El 5 de noviembre, en la sede de la Fundación Sicómoro, se celebró una nueva sesión del Seminario de Investigación de Estudios Orteguianos 2025-2026, organizado conjuntamente por la Cátedra Internacional José Ortega y Gasset —fruto de la colaboración entre la UNED y la Fundación Sicómoro— y la Facultad de Filosofía de la UNED.

1. Contexto y apertura

El doctor Noé Expósito abrió la sesión anunciando tres citas relevantes: el congreso “Ortega y la Escuela de Madrid” (26–28 de noviembre), la presentación en diciembre de la nueva colección de libros dedicada a dicha Escuela, y la discusión del día, centrada en “Adán en el Paraíso, Personas, obras, cosas y El tema de nuestro tiempo. Presentó a los ponentes: M. Begoña Collantes-Sampedro, doctoranda dirigida por Tomás Domingo Moratalla, y Javier San Martín, fundador de la Sociedad Española de Fenomenología.

2. Intervención de M. Begoña Collantes-Sampedro

Collantes confesó su interés por las cuestiones estéticas y la complejidad de “Adán en el Paraíso”, texto inusual y exigente en el que Ortega, con apenas 26 años, inicia su tránsito del neokantismo a la fenomenología. Su exposición giró en torno a dos grandes preguntas: qué es el ser humano y qué es la realidad.

Destacó que en este escrito Ortega empieza a liberarse de la herencia de Hermann Cohen, y que en él late ya la intuición de que toda cosa es parte de un todo más amplio, idea que Huéscar condensaría en la célebre frase: “las cosas son encrucijadas”. Desde esta perspectiva, un cuadro es una unidad ideal cuyo valor depende de sus relaciones con lo que lo rodea.

En ese ensayo emergen dos nociones decisivas: vida y perspectiva. Para Ortega, convivir es coexistir; la realidad no consiste en objetos aislados, sino en la urdimbre que se forma entre ellos. El ser humano “vive con las cosas”, y esa vida tiene siempre una estructura problemática, cosa que el neokantismo no veía. “Adán, —explicó Collantes— es figura de un hombre situado en su circunstancia cultural y vital”.

La ponente subrayó, además, que Ortega no ve la realidad como pura visibilidad, sino como algo sentido e interpretado: ver un cuadro implica comprender la reciprocidad entre obra y espectador. Por último, mostró cómo el joven Ortega ya empieza a preguntarse por la relación entre arte y ciencia, y por un método capaz de captar la vida en su inmediatez, inquietudes que lo conducirán pronto a la fenomenología.

3. Intervención de Javier San Martín

San Martín inició con humor, calificando el seminario como “una isla de vida”, y recordando que “Adán en el Paraíso” es más arduo de lo que Noé Expósito había sugerido. A su juicio, el texto mezcla intuiciones estéticas poderosas con esquemas heredados del neokantismo, especialmente los de Cohen —disfrazado en el texto como “Vulpius”—.

Comentó que Ortega, sin gran formación biológica, recurre a nociones evolutivas que hoy desconciertan, como la idea táctil del “ojo”. Pero entre esas vacilaciones destaca una tesis contundente: según el joven Ortega, Zuloaga no es pintor, sino sociólogo, porque su pintura remite a ideas externas como “qué es España”. Desde el neokantismo, esto vulnera la autonomía del arte.

San Martín recordó la ironía histórica: dos años después, en 1912, Ortega vio que una prestigiosa revista alemana dedicaba un número elogioso a Zuloaga, contradiciendo frontalmente su artículo juvenil. En ese mismo periodo, eso sí, Ortega formula su noción de perspectiva, que será clave en toda su filosofía.

Otra aportación notable del texto es la distinción entre lo ideal y lo virtual. El sentido —afirma Ortega— es virtual: al abrir una puerta, “tenemos” virtualmente la calle, una compresencia perceptiva que anticipa análisis posteriores. También enuncia la idea de que el arte nace de la tragedia de la ciencia, tesis aún impregnada de neokantismo pero fértil para su posterior evolución.

San Martín abordó luego El tema de nuestro tiempo, menos complejo que “Adán”, pero lastrado por la vaguedad de conceptos como “vida” y “cultura”. Señaló que Ortega tuvo que corregirlos en ediciones posteriores, reemplazando “vida” por “vida biográfica”. Analizó además la lectura nietzscheana de Sócrates, a la que Ortega recurre para contraponer vida y razón.

Concluyó con una idea sugerente: la diferencia entre la vida humana y la animal reside en que la razón humana sabe que es razón, que su verdad es verdad. Esa conciencia genera tanto la posibilidad de la justicia como la posibilidad de mentir.

4. Debate y discusión

El debate posterior amplió el campo con intervenciones muy variadas. Se habló de la fantasía como potencia de posibilidades humanas, recordando a Francisco Soler Grima y la tesis orteguiana del hombre como “animal fantástico”. Se discutió el uso temprano del lenguaje en Ortega: Collantes indicó que el arte es para él una expresión límite, mientras San Martín distinguió entre estilo literario y filosofía del lenguaje, que Ortega desarrollará más tarde.

Hubo comparaciones entre “Adán en el Paraíso” y Schrödinger, reflexiones sobre la relación parte–todo, y discusiones sobre la energía interna de la pintura y la estructura topológica de las relaciones orteguianas. Se mencionó la tensión entre neokantismo y fenomenología en el joven Ortega, así como la influencia de Nietzsche y Simmel en su idea de que “de la tragedia de la ciencia nace el arte”.

Otro asistente relacionó estas intuiciones con la búsqueda orteguiana de una teoría estética que supere la dicotomía idealismo/realismo, apuntando ya a la realidad radical. San Martín respondió con una anécdota sobre el “Dios” teleológico de Husserl y la diversidad de tradiciones filosóficas. Surgió incluso la pregunta final: “¿Y el paraíso?”, a la que San Martín replicó solemnemente: “La espada flamígera del arcángel Uriel nos impide volver a la animalidad”.

5. Cierre

Domingo Moratalla cerró reivindicando el concepto de problema —aquello que nos es arrojado hacia delante— y vinculándolo con la temporalidad y la idea de ser futurizo. El presidente de la Fundación Sicómoro, José María Fuster Van Bendegem, añadió que la vida humana exige una mirada interdisciplinar, pues integra planos biológicos, sociales, simbólicos y técnicos.

Collantes recuperó la idea de una concepción holística del ser humano y señaló afinidades entre Ortega y pensadores contemporáneos como John Dewey o artistas como Robert Smithson. San Martín recordó que Ortega veía al hombre como “novelista de sí mismo” y que en estos textos juveniles lucha aún con la herencia evolucionista, aunque ya brotan ideas de enorme profundidad.

Finalmente, Expósito agradeció la participación y anunció la próxima sesión, dedicada a Las Atlántidas (3 de diciembre).

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