios días) que bien podría contemplar las siguientes fases o etapas:
1ª Fase: Destruir o neutralizar las capacidades de mando y control del ejército ucraniano. Se trata de golpear sus puestos de mando y control, centros de transmisiones, bases navales, aeropuertos, sistemas de defensa antiaéreos, etc. de forma que se dificulte o anule su capacidad de dirigir la batalla, al tiempo que se asegura la superioridad aérea y naval en el teatro de operaciones, que en este caso se circunscribe al propio territorio ucraniano. Esta fase está en marcha y según informaba ayer el Ministerio de Defensa ruso, se habrían neutralizado o destruido, en el primer día de operaciones, 74 objetivos en todo el país. Paralelamente se pone en marcha una campaña de ciberataques y de desinformación con la finalidad de alterar, más si cabe, el normal funcionamiento de los servicios esenciales, al tiempo que se trata de confundir y quebrantar la capacidad de resistencia del pueblo ucraniano. En este sentido llama la atención el llamamiento a la deserción que el propio Putin hizo durante su declaración de hostilidades: “Instamos a que dejen las armas y se vayan a casa” y añadió “Lo explicaré: todos los militares del ejército ucraniano que cumplan con este requisito pueden abandonar libremente el área de las acciones militares y regresar con sus familias”. Durante esta primera fase y de forma simultánea se procedería a desplegar las unidades terrestres de forma que pudiesen controlar, lo antes posible, el territorio objeto de la operación, inicialmente la región del Donbás, aunque también podría incluir otras poblaciones en las inmediaciones, como Járkov, Kramatorsk o Mariúpol.
Las fuerzas atacantes serían las que estaban estacionadas en las proximidades de la frontera este y noreste del país y en Crimea. También se ha abierto un segundo eje de progresión desde el norte, en el que habría que dilucidar la implicación o no de Bielorrusia, hasta ahora contradictoria según las declaraciones de los propios implicados. La finalidad de este movimiento es la aproximación de las fuerzas terrestres hasta la capital del país.
2ª Fase: Consolidar el control de las regiones de Donetsk y Lugansk mientras se continúa el ataque contra las fuerzas armadas de Ucrania con la finalidad de disminuir o anular sus capacidades, bien sea en aquellos combates de encuentro que se vayan produciendo con las unidades terrestres, o mediante acciones de localización de otros medios militares y destrucción por medios aéreos, principalmente, o con el lanzamiento de misiles tácticos. Paralelamente las unidades que progresen por el norte se aproximarían a Kiev, no con la intención inicial de atacar la capital, si no con la finalidad de cercarla. La toma de una ciudad como Kiev, de casi tres millones de habitantes, podría ser una operación costosa en vidas y tiempo si los ucranianos se defienden. El combate en poblaciones es siempre algo a evitar si la finalidad operacional lo permite. No obstante, el estado de sitio de la capital del país situaría al presidente ruso en una posición de fuerza ante una posible negociación política, aunque también podría ser un elemento que podría volvérsele en su contra si se prolonga en el tiempo.
Durante el desarrollo de las dos primeras fases es poco probable que se entablen negociaciones o conversaciones entre las partes o con occidente, aunque seguramente siga habiendo vías de contacto.
3ª Fase: Consolidación del cerco a la capital y sustitución del mando político por otro más afín. En esta fase se podría dar una combinación de acciones militares y negociaciones de alto nivel, en la que también podrían intervenir ciertos países occidentales. En base a los resultados de esta tercera fase se podría ampliar la operación al resto del país, si fuese necesario, aunque esta opción, como comentaba en mi anterior reflexión, es una opción muy costosa para ambos bandos, tanto en vidas como económicamente, y requiere de un tiempo del que seguramente Putin no quiera disponer.
Otras Consideraciones:
Hay dos premisas necesarias, o cuando menos deseables, al emprender una ofensiva militar: la iniciativa y la sorpresa. Vladimir Putin ha contado en todo momento con la iniciativa, que le ha proporcionado libertad de acción durante toda la crisis, yendo los demás líderes a remolque de sus decisiones en todo momento. Respecto al factor sorpresa, que parecía haber perdido tras el despliegue de sus fuerzas y los constantes anuncios de la inminencia del ataque del presidente Biden, ha conseguido recuperarla mediante una hábil campaña de engaño, aparentando que todavía la vía diplomática seguía abierta, incluso cuando ya se había ordenado la salida de los civiles pro rusos del Donbás, una señal inequívoca de que el ataque podía ser cuestión de días. Señal que los servicios de inteligencia occidentales supieron interpretar, aunque la opinión pública siguiera pensando que la vía del diálogo era posible mientras minusvaloraba las advertencias de su propia inteligencia (la occidental), seguramente por los fallos no muy lejanos que todos tenemos en mente y por el deseo de que finalmente la crisis se resolviese pacíficamente, circunstancias ambas que fueron astutamente explotadas por los planificadores rusos.
Por su parte Ucrania ha declarado la ley marcial y ha cerrado su espacio aéreo. Volodímir Zelenski ha llamado al levantamiento popular en Rusia, algo que, salvo los conatos de ayer, parece poco probable que se produzca. Es cierto que la opinión pública rusa considera como hermanos a los ucranianos y que, por consiguiente, no parece probable que perciba con entusiasmo este ataque. Sin embargo, la defensa de las minorías pro rusas del Donbás, tras ocho años de hostilidades, sí es vista con simpatía, circunstancia que será seguramente explotada por la propaganda moscovita.
La duración del conflicto va a depender en gran medida de la voluntad de resistencia y de la capacidad de lucha de las fuerzas armadas de Ucrania. En relación a las fuerzas rusas hay que decir que a su superioridad numérica, de doctrina, entrenamiento y equipamiento, añaden la reciente experiencia de combate en Siria, que aun sin ser el mismo tipo de lucha proporciona un importante incremento de sus capacidades militares. De momento lo que se percibe es un éxodo masivo de la población ucraniana, en la que por cierto se evita la salida del país a los hombres en edad militar, generalmente comprendida entre los 18 –y en algunos países 13– y los 66 años. En todo caso la duración de las hostilidades va a ser un factor capital, dependiendo este plazo de cómo evolucione la situación en Kiev y de la capacidad de resistencia del gobierno ucraniano y de los ucranianos pues, en el fondo y como ya señalaba en mi anterior reflexión, un conflicto es una lucha por imponer la propia voluntad sobre la del otro. En este caso la de Vladimir Putin sobre la de Volodímir Zelenski, representantes ambos de la voluntad de sus respectivos pueblos. En mi opinión, una guerra corta favorece a Putin, siendo probablemente la resistencia numantina la única opción que le quede al presidente ucraniano. Veremos si cuenta con el respaldo, y sacrificio llegado el caso, de su pueblo por la causa.
__ __ __
* Fernando Fuster van Bendegem.Ha desempeñado responsabilidades de mando y dirección desde el empleo de Teniente (1986) hasta el de Coronel, de 2013 y hasta julio de 2020, incluyendo la jefatura del Grupo de Artillería Antiaérea de Misiles Hawk-Patriot I/74 y del Regimiento de Artillería Antiaérea nº 72. Diplomado de Estado Mayor, ha dedicado buena parte de su vida profesional a puestos de planeamiento, estudio, análisis y asesoramiento, destacando el de Consejero Técnico en el Gabinete del Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) y el de Jefe del Área de Análisis Geopolítico en la Secretaría General de Política de Defensa (SEGENPOL). A nivel internacional, ha representado a España en reuniones, cursos y destinos internacionales (Misiles Hawk e Inteligencia Estratégica en EE.UU., EUROFOR en Italia), participando también en misiones de mantenimiento de la paz –Bosnia, Kosovo y Afganistán– y realizando funciones de diplomacia de defensa desde nuestras embajadas en El Cairo y Ammán, como Agregado de Defensa. En la actualidad está en la situación de Reserva y dedicado al ámbito de la seguridad privada, en calidad de Director, así como al análisis geopolítico, en especial el relacionado con los conflictos.