Complejidad interna del pensamiento hegeliano

En el post anterior pudimos apreciar las paradojas y problemáticas experimentadas por la Ilustración, en lo referente a comprender la complejidad de las dinámicas sociales y políticas. Expusimos las limitaciones de este proyecto filosófico y la manera en que el Idealismo Alemán intentó superarlas, culminando en el proyecto filosófico Georg Wilhelm Friedrich Hegel(1770-1831).

Ambicioso proyecto filosófico con el que Hegel esperaba reconstruir la unidad teórica de las diferentes disciplinas del conocimiento existente en la Edad Clásica, que se habían ido escindiendo en diferentes disciplinas especializadas a partir del surgimiento de la filosofía moderna, y llegar al grado más avanzado del pensamiento filosófico en su evolución histórica; resolviendo definitivamente todos sus debates y respondiendo todas las preguntas que seguían abiertas en aquel momento.

Pero, contrario a esta pretensión, la filosofía de Hegel contribuyó a profundizar y radicalizar la escisión entre los saberes obtenidos a partir de los sentidos, asociados con las ciencias naturales, y los obtenidos a partir de la especulación racional, asociados con las ciencias sociales o las ciencias humanas. En línea con lo planteado por el filósofo italiano Ludovico Geymonat en su Historia de la Filosofía y de la Ciencia: 

La influencia del hegelianismo se dejó sentir de manera muy especial en el campo de la historia de la filosofía. Aun cuando hoy en día debemos rechazar por arbitrarias muchas esquematizaciones  sobre el desarrollo del pensamiento filosófico sostenidas por Hegel en sus Lecciones sobre la Historia de la Filosofía, nadie puede poner en duda la profundidad y genialidad de la visión de conjunto en que se basan. Lo cierto es que ejercieron una enorme fascinación sobre los contemporáneos del autor y dieron origen a sérielas investigaciones en torno a la historia de la filosofía, griega y moderna en particular.

Ludovico Geymonat en su Historia de la Filosofía y de la Ciencia. p., 493.

La filosofía hegeliana no solo fue incapaz de reconstruir esa «comunión de saberes», sino que terminó escorándose hacia uno de estos campos: el de la especulación teórica. Recordemos, partiendo de lo expuesto en el post anterior, que los datos sensoriales solo son el primer paso en el recorrido del Espíritu y que el estadio final de ese camino  estaba en el ámbito de lo abstracto (lo Absoluto o lo Universal).

https://es.wikipedia.org/wiki/Georg_Wilhelm_Friedrich_Hegel#/media/Archivo:1831_Schlesinger_Philosoph_Georg_Friedrich_Wilhelm_Hegel_anagoria.JPG

Retrato de Hegel

Resultaba difícil subestimar la importancia de los datos sensoriales y la experimentación cuando, a partir de ellos, se estaba conociendo mejor muchos aspectos de la realidad y se estaba en capacidad de transformar la naturaleza en nuestro beneficio. Idea apuntalada por el más que evidente potencial asociado a la aparición de nuevas disciplinas especializadas: biología, física, química, etc., por lo que la filosofía hegeliana empezó a perder relevancia con respecto a estos ámbitos del conocimiento.

Ocurrió lo contrario en el campo de las disciplinas actualmente ubicadas dentro de las ciencias sociales (el derecho, la economía, la política, la religión, etc.). Allí la filosofía hegeliana ocupó un papel central y congregó a un grupo de «jóvenes» pensadores comprometidos con su desarrollo. Las diferentes interpretaciones y propuestas sobre cómo llevar a cabo esta labor dieron origen a un debate teórico muy interesante.

Dibujo de Engels del grupo de jóvenes hegelianos Die Freien. De izquierda a derecha: Arnold Ruge, Ludwig Bühl, Carl Nauwerck, Bruno Bauer, Otto Wigand, Edgar Bauer, Max Stirner, Eduard Meyen, tres desconocidos, Karl Friedrich Köppen.

Complejidad de la herencia hegeliana

Estas discusiones tuvieron lugar durante los últimos años de la vida de Hegel y los inmediatamente posteriores a su muerte; fueron promovidas por tres perfiles: alumnos asistentes a las lecciones impartidas por Hegel en Berlín, alumnos que no asistieron directamente a las clases de Hegel pero se consideraban próximos a sus ideas y otro grupo de pensadores más jóvenes.

Dentro del grupo adquirió relevancia, y a la postre terminó consolidándose, la propuesta que abogaba por radicalizar el pensamiento hegeliano para llevarlo hasta sus últimas consecuencias.   Lo que implicaba, en opinión de sus defensores, trasladar el énfasis del proceso transformador enunciado por Hegel desde el ámbito de la teoría al de la práctica política. Idea compartida por un grupo de pensadores a los que se ha denominado «hegelianos de izquierda» o «izquierda hegeliana».

En este punto conviene recordar que uno de los aspectos más polémicos en la vida de Hegel fue su relación con la monarquía prusiana. Habiendo sido acusada su filosofía de ser la fundamentación y justificación teórica del modelo de Estado absolutista prusiano. Aspecto que permite ilustrar la complejidad interna de este planteamiento, plagado de tensiones internas que no siempre eran fáciles de manejar.

Los hegelianos de izquierda no eran un grupo cohesionado y organizado, sino más bien una variedad de pensadores que tenían dos cosas en común: su pensamiento estaba inspirado en la filosofía de Hegel y apostaban por dar el giro hacia lo práctico-político. Ambos elementos se desarrollaban de forma diferente según los intereses concretos de cada pensador.

Desmitificando la religión…

A este grupo pertenecieron figuras como la del teólogo y filósofo David Friedrich Strauss (1808-1874), quien publicó en 1835 La vida de Jesús, críticamente elaborada. Libro en el que hizo un análisis de los evangelios desde el punto de vista de la filosofía hegeliana y dio origen a una importante polémica sobre la forma de interpretar estos textos y el significado de varios dogmas fundamentales del cristianismo. Strauss no fue alumno directo de Hegel, pero se formó en la Universidad de Tübingen, donde la influencia de este pensador era muy relevante.

También podemos ubicar aquí al filósofo alemán Max Stirner (1806-1856), autor de El Único y su propiedad (1844). Stirner, quien había sido estudiante de Hegel en Berlín, confronta la posición universalista de su maestro, contraponiendo a ella la idea de que el ser humano es la única realidad y el único valor. Lo que genera, como consecuencia, la reivindicación del egoísmo absoluto en el ámbito de la moral y de la lucha sin tregua contra cualquier tipo de orden establecido en el ámbito político. No resulta extraño que las ideas de este ensayo sirvieran de inspiración para los movimientos anarquistas del siglo XIX.

Otros miembros destacados de este movimiento fueron Bruno Bauer (1809-1882) y Arnold Ruge (1802-1880), pero ninguno de los anteriores tuvo el papel inspirador de Ludwig Feuerbach (1804-1872).

Para conocer al «hombre»

Pese a ocupar un papel relativamente anecdótico cuando se estudia la historia de la filosofía, Feuerbach fue uno de los pensadores más conocidos de su tiempo y también uno de los más polémicos. Fue alumno de Hegel en Berlín, mantuvo una especial vinculación con los movimientos revolucionarios de mediados del siglo XIX (1848-1849) y fue marginado del ámbito académico debido a sus controvertidas ideas en materia religiosa.

Fue autor de una extensa y variada reflexión teórica, dentro de las que se destacan Reflexiones sobre la muerte y la inmortalidad (1830), Crítica de la filosofía hegeliana (1839), La esencia del cristianismo (1842), Tesis provisionales para la reforma de la filosofía (1843), Principios de la filosofía del futuro (1844), Lecciones sobre la esencia de la religión (1851), Teogonía (1857) y Espiritualismo y materialismo (1866).

Aunque los comienzos de su reflexión teórica estuvieron muy influenciados por las ideas de Hegel, Feuerbach no tardó en discrepar de su maestro. Partiendo de la reflexión acerca del problema religioso, plantea que la mejor explicación del fenómeno de la religiosidad podemos encontrarla en el ser humano, sin necesidad de buscar explicaciones externas.

Para Feuerbach, los principios religiosos eran construcciones fantásticas en las que los hombres proyectan sus expectativas y pensamientos, proyectando en la figura de Dios aquellas cualidades que no pueden ver realizadas en sí mismos. De esta manera, el ser humano construye un mundo ficticio en el que imagina que sus sueños imposibles han sido realizados; denomina a este proceso «alienación». Gracias a la alienación, el ser humano encuentra una forma cómoda para eludir los problemas que existen en el mundo real y evita asumir la responsabilidad de enfrentarse a ellos para superarlos.

Feuerbach entiende que la religión es una suerte de autoconciencia que el ser humano construye acerca de sí mismo, aunque de forma indirecta, mediante ese recurso a elementos fantásticos; imaginando un ser diferente de él que es capaz de poseer capacidades y cualidades que el hombre nunca llegará a tener.  Este desdoblamiento del ser humano, entre su naturaleza «real» y su naturaleza «ficticia», es el causante de los problemas relacionados con la religión: el fanatismo y el empeño de subordinar la razón a lo que diga la fe.

Según esta concepción, la única forma de evitar estos problemas pasa por negar la existencia de Dios y, a partir de tal negación, hacer que el hombre desarrolle una conciencia (autoconciencia) «directa» de sí mismo. Tarea de la que se debía encargar la Filosofía. Para ello no basta con revelar la naturaleza real de la religión, sino que también se debe llevar a cabo una crítica similar de las teorías de naturaleza metafísica, definidas como religiones reducidas a conceptos.

De esta manera, la filosofía examinaría de forma integral al ser humano, comprendiendo que este no puede ser reducido a la pura lógica, sino que es un cuerpo concreto. Esta idea implica un giro de 180º que contradice la propuesta hegeliana. Pues aquí se trata de establecer el «infinito en lo finito»; en otras palabras, reconocer que el «infinito» no encuentra su realización plena en una idea absoluta o un Dios trascendente, como nos decía Hegel en el post anterior, sino en el hombre y solo en él.

Tesis con la que Feuerbach invierte los términos de los pasos propuestos por el pensamiento hegeliano y plantea una alternativa teórica de corte humanista. A partir de este enfoque, se derivan una serie de cambios trascendentales:

  • La verdadera filosofía, desligada de cualquier regusto metafísico, tiene que estar encaminada a «hacer hombres», no a plantear conceptos o teorías abstractas.
  • La ética tendría su origen exclusivamente en la naturaleza humana y no en principios racionales universales, a la manera kantiana, o dogmas religiosos. Partiendo de esta «realidad del ser humano», se descubre que el hombre no está aislado, como erróneamente planteaban los filósofos anteriores con la idea de agente racional individual, sino que está ligado de forma indisoluble a la existencia de otros individuos. Siendo este vínculo entre individuos la única fuente de la moral, que adquiere forma de cierto tipo de «solidaridad».
  • El vínculo entre individuos que genera la solidaridad no es incompatible con el impulso de búsqueda de la felicidad, chocando con las ideas liberales, pues cada individuo experimenta el impulso hacia la felicidad de los demás junto al suyo propio.
  • Del vínculo que genera la solidaridad también emana el sentimiento del deber, que se manifiesta como remordimiento cuando nuestras acciones causan la infelicidad de otro, y el instinto político, que se manifiesta en la construcción de instituciones supraindividuales.

Aunque Feuerbach no llegó a desarrollar una teoría social propiamente dicha, partiendo del vínculo de la solidaridad entre individuos, su pensamiento logró articular una serie de conceptos y conexiones entre ellos que fueron la base para que el más influyente de los hegelianos de izquierda, Karl Marx, diseñara una ambiciosa teoría de la sociedad de cuya influencia posterior somos plenamente conscientes.

A la presentación de la teoría social marxista, conocer sus problemáticas internas y comprender su evolución, desde los escritos de Marx hasta finales del siglo XX, dedicaremos el siguiente post de esta serie.

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