Retos de la política en tiempos de incertidumbre.

En nuestro post anterior vimos como la incertidumbre asociada a la Cuarta Revolución Industrial planteaba una serie de retos para los sistemas políticos. La dinámica de automatización constante acarrea de forma natural un aumento del desempleo de las personas, tanto en los campos de desarrollo técnico como en los oficios manuales. Por tanto, desde el ámbito político se debe intentar dar una respuesta adecuada a las preguntas:

¿Qué hacer con este grupo de personas que no tienen trabajo y que, por el proceso de evolución puesto en marcha, no tendrán esperanzas de conseguir uno?, ¿cómo hacer frente a sus necesidades?, ¿cómo preservar el equilibrio social en estas condiciones?.

La velocidad de estos procesos es tan acelerada que nos encontramos muchos escenarios punteros en los cuales ya se están abordando estas cuestiones y se está intentando llegar a una solución acorde con las mismas. Tenemos como ejemplo reciente el hecho de que en el Silicon Valley estadounidense se haya planteado en los últimos tiempos el debate de crear una Renta Básica Universal “para quien pierda su empleo por causa de un sistema experto o un robot”.

Una extraña propuesta (sobre todo para aquellos que piensan en modelos simplistas acerca del liberalismo de aquella nación), que pretende dar solución a la paradoja de un entorno socioeconómico en el que, en estos últimos cuarenta años, la productividad se ha disparado al mismo ritmo al que se desplomaban los ingresos medios de las familias, una divergencia que si bien se inició en la década de los 70, se vio profundamente agravada en lo que se ha denominado la “Wormhole Decade” de 2000 a 2010, con la crisis económica que todos conocemos.

Crisis

Fuente: Freeimages.com/Svilen Milev

 

Y esto no ha hecho más que empezar. La Cuarta Revolución Industrial, hiperconectada e inteligente, hará que la tecnología facilite un salto aún mayor en términos de productividad, algo que (como hemos visto que ha ocurrido en las últimas décadas en los EE.UU.) vendrá acompañado de un descenso equivalente en los ingresos medios de las familias, iniciando con ello un círculo vicioso: “yo produzco mejor para que tú consumas cada vez más, pero tú tienes cada vez menos capacidad para consumir todo lo que yo produzco”

¿Deberá ser la constitución de una ayuda estatal la solución paliativa a esta divergencia?…

Seguramente no, o al menos no a medio y largo plazo. No deberíamos caer en la falacia de pensar en un modelo keynesiano en el que el Estado se deba convertir en el máximo inversor que aporte los elementos que aseguren la estabilidad del marco social, ya que esto acabaría conduciendo a un endeudamiento hipertrofiado, a la pérdida de competitividad o incluso a la quiebra del propio Estado. Es necesario llevar a cabo una laboriosa regeneración de los excesos acumulados y articular medidas de más amplio calado que eviten la caída en modelos políticos y sociales de épocas preindustriales.

No en vano algunos ya vaticinan con amargura la posible llegada de un nuevo modelo de “contrato” en el que el trabajador recibe techo, comida, ropa y una ajustada aportación económica (ya que, después de todo, debe seguir siendo “consumidor”) a cambio del compromiso indefinido de aportar toda su labor productiva al empleador. En tiempos pasados esta forma de contratación recibía el nombre de “esclavitud”, pero es seguro que nuestros hábiles dirigentes podrían darle un nombre mucho más acorde a los tiempos modernos…

A tenor de tan oscuro panorama, ¿debemos ser pesimistas respecto a los augurios relativos a la desaparición de la clase media?…

Quizá no. Nuestra garantía de futuro está simplemente en el pasado, en el éxito constante que ha tenido la selección espontánea de aptitudes y actitudes humanas para generar cambios eficientes y, aun con retraso, adaptarse a ellos. Los cambios resultan grandes y hoy resultan amedrantadores, ya que la estructura productiva de la sociedad seguirá trabajando con el objetivo prioritario de eliminar una enorme cantidad de puestos de trabajo mediante la tecnología que los hace redundantes.

Esa incertidumbre, que pone en peligro los modelos sociales, requerirá una gobernanza GLOBAL que imponga principios comunes de negociación laboral que supongan un marco capaz de aportar unos valores de estabilidad, aportando al mismo tiempo aquellos mecanismos que aseguren la tendencia de favorecer la formación. Y esa gobernanza mundial también deberá establecer un conjunto de principios que disminuyan el actual estado de frustración debido a la desigualdad.

Equilibrio

Fuente: Freeimages.com/Kostya Kisleyko

Futuro en construcción: la herencia de la incertidumbre.

No lloverá a gusto de nadie, sin duda alguna. Los defensores de modelos ultraliberales considerarán una intromisión inaceptable la intervención proteccionista estatal, postulando que el mercado siempre es capaz de autoregularse con aquella “mano invisible” que sugirió Adam Smith (quien, por cierto, no se refirió al concepto más que una vez, y no bajo el marco que sugieren sus discípulos actuales). Pero tampoco gustará a los propugnadores de modelos igualitarios tener que aceptar que la especialización cada vez mayor del trabajo, en el futuro, deberá traer asociada una desigualdad en la distribución de las rentas del trabajo.

Si confrontamos ambas posiciones, la cuestión central se ajusta en la nomenclatura de la economía política. Las posturas más utópicas asumen la creencia de que la evolución tecnológica, llegada a un punto de crecimiento determinado, será capaz de superar las desigualdades y contradicciones inherentes históricamente al modelo de producción capitalista.

Su fe es tan robusta que confían en que se puede producir, en no demasiado tiempo y sin necesidad de ninguna revolución violenta, un cambio radical que afectará al funcionamiento de las estructuras institucionales, a la forma en la que las empresas se organizan, al modo de pactar las relaciones laborales y a la práctica moral de la psique colectiva. Modificaciones que alcanzarán a la mentalidad de la época, con la convicción de que tendrá lugar un redescubrimiento antropológico acerca de las ventajas que aporta proteger determinados bienes bajo un tipo de propiedad colectivizada.

Esta concepción, en cuanto a sus posibilidades históricas de realización y su rigor analítico, no puede despreciarse ni minusvalorarse, ya que en sus aproximaciones suele ser consciente del peso decisivo de las esferas política y económica para que su visión realmente suceda. Lo que ocurre es que su límite programático y su trasfondo intelectual no es más que la habitual posición liberal del capital, por consiguiente, la acomodación de inquietudes científicas y sentimentales bajo la lógica política que hace funcionar el mundo tal y como es hoy.

De cualquier modo, no nos preocupemos excesivamente por el impacto de todo esto en la Democracia, aunque algunos filósofos y politólogos mantengan la hipótesis de que, en caso de no combatirse la creciente desigualdad, ésta puede llevar al estancamiento y la autodestrucción del propio sistema democrático. La historia de la humanidad ha demostrado que es la consustancial desigualdad de condiciones de los individuos, de los entornos, de los ámbitos de competición, lo que ha impulsado el progreso general.

Fuente: Freeimages.com/ilker

Fuente: Freeimages.com/ilker

 

Expresado de otro modo, el progreso de la sociedad no es lineal, es abrupto, y nuestra historia contiene un buen puñado de ejemplos de la búsqueda constante de mayores grados de libertad en la convivencia, una pragmática capacidad social para negociar la redistribución de la riqueza (aunque siempre se ve ésta como más cicatera y menor que lo deseable) y garantizar lo que constituye la base de un sistema de bienestar.

El progreso social es una construcción que ha de mejorar las condiciones de vida de TODOS los individuos mediante la máxima equiparación de acceso a la salud, la cultura, la educación, y a cualquier clase de ocupación que la actividad económica haya creado (y para la que se esté adecuadamente preparado), un progreso que, como vemos, se ve asociado a la igualdad de oportunidades entre individuos y la libre superación de los límites que la realidad ha generado.

En otras palabras, son la diferencia, desigualdad y competición las que han generado el progreso que disfrutamos hoy, y este claramente genera y generará recursos suficientes de los que una parte se puede dedicar perfectamente a establecer medidas de gobernanza que no asfixien el éxito y, al mismo tiempo, garanticen una elevación de las condiciones de equidad para todos los ciudadanos.

Ahora bien, hacer realidad un postulado tan sencillo de enunciar pero tan difícil de aplicar nos deja la puerta abierta a una última pregunta: ¿Quién estará mejor capacitado en este futuro de la cuarta revolución industrial para establecer dichas medidas globales? ¿Un ser humano elegido bajo un sistema democrático o… tal vez una Inteligencia Artificial? Quizá la respuesta a esta pregunta nos abre una puerta a futuras entregas en este blog…

Colección de libros

Naturalistas del mundo hispánico.

Disponibles en Amazon

y en las mejores librerías del país.

La fundación Sicómoro

Somos una entidad sin ánimo de lucro, con base científica, que se dedica al Estudio de la Teoría General de Sistemas.

Deja tus comentarios.

  1. Jose Pablo Tobar mayo 6, 2016 at 12:06 pm - Reply

    Me ha gustado la manera didáctica de explicar los fenómenos de cambio asociados a la automatización de las actividades y las perspectivas que se abren gracias al desarrollo continuo de la inteligencia artificial.
    En este punto, me gustaría preguntarte si crees que en algún momento la inteligencia artificial podría llegar a suplantar de manera completa un cerebro humano (incluyendo el aspecto de las reacciones emocionales).
    Podemos aceptar el error humano y comprender que la afectación debido a fenómenos externos (afectivos, sociales, ideológicos, etc.) puedan condicionar una decisión. En el caso de las maquinas partimos de una base diferente, confiamos en que no tengan ese tipo de condicionantes y que puedan tomar decisiones objetivas en cualquier situación, debido a que no tienen presión (la velocidad de procesamiento hace que incluso el factor plazo pueda ser superado) y no responden a sentimientos personales o afectivos.
    Por último, ¿puede ser esto uno de los limites para el desarrollo de la inteligencia artificial?, ¿tiene sentido intentar superar estos límites?.
    Muchas gracias por el post, he disfrutado mucho con su lectura.

    • Fernando Garcia-Quismondo mayo 10, 2016 at 9:20 am - Reply

      Gracias por tu comentario, José Pablo.

      Por dar una respuesta breve a tus preguntas (una respuesta extensa nos daría para varios artículos en este foro de debate), en mi opinión la Inteligencia Artificial reemplazará sin duda alguna a varias de las “inteligencias humanas” (los expertos enumeran seis) en lo que se ha dado en llamar el fenómeno de la “Singularidad Tecnológica”, pero… no reemplazará en su conjunto a LA Inteligencia Humana.

      ¿Por qué digo eso? Bueno, nuestro cerebro no es un gigantesco ordenador conectado a la manera en que lo están los circuitos, ni siquiera aunque hablemos de “redes neuronales” o “computación cuántica”; es un mecanismo bastante “cutre” en ese sentido -afortunadamente- que aplica muy a menudo unas reglas condescendientes para ejecutar sus procesos basándose en impulsos, improvisaciones, caprichos, olvidos (voluntarios o inconscientes), falseamiento de la información, etc.

      Toda esta FLEXIBILIDAD generada a partir de esa “imperfección” ha supuesto una gran ventaja en el proceso de adaptación evolutiva y nos ha permitido no solo sobrevivir, sino incluso mantener ese impulso nuestro tan HUMANO que es la búsqueda de la felicidad, mucho más allá de la consecución de unos fines meramente materiales.

      Si simplemente considerásemos que “pensar” es exactamente igual que “razonar aplicando unas leyes rigurosas y lógicas”, indudablemente una Inteligencia Artificial será mucho mejor “pensadora” que nosotros, pero lo cierto es que nuestro cerebro nos guía en las decisiones con un sentido más práctico que lógico, se basa más en creencias y hábitos de pensamiento que en las leyes puras del razonamiento objetivo.

      En resumen (tampoco me quiero extender mucho más en un comentario), creo que los sistemas de Inteligencia Artificial nos superarán -y en algunos casos ya lo están haciendo- en inteligencia lógico-matemática, en inteligencia lingüística, en inteligencia corporal-cinética o en inteligencia visual-espacial, pero veo algo más complicado esa superación en el ámbito CREATIVO de la inteligencia musical (aunque tenemos muchos ejemplos de que ciertos tipos de música actual son claramente automatizables…), y sobre todo en el ámbito EMOCIONAL de la inteligencia intrapersonal y la inteligencia interpersonal, donde también entran en juego los factores éticos.

      Espero con esta breve reseña haber cubierto, al menos parcialmente, tu consulta.

  2. Roberto Sánchez mayo 11, 2016 at 5:03 pm - Reply

    Felicidades por el artículo. Con respecto a lo que se comenta en relación a los dos modelos antagónicos liberalista vs keynesiano y las desigualdades que se generan: el primero necesita que exista un mercado y para ello debe existir alguien que provea productos y servicios y alguien que los compre. Si cada vez hay menos elementos en el sistema capaces de comprar habrá menos incentivos a producir y el sistema no se sostendrá. En cambio el modelo keynesiano, visto únicamente desde el punto de vista de que ‘papa estado’ corrige las desigualdades que provoca el mercado, sólo funciona a corto plazo. El sistema funciona cuando se expande esto sucede cuando se genera riqueza y se distribuye. El progreso social sólo se consigue cuando la situación toca fondo y se hacen inevitables los cambios con las consiguientes tensiones. El acatamiento por parte de las fuerzas sociales de un sistema gestionado a través de modelos de inteligencia artificial lo veo irreal porque ante situaciones similares, en función de ideologías distintas se aplican soluciones distintas. ¿Bajo que ideología se va a desarrollar dicho sistema de inteligencia artificial?.

    • mayo 19, 2016 at 4:23 pm - Reply

      Hola, Roberto. Ante todo, muchas gracias por tu comentario. Coincido plenamente contigo en que las “ideologías” (si es que aún se puede hablar de ellas…) supondrían un factor clave para poder considerar la eventual toma de decisión por parte de una Inteligencia Artificial en respuesta a una situación tan compleja como la que hablamos, con las características y el impacto social que estamos debatiendo.

      Sin embargo, las cosas no tendrían por qué ser “binarias”. Aunque me estoy adelantando en parte a un artículo que ya estamos preparando para su próxima publicación, creo que es indudable que una Inteligencia Artificial podrá -o puede ya- superar a un humano en cuanto a su “inteligencia lógico-matemática”, apoyando con todas las evidencias disponibles los resultados obtenidos.

      Pero, dejando de lado otros tipos de inteligencia, hay un par de “inteligencias humanas” a las que ya hacía referencia en mi anterior comentario de respuesta a José Pablo (la inteligencia intrapersonal y, sobre todo, la interpersonal, donde entran en juego aspectos como la empatía, la ética, la justicia, etc.) que -al menos a día de hoy- resulta dificil ver su reemplazo por parte de una Inteligencia Artificial. Podremos imitar una “ética” o una “ideología”, desde luego, pero aún es pronto para determinar cómo una IA podría tener realmente una “ética” propia que no sea el resultado de un modelado externo.

      Como decía, eso no tiene por qué suponer el rechazo al “asesoramiento” que puede dar la IA, y poner en valor esa mayor capacidad en cuanto a inteligencia lógico-matemática. Imaginemos un sencillo escenario hipotético en el que se somete al criterio de una IA si un conjunto de industrias deben cerrarse, ser deslocalizadas, o mantenerlas abiertas (algunas) porque hay determinados avances innovadores que podrían aplicarse -a un coste determinado- para mantener o incluso incrementar su productividad en un plazo no definido. Aunque la IA no tenga en cuenta aspectos “éticos” relativos al eventual despido de los trabajadores, sí puede hacer estimaciones respecto al impacto económico de dichos despidos, considerar ahorros de coste y retorno de la inversión en caso de deslocalización o renovación, etc., etc., etc. Con ello, podría elaborar su informe basado en un conjunto de EVIDENCIAS y factores de probabilidad respecto a las distintas alternativas. Un informe que, en caso de ser público, permite no sólo a los “ideólogos” de la clase dirigente justificar la toma de una decisión u otra, sino también al ciudadano conocer el impacto de dichas opciones.

      Nos guste o no, podría ocurrir que realmente mantener esas industrias sea inviable por todos lados, en cuyo caso mantenerlas puede suponer un lastre no solo para la empresa sino para el estado, que debería asignar unos recursos comunes para dicho mantenimiento, ¿estaría dispuesta toda la sociedad a hacerlo en aras de la solidaridad con los afectados?
      Pero también podría ocurrir que el supuesto ahorro de costes por la deslocalización no vaya a suponer un beneficio global, y en ese caso ¿cómo va a justificar una empresa (o el gobierno) las supuestas ventajas de dicha deslocalización?
      O también que el retorno de la inversión resultante de remodelar radicalmente esas industrias sea a más largo o más corto plazo de lo que le gustaría defender a políticos de una y otra tendencia…

      Aunque la decisión final para un caso así se tomase a nivel “humano” teniendo en cuenta ya los factores de impacto social (a nivel ético), la ideología del gobierno de turno o (¿por qué no?) una votación en caso de que afecte a los intereses de la ciudadanía, ¿no sería positivo saber que al menos “las cuentas están bien hechas” y no falseadas según determinados intereses ideológicos o económicos?

      De todos modos, el ejemplo que he dado aplica para una situación relativamente compleja desde una perspectiva social/humana. Creo que habrá muchas tomas de decisión de mucho menor calado que posiblemente puedan ser tomadas de forma automatizada por una IA gracias a su inteligencia lógico-matemática, lingüistica o visual, siempre que las evidencias y probabilidades resultantes se encuentren dentro de un marco global de beneficio e interés para TODO el conjunto de la sociedad, ya sean trabajadores o empresarios, liberales o igualitarios.

      Ahora bien, ¿interesaría a los grupos de poder político y económico plantear semejante escenario, o intentarán convencernos de que es mejor que sea la IA quien tome la decisión teniendo en cuenta “parámetros extra que vienen marcados por aquella preferencia ideológica que han establecido las urnas”? En ese caso estaríamos en el escenario que marcas al final de tu comentario.

  3. Angela octubre 4, 2016 at 2:27 pm - Reply

    Hola … Me Podrian Ayudar.. Necesito saber el factor social con respecto al equilibrio personal..

    • octubre 6, 2016 at 4:15 pm - Reply

      Disculpe, Ángela. ¿Podría indicarnos con mayor exactitud a qué se refiere su pregunta? ¿A si existe algún tipo de correlación o impacto entre el equilibrio social y el equilibrio personal del individuo? ¿A si hay algún elemento en el ámbito de lo social que refleje o altere el equilibrio personal? Con gusto intentaremos dar respuesta a su petición.