¿Vivimos en un mundo que responde a una estructura lógica?

Decíamos que “el-mundo-en-el que-vivimos” es el núcleo común a partir del cual construimos nuestras cosmovisiones que, no podemos negarlo, son múltiples; sin embargo, los hechos de este “mundo-en-que-vivimos”, por mucho que los interpretemos, son in-enmendables, y la ejecución de nuestros deseos y visiones siempre conlleva un considerable esfuerzo (lo cual nos muestra a las claras que el mundo no puede ser exclusivamente construido por nosotros); por otra parte hay un amplio consenso entre los hombres de todas las épocas sobre la existencia de lo que los griegos llamaban “physis”, que podemos traducir por mundo natural.

Durante el ultimo siglo se ha producido un considerable progreso de la ciencia que estudia el mundo natural en su totalidad, me refiero a la cosmología, cuyo objeto de estudio es el universo tomado como un todo. La cosmología ha avanzado de manera sustancial, tanto en el plano teórico, gracias a la teoría general de la relatividad y al modelo estándar de la mecánica cuántica, como en el plano experimental, gracias a los progresos en los instrumentos de observación astronómicos terrestres (telescopios ópticos, radiotelescopios, etc),  la observación desde satélites espaciales (programas COBE y WMAP de la NASA y Planck de la ESA) y otros programas como los sistemas de detección avanzados de ondas gravitacionales ( LIGO).

Y aunque los avances de la cosmología no consiguen explicar la totalidad del mundo natural que conocemos, sin embargo han permitido construir un modelo del universo que goza de amplio soporte en la comunidad científica. Nos referimos al modelo cosmológico conocido como Lambda-CDM.

Partimos de la plena aceptación de que los yanomami (habitantes de la cuenca del Orinoco), los bosquimanos, los franceses, los antiguos griegos, los zelotes hebreos, los hunos de Atila, y un largo etc. (tan largo como se desee), tienen o han tenido cosmovisiones distintas, que de facto formulan mundos distintos en los que desarrollar la vida, pero afirmamos rotundamente que todas ellas han tenido en cuenta el mundo natural en el que, inevitablemente, nos encontramos arrojados. Sólo podemos permitirnos cambiar, mediante la técnica, las condiciones materiales de nuestro mundo, pero no podemos prescindir de ellas; detrás de cualquier tecnología, siempre encontraremos un sustrato material que es su condición necesaria.

Si superamos la anticuada concepción de que materia es todo aquello que está dotado de masa, y la sustituimos por la más moderna visión de que materia es todo aquello que está dotado de energía (de cualquier tipo de energía, conocida o no), nos encontramos con que el universo se puede definir como el sistema que contiene la totalidad de la materia que empíricamente podamos descubrir. Así, si detectamos niveles más fundamentales de la materia, como los quarks, estos forman parte del universo; también el descubrimiento en los últimos cien años de nuevas estructuras como las galaxias, los cúmulos, las supernovas, los agujeros negros, etc., aunque no han cambiado ni un ápice la estructura del universo en la que vivían los asirios,  sí están modificando nuestra comprensión ampliando el catálogo de objetos que habitan nuestro universo físico. Esto no significa que los significados atribuidos por civilizaciones anteriores al cosmos no sean valiosos, y no deban ser tenidos en cuenta a la hora de formular una nueva semántica de la realidad.

El universo, y su devenir, constituyen la condición de posibilidad para nuestra existencia. Es el ahí donde existimos. Es el “DA” (“ahí “ dicho en alemán) que permite hablar del “Dasein” heideggeriano, el ser arrojado en el mundo que está en la base de los movimientos existencialistas y posmodernos. Si para Sartre, la existencia precede a la esencia (cuando se refiere a los seres humanos), sin embargo, constituye una opinión generalmente aceptada que el Mundo Físico precede al Ser-arrojado-en-el-mundo, cuya esencia consiste en existir (es decir, el ser humano).

¿Qué podemos decir de este mundo físico?

En primer lugar, que la estructura material se articula en un espacio de Minkowski de cuatro dimensiones, tres espaciales y una temporal. En este mundo físico, las leyes de la física son independientes de cualquier observador pues, citando palabras de Einstein, “las leyes generales de la naturaleza son covariantes respecto a la transformación de Lorentz”. También se verifica, en segundo lugar, el principio de localidad, que está asociado con el carácter absoluto de la velocidad de la luz, que es una constante universal.

El hecho de que el campo gravitatorio no sea una fuerza misteriosa de atracción a distancia entre cuerpos masivos, sino que esté asociada con la curvatura del espacio tiempo que producen los objetos masivos, nos permite pensar que el espacio tiempo tiene una realidad propia; esta forma de pensar se ha visto reforzada por la reciente detección de ondas gravitacionales (que son oscilaciones del propio espacio-tiempo) y es consistente con el hecho de que el vacío interestelar tiene energía (aunque muy pequeña, equivalente a la de un protón por metro cúbico).

 

Así, podemos decir que el espacio-tiempo contiene todos los objetos que existen, por lo que existir es una presencia en el espacio tiempo.

El espacio-tiempo , tal como lo describe el modelo lambda-CDM, comenzó en una singularidad (muy poco conocida)  hace 13.500 millones de años; desde una perspectiva puramente material, en los primeros instantes era un plasma de quarks y gluones extremadamente caliente y ha seguido primero un proceso de expasión decelerado (parecido a una explosión) y ahora está siguiendo un proceso de expansión acelerado.

Teniendo esto en cuenta, podemos conjeturar que todos los entes materiales están hechos de “espacio-tiempo” que se expande, es decir, la sustancia fundamental de la que están hechos la totalidad de los entes materiales es la misma que la sustancia de la que está hecho el propio espacio-tiempo considerado como un todo: esto significa que el devenir es tan consustancial con la materia como la extensión. En ese sentido, el tiempo no es consecuencia del movimiento, sino que forma parte de la estructura esencial del propio espacio-tiempo como totalidad. El movimiento sería entonces una forma de medir el tiempo, no su condición de posibilidad.

Si el universo que acabamos de describir comenzó en una singularidad, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que todos los entes que existen han tenido un comienzo, por lo que desde una perspectiva material, no puede haber esencias eternas (esto no quiere decir que desde una perspectiva fenoménica no se perciban esencias, por ejemplo, la esencia del sol no cambia en el transcurso de nuestras vidas, por las diferentes escalas espacio temporales de su devenir y el nuestro).

En consecuencia, un mundo reducido sólo a lo material, que es lo que podemos conocer empíricamente, sería incompatible con cualquier intuición esencialista, ya que todos los entes materiales, incluido el universo tomado como un todo, serían contingentes: no podríamos encontrar ninguna nota universal y necesaria en ningún ente material del universo.

Pero, entonces, ¿como podemos explicar que el devenir del mundo físico se corresponda tan bien con nuestras ecuaciones matemáticas?

Si aceptamos que hay un mundo-en-que-vivimos, nos falta dilucidar si responde a una estructura lógica o, por el contrario, es un puro producto del azar.

 

(Continuará)

 

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