Episodio 3: ¿es ingenua la idea de cosmos infinito y eterno?
La idea de que hay un Cosmos infinito y eterno que subyace y es anterior a todas las cosas viene de un salto ilegítimo que se produce partiendo de la filosofía de Kant.
Esta idea se convierte en un dogma necesario para poder especular sobre las múltiples propuestas de multiverso que postulan una primacía de la materia sobre el pensamiento.
En efecto, si nuestro universo se originó en una singularidad hace 13800 millones de año, ya hemos visto que o bien surge de un universo anterior, o bien de la nada o bien es el resultado de un proceso de creación.
Las posiciones materialistas, naturalmente, prefieren pensar que el universo surge de un universo anterior, dando lugar a las múltiples propuestas de multiversos con las que se especula tanto en la física como en la filosofía contemporánea.
¿Y cuál es el salto ilegítimo que hemos mencionado?
Vamos a ver que el problema se origina por el paso indebido del ámbito del conocimiento (el ser pensado) al ámbito de existencia (el ser ahí o lo que está). Si yo pienso en un centauro y soy capaz de describirlo e incluso de representarlo en dibujos, esculturas, etc nadie puede afirmar que yo no conozco qué es un centauro. Pero mi conocimiento no añade ni un ápice a su existencia y, nadie honesto lo duda, nuestra certeza acerca de la inexistencia de los centauros se basa en una abundante experiencia práctica.
La filosofía de Kant se basa en determinar el espacio y el tiempo como condiciones a priori de toda sensibilidad. No hay ninguna experiencia posible que no incorpore estas dos categorías. Son categorías necesarias para el conocimiento, es decir, para el ser pensado.
Kant no sólo no dijo nada sobre la esencia del espacio y el tiempo, sino que afirmó que el conocimiento científico de las cosas en sí, los noúmenos, es imposible produciendo una crisis en el pensamiento metafísico.
Si se declara el espacio y el tiempo como cosas en sí que, además son infinitas y eternas, se está pasando del plano del conocimiento al plano de la existencia y se está convirtiendo el espacio y el tiempo infinito y eterno en el noúmeno universal que, ya hemos visto, no se puede conocer. Esto supone hacer una afirmación dogmática no fundamentada por ninguna evidencia empírica y que, por tanto, es metafísica y no científica. La asunción acrítica del dogma, sin declararlo explícitamente, solo se justifica desde posiciones filosóficamente ingenuas.