Dimensiones del Liberalismo: Más allá del individuo
Solemos relacionar el liberalismo con conceptos como individuo, libertad, individualidad, independencia. Pero nos hemos olvidado que surgió como una propuesta y un modelo pensado para construir comunidad. Por lo que en él tienen cabida conceptos como los de agrupación, colaboración, solidaridad, etc…
En nuestro anterior post hemos visto cómo el pensamiento liberal de John Locke plantea un modelo diferente para la construcción del Estado y la Sociedad, una visión más optimista y ordenada que la asociada a las ideas hobbesianas de la “guerra de todos contra todos”, donde se inaugura el pensamiento liberal , o el gobierno absoluto de un Leviathan surgido de una especie de democracia autoritaria. Si queréis profundizar más sobre estas diferencias podéis consultar en la página de filosofia.net.
La principal diferencia entre ambos contratos sociales reside en la cesión de derechos que se hace hacia el Estado. Mientras con Thomas Hobbes cedíamos prácticamente la totalidad de nuestros derechos naturales, con John Locke solo cedíamos los relativos a crear leyes, interpretarlas y hacerlas cumplir.
Derechos personales y la construcción de la comunidad
Ahora nos preguntamos : ¿qué vamos a hacer con el resto de nuestros derechos naturales?, ¿de qué nos sirven una vez cerrado el contrato social? . La respuesta no puede ser más sencilla, para construir una comunidad de convivencia en la cual podamos ejercer libremente el resto de nuestros derechos naturales.
Esta comunidad de convivencia estaba dividida en dos esferas claramente diferenciadas.
1.- El ámbito social, donde la convivencia giraba en torno a una serie de relaciones de intercambio entre las personas, que surgían en torno al concepto de propiedad. Este último concepto era entendido como algo más que la posesión de bienes materiales, hacía referencia a la capacidad del ser humano para gobernar su destino y tomar sus propias decisiones sobre lo que era su esfera de competencia (su vida), donde se incluye con quién nos relacionamos y qué actividades realizamos. En resumen, la idea de propiedad del liberalismo clásico no hacía referencia exclusiva a la posesión de bienes.
2.- El ámbito político estaba referido al espacio en el que se determinaban los marcos que regulaban la convivencia social y prevenían la aparición de los conflictos, a los que vamos a denominar Leyes. Precisamente la formulación y la aplicación de las leyes fue una de las facultades que habíamos cedido en el contrato social. Por tanto, la política se había convertido en el ámbito del Estado y las interacciones que se llevaban a cabo eran entre las instituciones, de las que surgían las leyes, y las personas que debían obedecerlas.
Un momento… ¿qué diferencia existe con la idea del Leviathan hobbesiano?… porque al final se parecen un poco: las personas se quedan fuera de la toma de decisiones políticas y se limitan a obedecer leyes que emanan de unas instituciones ajenas a ellas.
La diferencia reside en que el Leviathan de Hobbes podía inmiscuirse en cualquier campo de la vida de las personas con total libertad. Las instituciones en las que piensa Locke, son independientes en la formulación de las leyes que rigen la convivencia entre los hombres, pero no pueden alterar los principios de esta convivencia. En esencia, su función es regular las formas de convivencia para que no haya conflictos, pero no las crea.
Pero, ¿quién crea las formas de convivencia?…¡Pues nosotros!, los seres humanos, en la medida en que establecemos relaciones de intercambio en la esfera social. Estas relaciones son autónomas y se constituyen en un proceso que no está dirigido desde la política. Para Locke, lo que resulta importante es establecer límites a la capacidad de intervención de las instituciones políticas (sobre todo el Estado) en las interacciones personales que se llevan a cabo en la esfera social.
El problema de la conexión entre la dos esferas
En este punto tenemos la impresión de que ambas esferas (la sociedad y la política) se vuelven espacios separados y con una débil conexión y comunicación entre ellas. La dinámica de evolución de las mismas empiezan a seguir rutas paralelas y terminan volviéndose completamente independientes llegando a la situación actual donde la mayoría de las personas sólo se ocupan de los temas políticos en momentos puntuales: elecciones, cuando surgen escándalos de corrupción, conflictos sociales, etc.
No obstante, si las instituciones políticas son responsables de prevenir el surgimiento de conflictos en el ámbito de la convivencia entre las personas y la interacción que ellas tienen con las instituciones, está claro que resulta necesario el establecimiento de ciertos medios de control que garanticen el cumplimiento de esta labor por parte del Estado, siendo éste el origen conceptual de los gobiernos representativos:
Los escritos de Locke parecen apuntar en varias direcciones a la vez. Sugieren la importancia de asegurar los derechos de los individuos, la soberanía popular, la regla mayoritaria, la división de poderes dentro del Estado, la monarquía constitucional y un sistema de gobierno representativo de tipo parlamentario: una anticipación directa de los elementos clave del gobierno británico, tal como se desarrolló en el siglo XIX y principios del XX. David Held. Modelos de Democracia. p., 73.
Desafortunadamente, Locke no sigue profundizando en esta línea de pensamiento, por lo que en sus escritos no podemos encontrar reflexiones concretas en torno al gobierno representativo o a la participación de los ciudadanos en las instituciones de la política:
No es necesario para un gobierno legítimo o de consenso, a juicio de Locke, el que se elija una asamblea legislativa, ni mucho menos el sufragio universal […] Más aún, no desarrolló detalladamente cuáles debían ser los limites de la interferencia del Estado en la vida de los individuos y bajo qué condiciones está justificada la desobediencia. David Held. Modelos de Democracia. p., 73.
La tradición liberal continuó evolucionando, tratando de complementar la labor llevada a cabo por John Locke y sentando las bases del modelo de Democracia Representativa, el germen de nuestros actuales sistemas políticos. Proceso en el que merece la pena destacar la labor de John Stuart Mill, filósofo, político y economista inglés que desarrolló una crítica y reflexión integral acerca del gobierno representativo que sigue teniendo validez en la actualidad.
También merece especial mención la pensadora inglesa Mary Wollstonecraft, la primera persona que basándose en los principios del liberalismo reclamó el reconocimiento de la igualdad entre hombres y mujeres , en una obra llamada Vindicación de los Derechos de la Mujer, sentando en 1792 las bases del movimiento feminista.
Es una lástima que hoy en día el liberalismo sea interpretado sólo desde una visión económica, dejando de lado los valiosos aportes que esta tradición ha hecho a nuestra cultura democrática: los derechos sociales y políticos, la libertad y el respeto a la diferencia.
Desde la teoría de los sistemas no podemos dejar pasar la oportunidad para llamar la atención sobre tres conceptos que están implícitos en la descripción que se ha hecho del pensamiento de Locke y que siglos después seguirán siendo centrales en el estudio de los sistemas políticos y sociales: la emergencia ( la comunidad que surge después del contrato social), la especialización ( división funcional entre la sociedad y la política) y la totalidad (el esfuerzo por evitar que cada dimensión funcione completamente aislada de la otra).