¿Vivimos en un mundo que responde a una estructura lógica?
Aceptemos como premisa de partida la tesis de que todo es producto del azar. Si todo es producto del azar, no hay ninguna razón para que existan los entes materiales, ni el universo, ni tampoco nosotros mismos, seres dotados de consciencia y razón. Así, llegamos a la conclusión de que no podemos fundamentar el mundo en el que vivimos en nada, lo que solo puede querer decir dos cosas: o bien, vivimos en un mundo en el que no hay fundamento de ninguna clase, o bien, vivimos en un mundo que por azar, está fundamentado en la nada.
Pero ¿qué es la nada?. La pregunta es tan complicada como preguntar ¿qué es el ser?; en efecto, podríamos decir que la nada es la ausencia absoluta de todo ser, pero entonces entraríamos en un bucle infernal ya que para saber qué constituye la ausencia del ser, deberíamos saber qué es el ser, y, en esta pregunta el “qué es” exige ya saber qué es el ser que fundamenta el“es”.
Aquí hemos topado con la cuestión de la diferencia ontológica formulada por Martin Heidegger, que distingue entre lo “óntico” (el ser de los entes) de lo “ontológico” (el ser considerado como tal); Heidegger afirma en su obra capital “Ser y Tiempo” : “el ser de los entes no es, él mismo, un ente”. Tanto la nada como el ser se mueven en el territorio de lo “ontológico” , que está totalmente fuera del alcance de nuestras capacidades empíricas, limitadas por su naturaleza tan sólo a lo “óntico”, es decir a los entes cuyo ser sí que podemos conocer.
Para proseguir nuestra meditación, vamos a salir por un momento de las incómodas aguas del “nihilismo ontológico”, y vamos a apelar a las enseñanzas de un famoso científico, Stephen Hawking, que explica nuestro universo como una “burbuja” producida por azar en un espacio primordial muchísimo más vasto. La oscilación del vacío cuántico de ese universo primordial podría haber producido, por un azar muy improbable, el proceso de inflación cósmica que dio lugar al universo primitivo. A partir de ahí, ya todo sería coser y cantar utilizando las ecuaciones de la física.
Pero, llegados a este momento, sentimos que Hawking hace trampas……construye una hipótesis altamente especulativa tratándole de dotarle de la veracidad de teorías científicas que han sido contrastadas durante décadas. Su hipótesis, además, presupone que la lógica implícita en las ecuaciones de campo, tanto de la teoría de la relatividad general, como las de la teoría cuántica de campos, son válidas antes de la aparición de nuestro universo y que hay un ente previo del que surge, el vacío cuántico, que en ningún modo podemos hacer equivalente a la nada, ya que está dotado de energía (de acuerdo con nuestra conjetura , presupondría la existencia de un universo previo en el que se pueda dar ese vacío cuántico ya que el vacío cuántico no se puede dar fuera de un universo).
Sin embargo, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que, si somos empiristas o fisicistas consecuentes, se hace necesario asumir como premisas tanto una lógica a priori como la universalidad y necesidad del principio de causalidad, ambos implícitos en toda explicación científica, que siempre sería de carácter “óntico”, es decir, la causa de un ente sería, siempre, otro ente. Aunque este tipo de razonamiento nos abocaría al problema de la existencia de una causa primera o la asunción de una cadena causal infinita . En efecto, en ambos casos, se haría necesario postular un ente supremo (sea éste Dios, la Naturaleza, la estructura de los Multiversos u otras alternativas ilustradas durante la historia de la filosofía), pero, en ambos casos, el universo en el que vivimos respondería a una estructura lógica, y la respuesta a nuestra pregunta sería un SI rotundo (por ejemplo, la hipótesis del eterno retorno sería la justificación lógica a priori de un universo cerrado en que se repitieran eternamente ciclos; en tal caso, el ente supremo sería el universo que regresa eternamente a los mismos estados).
Para que el universo en el que vivimos no responda a una estructura lógica, necesitamos volver a las turbulentas aguas del “nihilismo ontológico” y ver cuales son las condiciones para que podamos negar con solvencia que “el-universo-en-el-que-vivimos” NO responde a una estructura lógica:
En primer lugar, nuestra capacidad lógica debería ser un producto del azar, y en consecuencia, deberíamos asumir las tesis de Stuart-Mill de que la lógica es una rama de la psicología. Aunque la fundamentación de la lógica en la psicología fue refutada (a efectos prácticos) en 1903, en las “Investigaciones Lógicas” de Edmund Husserl, deberíamos rescatar las tesis de Mill y buscar una fundamentación de tipo psicologista: esto es lo que constituye el moderno programa de investigación de la Neurociencia, que trata de explicar la mente humana a partir de las conexiones neuronales. Lamentablemente, los avances de este programa son, en este momento, magros si consideramos el problema que nos ocupa y no nos proporciona ninguna luz para aclarar la cuestión.
En segundo lugar, deberíamos postular un surgimiento de nuestro universo a partir de la nada, que permitiera resolver el problema del “regressum-ad-infinitum” de las causas ónticas. Es decir, deberíamos negar el principio clásico que dice : “ex nihilo, nihil fit”, es decir, nada se ha hecho de la nada. Así, paradójicamente, nos encontramos con algo parecido al “creatio-ex-nihilo” cristiano, pero sustituyendo a Dios por la nada, de manera que nuestra universo tendría un “originatio-ex-nihilo”, es decir estaría fundamentado en nada, en una nada absoluta que no dejaría espacio para un Creador.
Con estas dos premisas, podríamos articular una creencia plausible acerca de nuestro universo como algo cuya existencia surge de la nada, sin ningún acto creador, y cuyo devenir es un puro resultado del azar, que ha producido estructuras ordenadas cuya lógica somos capaces de explicar a posteriori, en tanto en cuanto nosotros somos subproductos de estos procesos. El orden y las estructuras lógicas que percibimos serían, entonces , puro producto del azar y el universo sería un sistema totalmente cerrado a cualquier trascendencia, o incluso, a cualquier dimensión trascendental en el sentido kantiano.
Frente a esto, podemos pensar que el universo tiene una estructura lógica a priori. Esta estructura sería cognoscible por nosotros (aunque con dificultades) mediante nuestra intuición intelectual, y, aun más, sobre las estructuras lógicas del mundo en que vivimos estaríamos en condiciones de crear mundos dotados de sentido, que no tendrían más limitación que las impuestas por nuestra condición de seres materiales viviendo en un mundo material.
Probablemente, en la raíz más intima de nuestro libre albedrío, está el hecho de que siempre podremos elegir entre una de estas dos opciones, por lo que considero de vital importancia que la pregunta “¿responde el mundo en el que vivimos a una estructura lógica?” nos acompañe en nuestro caminar en la vida.