La Facultad de Humanidades de la UNED acogió los días 26, 27 y 28 de noviembre el Congreso Internacional “Pensar la vida humana desde la Escuela de Madrid”, un encuentro que superó ampliamente cualquier expectativa previa. Lejos de constituir un simple repaso historiográfico, las jornadas mostraron que la Escuela de Madrid sigue siendo en nuestros días una metáfora viva y fecunda, un gesto filosófico en el que la experiencia humana, el rigor conceptual y la fidelidad a la realidad histórica continúan como ejes vertebradores. Organizado por la Fundación Sicómoro, el Proyecto ORTEGA-GLOBAL y la Cátedra Internacional José Ortega y Gasset, el congreso reunió a especialistas de múltiples universidades y generaciones. La Sala B y los pasillos del Edificio de Humanidades se poblaron de debates intensos, anécdotas compartidas y discusiones amistosas entre veteranos y jóvenes investigadores que parecían reavivar el espíritu conversacional de la tradición universitaria orteguiana.
Primer día

La inauguración, celebrada la tarde del miércoles 26, dio paso a un primer día centrado en las raíces, la fenomenología y la memoria. La sesión inicial, dedicada a la vertiente preceptora de José Ortega y Gasset, estuvo compuesta por las intervenciones de Javier San Martín, Ignacio Blanco y José Lasaga. Cada uno, desde su trayectoria, trazó las líneas maestras de lo que podría entenderse hoy por Escuela de Madrid. El debate transitó con natural soltura entre la fenomenología, el legado orteguiano y una lectura de la Escuela de Madrid entendida no como institución hermética, sino como una metáfora abierta.

La tarde continuó con una mesa dedicada a la guerra civil como punto de inflexión para la tradición filosófica de la Escuela, protagonizada por Jesús Conill, Carlos Nieto y Jesús M. Díaz. La conversación adquirió un tono particularmente ético. Se reivindicó una razón integradora y plural frente a los reduccionismos y se examinó críticamente el politicismo que, en ocasiones, ha distorsionado la recepción de Ortega y de sus discípulos. La alusión a las políticas de memoria, a las tensiones entre historia y filosofía y a las heridas del pasado mostró hasta qué punto el legado de la Escuela sigue atravesado por cuestiones irresueltas.
Segundo día

El jueves 27 se abrió con una mesa dedicada al contexto filosófico y sociopolítico de la Escuela de Madrid. Manuel Artime, Antonio García-Santesmases y José Luis Villacañas discutieron, con la familiaridad de décadas de diálogo compartido, si aún tiene sentido plantear el problema de España desde claves orteguianas y qué vigencia conserva esa tradición crítica. El tono fue ágil, cercano y lleno de guiños cruzados, propio de quienes han convivido largamente en debates comunes.
A mediodía tomó la palabra la filosofía de la religión con la mesa formada por Sonia Ester Rodríguez, Manuel Fraijó y Antonio Piñas. Fue una sesión entrañable, marcada por la figura de Fraijó, que despertó en muchos asistentes el recuerdo de sus primeras lecturas. Se habló de razón plural, simbólica y vital, de fenomenología de lo sagrado, de itinerarios heterodoxos y de la sorprendente capacidad que tuvo la Escuela de Madrid para integrar experiencias religiosas diversas sin caer en dogmatismos.
La tarde prosiguió con una mirada a la presencia y proyección de la Escuela en Latinoamérica. Las intervenciones de José Manuel Romero, Juan M. Monfort y Noé Expósito subrayaron que desde sus orígenes la Escuela de Madrid fue transatlántica, abierta y profundamente marcada por el exilio, así como por un diálogo constante con la realidad histórica del continente americano. La afirmación de la realidad como problema radical encontró aquí gran resonancia.
Al caer la tarde, la presencia de Xavier Zubiri ocupó la escena. Antonio González, Ángel González y María Lida Mollo ofrecieron una sesión vibrante, centrada en la frontera entre lo real y lo ficticio, en el problema de la irrealidad y en la vigencia de la ontología zubiriana en pleno siglo XXI. El público siguió con atención el modo en que la metafísica, lejos de ser un ejercicio abstracto, aparecía como un modo riguroso de enfrentarse a la experiencia humana.
Tercer día

El viernes 28, último día del encuentro, se orientó hacia la pedagogía, la vocación y el legado de los grandes maestros. La mañana comenzó con una mesa dedicada a la dimensión pedagógica y social de la Escuela, en la que Iván Caja, Gerardo Bolado y Víctor Méndez analizaron cómo la tradición orteguiana entendió siempre la enseñanza como un modo de mirar y de presionar la realidad, más que como la transmisión mecánica de contenidos.
A continuación, una mesa muy celebrada reunió a Antolín Sánchez, Agustín Serrano y Rafael Lorenzo para pensar la figura de José Gaos y su proyección en Mindán. A través del recuerdo del exilio y de la reconfiguración de la filosofía en México, se devolvió a Gaos al centro de los debates sobre fenomenología, filosofía primera y recepción hispánica del pensamiento europeo.
Por la tarde, la discusión giró hacia Manuel García Morente y Julián Marías. Juan José García, Juana Sánchez-Gey y Pedro J. Grande protagonizaron una sesión centrada en la vocación, la autenticidad y el misterio de la persona. La reflexión sobre la ficción, sobre la ilusión como categoría antropológica y sobre el fondo insoportable de la vida interior resonó con fuerza entre los asistentes.
El congreso culminó con una mesa dedicada a María Zambrano y a Ortega, en la que intervinieron Mª Carmen López, Cintia Robles y Tomás Domingo. Fue un cierre luminoso, cercano a la razón poética y a la vocación interior. La intervención de la profesora Robles hizo hincapié en la cuestión de la altura de la circunstancia y de uno mismo.
A lo largo de las tres jornadas se hizo evidente la multiplicidad de perspectivas que conviven dentro de la Escuela: fenomenología, pedagogía, metafísica, filosofía de la religión, estética, política, historia intelectual, humanismo, poesía y diálogo entre culturas. Pero bajo esa diversidad latía un mismo gesto, sencillo y profundo: abrirse a la realidad. Incluso surgió la cuestión, planteada de forma amistosa y casi inevitable, de si pensadores como Javier San Martín pueden hoy considerarse parte de la Escuela, lo que reavivó la pregunta que acompañó al congreso de principio a fin: ¿qué es, exactamente, la Escuela de Madrid? ¿Una tradición doctrinal, un estilo intelectual, un gesto ante la realidad, una herejía fenomenológica, una pedagogía vitalista?

El clima amistoso, las discusiones informales en los pasillos, las complicidades entre generaciones y la colaboración entre las instituciones promotoras del congreso hicieron de él algo más que una sucesión de ponencias: un acontecimiento filosófico de primer orden. La conclusión fue clara y compartida: la Escuela de Madrid no es una reliquia, sino una forma de pensar la vida humana que, lejos de agotarse, continúa interpelándonos en 2025 y promete hacerlo en los años venideros.
Todas las ponencias están disponibles en el canal de la UNED:
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