Un cambio en Ciernes
Tras haber planteado las principales líneas de reflexión que desarrollaremos en esta investigación acerca de los fenómenos de la cultura de la cancelación y wokismo (post 1), y perfilar de forma sucinta las dinámicas políticas que han convertido a las «minorías excluidas» en el concepto político central durante las últimas cuatro décadas (post 2), llega el momento de conocer mejor la estructura teórica que ha facilitado la existencia de estas dinámicas. Así como los factores que permiten estudiarla.
Labor en la que, como era de esperar, nos encontramos con algunos de los movimientos filosóficos más importantes de la historia; ideas y planteamientos de los que tenemos que reconocernos como herederos, más allá de cualquier diferencia puntual que podamos reivindicar.
En concreto, el siguiente paso de este cuaderno de investigación espera presentar los orígenes de las sociedades y los sistemas políticos modernos. Por ser en ellos donde se configuran los elementos que favorecen la aparición de los fenómenos que estamos estudiando. Haciendo una rápida revisión histórica, se puede apreciar que los principios y valores asociados al wokismo suelen estar presentes en las sociedades modernas.
En este punto conviene destacar el papel de la antropología, la etnografía y otras ramas del conocimiento relacionadas con los estudios culturales, que ofrecen las herramientas teóricas que permiten realizar estas comparativas. Gracias a estas disciplinas podemos comprender la evolución comparada de diferentes modelos sociales y evaluar sus diferencias. Sin pretender negar que un uso exacerbado de sus enfoques se haya convertido en una de las vías que alimenta el fenómeno woke. Algo sobre lo que reflexionaremos en una entrada posterior, la dedicada a explicar qué es ese concepto y cómo ha evolucionado.
Tras este paréntesis podemos volver a reflexionar sobre el origen de las sociedades modernas y sus características específicas. Es en este punto cuando tomamos conciencia de que tanto las sociedades como los sistemas políticos actuales son herederos del proyecto ilustrado. Siendo allí donde debemos buscar su origen, características y fundamentos teóricos.
Como hemos mencionado en alguna entrada anterior, la ilustración fue un movimiento cultural, filosófico, político y social que se desarrolló en Europa durante los siglos XVII y XVIII. Movimiento que agrupó a los intelectuales más destacados de aquel momento y que, en gran medida, perfiló nuestra actual visión de la realidad y nuestra forma de interactuar con ella.
Más que un movimiento de naturaleza coordinada o unívoca, la Ilustración puede entenderse como la confluencia de diversas inquietudes teóricas y dinámicas sociales que dieron lugar a una rica interacción. El movimiento ilustrado acogió preocupaciones de un corte eminentemente teórico, vinculadas sobre todo con el desarrollo del conocimiento en diferentes campos, junto a sensibilidades interesadas en la forma de convivencia entre las personas y las relaciones entre las naciones de aquella época.
Pero lo más destacable de este periodo no reside en esta sumatoria de todas estas inquietudes teóricas, plasmadas en los diferentes proyectos que se plantearon durante esa época (enciclopedismo, desarrollo del método científico, filosofía racionalista, empirismo, etc.), sino en su capacidad para generar un espacio de interacción transversal entre ellas que permitió la emergencia de nuevas ideas o propuestas. Varias de las cuales llegaron a coger por sorpresa a muchos de los principales exponentes de este movimiento.
Fue un periodo de gran efervescencia teórica, de gran inquietud intelectual, que pretendió transformar el pensamiento y la realidad de su momento, dejando una impronta que todavía permanece y de la que la humanidad actual no conseguirá desligarse por muchas reinterpretaciones que se pretendan llevar a cabo.
Construcción de la sociedad moderna
Las diferentes traducciones del término Ilustración (Lumières, en francés; Enlightenment, en inglés; Illuminismo, en italiano; Aufklärung, en alemán) hacen referencia a la idea de iluminar algo que permanece en la oscuridad. Esta metáfora, la de la oscuridad, hace referencia tanto a la naturaleza del ser humano como a todo el entorno material en el que se encuentra.
Era una idea compartida por la mayoría de los miembros del movimiento, que la humanidad se encontraba en momento trascendental en el marco de sus procesos de desarrollo, el cual había empezado en la Antigüedad Clásica, habiendo llegado a un momento en el que era necesario llevar a cabo un salto cualitativo que la llevará al siguiente estadio en ese proceso. Un salto que implicaba una ruptura con la herencia de la época clásica, porque estos pensadores consideraban que estaban viviendo un cambio de época, hace un nuevo episodio en el que lo antiguo ( lo remanente de la Antigüedad Clásica) debía ser superado para responder a este nuevo momento histórica.
Sin entrar a valorar la corrección de esta presunción, acerca de la que hay un rico debate filosófico al que remitimos al lector interesado, solo queremos resaltar que la adscripción a esta idea es lo que permite plantear la Ilustración como un movimiento con entidad propia. Pese a las evidentes diferencias, incluso incompatibilidades, que podemos identificar entre sus integrantes, esta idea fundamental es la que permite concebir la Ilustración como movimiento con cierta unidad.
Partiendo de este objetivo, el movimiento ilustrado desarrolló un ambicioso proyecto que pretendía reconstruir desde las bases (desde cero) las distintas dimensiones que integran la calidad y la vida humana. Lo que implicaba desarrollar una nueva forma de comprender, estudiar y relacionarse con el conocimiento, la naturaleza y los otros seres humanos.
Desde el punto de vista de los pensadores que integraban este movimiento, el elemento que permitiría llevar adelante ese salto cualitativo sería la «razón». Concepto con el que definían el desarrollo del pensamiento humano, guiado por una serie de principios y reglas dirigidos hacia la consecución de un objetivo concreto. En este caso, debe develar las causas profundas de la realidad en la que estamos inmersos y el funcionamiento de la misma.
Desde la Ilustración se defendía, aunque ciertamente con múltiples matices, que el ejercicio de la razón humana acorde con dichas reglas permitiría llevar adelante esa transformación que requería el nuevo periodo histórico que estaba surgiendo, al que por comodidad denominaremos «modernidad».
De ahí todo el interés que demostraban estos intelectuales en ordenar y sistematizar el conocimiento alcanzado hasta el momento, buscando su interconexión y referencias cruzadas entre ellos, por encima de la mera acumulación que había prevalecido previamente. Esta también es la fuente del interés en el método y en la preocupación por conocer las reglas que regían los diferentes aspectos del funcionamiento de la realidad.
Profundizando en esta línea de reflexión, los pensadores de la Ilustración llegaron a plantear que a partir del conocimiento de los principios y las reglas que condicionan el funcionamiento de la realidad era posible desarrollar formas de influir en ella y orientar su evolución futura. El salto evolutivo que otorgaría el uso adecuado de la razón al ser humano residía en esto, en la capacidad de convertirse en dueños de su destino y no depender de las fuerzas externas que en épocas anteriores le arrebataban el control del mismo (dioses, figuras mitológicas, etc.).
La consolidación de esta línea de reflexión generó un impresionante desarrollo en el campo del conocimiento y la epistemología, que dio lugar al surgimiento de la ciencia moderna y todos los impresionantes avances derivados de ello. Algo que aquí no podemos abordar con detalle, pero que cualquier lector interesado puede profundizar con la lectura del libro Historia de la Filosofía y de la Ciencia (1979) del filósofo italiano Ludovico Geymonat. Obra que ofrece, en sus capítulos 13-16, un recorrido por las diferentes vertientes del pensamiento ilustrado (alemana, escocesa, francesa, inglesa, italiana, hispánica), dando una idea de la verdadera complejidad de este movimiento, así como sus contribuciones al desarrollo del pensamiento y la práctica científica moderna.
En el marco específico de nuestra reflexión sobre la sociedad y la política, las ideas de la Ilustración resultan especialmente relevantes; gracias a ellas se plantea ruptura con las concepciones de las épocas anteriores y se da origen a un nuevo proyecto relativo a dichos ámbitos. Previamente se había asumido el carácter social del ser humano y esa comunidad era entendida como un trasfondo necesario para que el ser humano se desarrollara, pero en realidad su capacidad de influir sobre ella era limitada; era concebida simplemente como una realidad dada en la que el ser humano vivía.
Desde la Ilustración no se podía aceptar esta idea sin más, como si fuera un dogma incuestionable, sino que debía ser sometida a la labor reflexiva de la razón con el objetivo de iluminar cuál era la verdadera naturaleza de la sociedad y del sistema político. Del mismo modo, a partir de este conocimiento se podía aspirar a mejorar los sistemas concretos que existían en la realidad y, finalmente, construir un sistema de convivencia acorde con los principios de la razón. Algo que, en la opinión de estos autores, debería marcar el paso de la humanidad hacia un estado mejorado y superior en lo que se refería a su forma de convivencia colectiva.
Partiendo de los principios y la lógica de la Ilustración, un grupo heterogéneo de pensadores se dedicó a plantear mejores formas de convivencia colectiva y mejores sistemas políticos, entendidos estos últimos como las mejores formas de tomar decisiones que afecten la vida de la comunidad. Hito que marcaría lo que en aquella época se entendía como progreso de la humanidad en estos ámbitos.
Ahora bien, ¿desde dónde construir esta nueva forma de convivencia?, ¿cómo justificarla teóricamente?, ¿cómo llevarla a cabo en la práctica?, ¿qué consecuencia teórica para el desarrollo de la humanidad?, etc.
Individuo, contrato social y progreso
Es en este punto en el que comienza el desarrollo del proyecto filosófico-político de la modernidad y es esta la razón por la cual se le puede considerar como un heredero directo de la Ilustración. La filosofía política moderna se convierte en el esfuerzo teórico por construir mejores sistemas de convivencia y de toma de decisiones, superando los modelos existentes previamente.
Partiendo de los principios ilustrados, estos pensadores comenzaron por replantearse cuál era la fuente de la legitimidad de la convivencia. Es decir, el elemento que hacía que las acciones y decisiones que se tomaban en el marco de la comunidad contaran con la aceptación de todos sus miembros. Si en épocas anteriores este principio de legitimidad había sido la tradición, la interpretación de textos sagrados o la autoridad del monarca, la modernidad no podía aceptarlos porque presuponía que la legitimidad solo podía provenir del ejercicio de la razón.
Solo aquellas acciones, decisiones o propuestas derivados del correcto ejercicio de la razón humana podían aspirar a tener la legitimidad suficiente para ser aceptados en la esfera social y política. Debe tener en cuenta que los ilustrados tendían a considerar que había una sola forma de ejercer correctamente la razón y, por tanto, debería conducirnos a las mismas conclusiones. Idea que desde luego es discutible, pero que estaba en la base de su planteamiento y es necesarioo tenerla en cuenta para comprenderlo adecuadamente.
Una vez aclarado el tema de la legitimidad, la siguiente cuestión a considerar es la relativa al punto de partida de este proceso de construcción de la sociedad moderna. Aquí resulta evidente que, si la fuente de legitimidad es la razón humana, el punto de partida para la construcción de la nueva sociedad es el ser humano en particular. Pues es él quien, mediante el correcto ejercicio de la razón, puede llegar a tomar las decisiones adecuadas relativas a la convivencia colectiva.
A diferencia de la forma en que se entendía al ser humano en el periodo anterior, como un ser cuya naturaleza estaba definida por su pertenencia a un grupo, para la filosofía política de la modernidad, lo único connatural al ser humano era su carácter racional y pensante.
Conviene aclarar que esto no implicaba entenderlo necesariamente como un ser asocial o fuera de la convivencia colectiva; simplemente se planteaba que la convivencia en comunidad había sido una decisión implementada para solucionar algún problema concreto. De ahí que el carácter social, o el de ser un animal político (ZooPolitikon), no primara sobre el carácter racional.
De esta manera nos vamos acercando a la idea moderna que entiende la sociedad como una sumatoria organizada de individuos, que conviven y toman decisiones de acuerdo a una serie de reglas y procedimientos. Ahora solo nos queda explicar el punto de origen de esta convivencia, que debe ser coherente con lo explicado en párrafos anteriores: racional y dirigido por los individuos.
Cuestión que los pensadores de aquel momento respondieron planteando la idea de un contrato social, como justificación teórica para que los seres humanos acordaran vivir en comunidad y decidieran actuar de forma coordinada respecto a ciertos asuntos.
Pese a las diferentes versiones, todos los autores que plantearon el modelo teórico del contrato social partían de la existencia de un agente político concreto, que se correspondía con las características del ser humano que había planteado la Ilustración, que se encontraba de manera primigenia en un algo a lo que se denominó «Estado de Naturaleza». Concepto que cada autor definía de forma diferente: anarquía y violencia extrema (Hobbes), faltaba coordinación (Locke), ausencia de moralidad (Rousseau), etc.
En todas estas formulaciones, el estado de naturaleza contaba con factores que obligaban al ser humano a dejarlo atrás. Mediante el ejercicio de su capacidad de raciocinio, los humanos concluían que era necesario asociarse en el marco de una comunidad a la que se le denomina sociedad y establecer una instancia de carácter supraindividual que se encargue de dirigir esta convivencia, denominada Estado. Estas dos resoluciones se toman en una especie de asamblea a la que se le denomina «contrato social».
Gracias a este contrato social se crean la sociedad y el sistema político modernos, junto con las reglas y principios que orientan su funcionamiento. A partir de aquí, los pensadores que plantean la idea del contrato social toman caminos diferentes y dan lugar a desarrollos teóricos muy diversos, como podemos deducir de la lectura de las obras de los autores mencionados anteriormente.
En este punto, uno de los autores más reconocidos de la Ilustración, Inmanuel Kant, aclara que el contrato social no es un hecho o una realidad histórica. Definiéndolo como una idea racional que sirve para dotar de legitimidad al Derecho y al Estado como los elementos rectores de la vida colectiva en las sociedades modernas.
No es extraño que en la obra de este filósofo, considerado como el culmen y el mayor exponente de la Ilustración alemana, se encuentren los planteamientos más elaborados respecto a este tema, aunque sea desde el punto de vista teórico. A diferencia de lo que nos ofrecen Hobbes, Locke o Rousseau, en Kant no hay una descripción hipotética de cómo sería ese proceso de «contrato social», sino una reflexión teórica acerca de lo que implica el planteamiento de esa posibilidad y lo que hace posible que esta idea pueda plantearse. Proceder que esta autor caracteriza con el concepto «trascendental».
Pero también es Kant quien con mayor claridad expone la pretensión ilustrada de que todo este constructo teórico debe dar lugar a un modelo de convivencia en armonía que poco a poco vaya suprimiendo el conflicto de todos los estadios de la convivencia humana y, al final, la racionalidad desterrará la guerra como una de nuestras formas de interacción colectiva. Ideas recogidas en un breve texto tardío tituladoSobre la Paz Perpetua (1795).
El despertar del sueño ilustrado. La era de las revoluciones
Contrario a las expectativas de los pensadores ilustrados, las nuevas ideas fueron el catalizador para una serie de nuevos conflictos y revoluciones que se produjeron al intentar implementar el modelo social y político asociado a la modernidad. Lejos de traer una paz perpetua a la convivencia humana global, las nuevas propuestas teóricas sirvieron de terreno abonado para uno de los periodos más convulsos de la historia occidental.
Acontecimientos como la Revolución americana, la Revolución francesa, el régimen del Terror que le siguió a ella, las guerras napoleónicas y sus diversos conflictos satélites demostraron en la práctica que las pretensiones ilustradas de construir una armonía social y política a partir de la razón estaban equivocadas y solo se podía esperar el efecto contrario. Algo que plasmó magistralmente Goya en un grabado titulado «El sueño de la razón produce monstruos».

El sueño de la razón produce monstruos.Francisco_José_de_Goya_y_Lucientes. Dominio Público
La realidad es que estos acontecimientos, que marcaron el final del siglo XVIII y los comienzos del siglo XIX, sugerían que la Ilustración no había comprendido adecuadamente la dinámica de su época, en concreto en el ámbito social y político. Esperar que el ejercicio de la razón diera lugar a sistemas de convivencia armónica y sosegados demostró ser una expectativa fallida.
La realidad demostró que, en el terreno de la sociedad y la política, el desarrollo de la razón podía conducir a diferentes conclusiones que podían legitimarse en ese carácter racional para enfrentarse de forma violenta. También puso en cuestión esa percepción de las líneas de los procesos que planteaban autores como Kant.
Todo lo cual obligó a realizar una reflexión crítica sobre el concepto de razón y su papel en todo este proceso llamado modernidad. Aspecto sobre el que gravitó gran parte de la obra de Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770- 1831), cuyo pensamiento introduciremos en el próximo apartado.
Conflicto, incertidumbre, modernidad. La mirada hegeliana
Resulta innegable que Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770- 1831) es una de las figuras centrales en la historia de la filosofía occidental, una de las referencias ineludibles en el estudio de la filosofía moderna y símbolo de una de las escuelas de pensamiento más fascinantes que han existido, «El Idealismo Alemán».
Gracias, entre otras cosas, a su amplio conocimiento de la filosofía anterior y a la profundidad con que analizó los planteamientos de sus predecesores y contemporáneos, pudo comprender críticamente casi todo el conocimiento filosófico de su época e incorporarlo en su propia reflexión.
Hegel era un filósofo metódico y sistemático, que una vez planteadas sus ideas las sometía a una profunda revisión; desde una autocrítica de sus propuestas, presentándolas en sus lecciones, donde a medida que las iba exponiendo a sus alumnos detectaba elementos que era necesario corregir o puntos a complementar; al igual que sometiéndolas al escrutinio de sus colegas de la época, como queda reflejado en los amplios intercambios epistolares en los que podemos apreciar la discusión de dichas ideas, consideraciones acerca de su génesis y diversas explicaciones acerca de ellas.
Respecto a la problemática planteada en el apartado anterior, Hegel desarrolla un acercamiento sistemático a la misma, que resulta plasmado en el conjunto de su sistema filosófico y en el recorrido que marcan sus obras principales. Cuyos elementos centrales parecen formulados en una obra que casualmente redactó durante el periodo de las guerras napoleónicas, La Ciencia de la Lógica (1812-1816).
Texto en el que revisó la formulación de ideas ilustradas como las de «progreso» o «razón», planteando la idea de «negación» como un concepto que permitía comprender los puntos ciegos del optimismo ilustrado. Dando lugar a una reflexión pionera sobre conceptos que podemos definir actualmente con el nombre «contingencia» o «incertidumbre».
Elementos que permiten a Hegel desarrollar la primera teoría social acerca de la sociedad moderna. Aspecto en el que profundizaremos en el siguiente post, donde explicaremos la teoría social hegeliana y las lecciones que podemos extraer de ella.