Orwell: literatura, política sociedad
Pocos diagnósticos sobre los sistemas políticos autoritarios son tan contundentes como el realizado por el escritor y periodista británico George Orwell en dos novelas: «1984» y «Rebelión en la Granja». Textos en los que aprovecha la libertad creativa que permite la ficción para representar fenómenos sociales y políticos de gran complejidad.
Mientras «1984» muestra el funcionamiento cotidiano de un régimen autoritario y las distintas herramientas de las que hace uso para garantizan su continuidad, «Rebelión en la Granja» describe la génesis y consolidación de este tipo de sistemas políticos.
Si bien es conocido que Orwell escribió estos libros como denuncia contra el régimen estalinista soviético y los esfuerzos que estaban realizando ciertos intelectuales de su época para ocultar la gravedad de sus acciones; ambos libros han alcanzado una relevancia cultural e intelectual que trascendió el contexto en el que fueron escritos y al que hacen referencia.
Es innegable la relevancia que tiene «1984», cuya inquietante descripción de una sociedad totalitaria se ha convertido en nuestra representación más conocida de una distopía, como mencionamos en otra entrada de este blog, opacando en cierta medida a «Rebelión en la Granja»; novela corta escrita pocas años antes y cuyo mensaje podía resultar más inquietante en varios aspectos.
Con este post se espera subsanar esta injusticia histórica y destacar la gran actualidad del mensaje transmitido por «Rebelión en la Granja».
Sobre la libertad del pensamiento crítico
A pocos meses de haber acabado la Segunda Guerra Mundial en Europa, agosto de 1945, la editorial inglesa Harvill Secker publica un nuevo libro de George Orwell titulado «Rebelión en la Granja». Una mezcla entre fabula y novela corta que contaba la historia de un grupo de animales que vivían en una granja.
Libro que a ojos del lector actual resulta ameno y divertido, pero logra ser publicado aquel mes de agosto después superar varios escollos planteados por editoriales, varios intelectuales de la época y hasta el propio gobierno británico. Quienes temían que el contenido pudiera incomodar al régimen estalinista que gobernaba en aquel momento la Unión Soviética.
Por esta razón «Rebelión en la Granja» fue rechazada por 3 editoriales antes de encontrar quien lo publicara.
Orwell, un conocido corresponsal de guerra que había cubierto los conflictos más cruentos de la época y con varias publicaciones en su haber, recibió con indignación estas negativas motivadas por lo que el denominaba «autocensura» y «cobardía intelectual», dos conceptos que dominaban la cultura británica de aquel momento pero que vuelven a estar de gran actualidad.
Volcó esa indignación en un prefacio que redactó para dicha obra, titulado «La Libertad de Prensa», que no fue publicado en sus primeras ediciones y permaneció oculto hasta 1971. Documento muy potente en el que desarrolla una serie de reflexiones sobre el papel de los escritores, los intelectuales y la prensa que siguen estando vigentes.
Breves páginas que introducen magistralmente el tema principal de «Rebelión en la Granja»: los peligros que surgen cuando dejamos de pensar por nosotros mismos y nos convertimos en meros seguidores de cualquier idea o movimiento.
El camino de la distopía comienza con una utopía
«Rebelión en la Granja» cuenta la historia de un grupo de animales que habitan una granja de la campiña inglesa cuyo dueño, el señor Jones, lleva a cabo una gestión negligente de la misma que afectaba negativamente a las condiciones de vida de los animales.
Quienes realizaban extenuantes jornadas de trabajo, mientras experimentaban limitaciones en los relativo a su alimentación y condiciones de descanso. Situaciones que provocaban su queja, frustrados al comprender que no eran dueños del fruto de su trabajo y que éste no revertía en mejores condiciones de vida para ellos.
Una noche en la que estaban reunidos todos los animales tomó la voz un cerdo mayor, muy respetado por su conocimiento y sabiduría, quién relató un sueño que había tenido la noche anterior; en el que visualizó un futuro mejor para la granja, en el que los animales eran quienes tomaban las decisiones y no estaban subyugados a lo que dijera el ser humano.
Inspirados por este sueño y la utopia que prometía, los animales empezaron un proceso revolucionario. Para ello crearon un movimiento al que denominaron «animalismo», definido por los siguientes 7 principios:
- Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.
- Todo lo que camina sobre cuatro patas, nade, o tenga alas, es amigo.
- Ningún animal usará ropa.
- Ningún animal dormirá en una cama.
- Ningún animal beberá alcohol.
- Ningún animal matará a otro animal.
- Todos los animales son iguales.
Comprometidos con hacer realidad este proyecto revolucionario los animales de la granja se agruparon en una sólida comunidad dedicada a conseguir este objetivo, que terminó convirtiéndose en una entidad homogénea en lo relativo a su pensamiento y opiniones.
En la búsqueda de ese sueño utópico los animales de la granja renunciaron a gran parte de su libertad individual y al ejercicio de su capacidad crítica. Decisión errónea que tendría graves consecuencias a medidas que se avanzaba en el proceso revolucionario.
Dos cesiones que podrían llegar a considerarse menores, sino fuera porque son las primeras de una larga lista de renuncias en virtud de las cuales perderían por completo su capacidad para disentir de la voluntad colectiva, aceptando condiciones de vida y ritmos de trabajo claramente peores que los originales. Todo ello justificado por la necesidad de aportar todo el esfuerzo posible para construir ese paraíso utópico.
La senda del poder
«Rebelión en la Granja» no solo muestra el proceso mediante el cual degenera la utopía hasta convertirse en distopía. También expone la forma en que la que se produce el tránsito del ideal democrático al autoritarismo.
Una vez los animales de la granja lograron desterrar al hombre y asumieron el control de la misma, se hizo evidente que necesitaban desarrollar una organización eficaz para seguir garantizando su funcionamiento. Por tanto se hizo necesario contar con líderes que organizarán el trabajo colectivo.
Aunque los principios del movimiento establecían la igualdad entre los animales y defendían un carácter democrático (entendido a la manera colectivista), en la práctica este tipo de decisiones recayó desde el comienzo en los promotores de la revolución: los cerdos. Quienes asumieron estas funciones con el beneplácito y el aplauso del resto de los animales.
Desde la legitimidad proporcionada por ese acuerdo mayoritario, los cerdos se embarcaron y embarcaron a toda la granja en un proceso de reestructuración que se fue orientando de manera paulatina hacia la toma de decisiones menos asamblearia.
Proceso que condujo a la modificación de los principios animalistas, que pasaron a quedar redactados de la siguiente forma:
- Ningún animal dormirá en una cama con sábanas
- Ningún animal beberá alcohol en exceso
- Ningún animal matará a otro animal sin motivo
Dando lugar a un nuevo orden social, más cercano a modelos oligárquicos que a los democráticos, que permitió a los cerdos hacerse con el control absoluto de la granja y dotándolos de la capacidad de ejercer su poder de forma arbitraria.
Poder apuntalado por una resignificación de la realidad y de la historia del movimiento, a cargo de una eficaz herramienta de comunicación y propaganda ejercida por la ovejas, junto con un sistema de represión basado en el miedo que estaba a cargo de los perros.
En este punto del proceso ningún animal tenía permitido disentir, se exponían a una dura represión si expresaban abiertamente su opinión y podía ser reprimido de forma cruel (incluso asesinado) si los líderes tenían la más mínima sospecha sobre su fidelidad al movimiento.
Al final el proceso revolucionario, el sueño utópico se había convertido en una distopía autoritaria reflejada en el único principio que aún conservaba el movimiento revolucionario, aunque redactado de forma muy particular:
- Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.
Con el que se marcaba el origen de una cruenta dictadura, en muchos aspectos peor que la situación de partida que se pretendió superar con la revolución, donde la nueva clase dirigente representada por los cerdos era prácticamente indistinguible de lo que había representado el dominio humano; como plantea el final de la novela:
Los animales que estaban fuera miraban a un cerdo y después a un hombre, a un hombre y después a un cerdo y de nuevo a un cerdo y después a un hombre, y ya no podían saber cuál era cuál
George Orwell. Rebelión en la Granja.
Lecciones para una democracia compleja
Igual las fabulas clásicas «Rebelión en la Granja» busca dar una enseñanza al lector, para estimular su juicio crítico ante la situación que presentaba el relato y desarrollar una reflexión propia al respecto. Planteando un optimismo ausente en «1984», donde se muestra que para el ser humano es imposible enfrentarse a la maquinaria totalitaria.
El autor advierte sobre los peligros de aquellos discursos idealistas, que prometen alcanzar el bienestar supremo a cambio de nuestra total obediencia y asumir una forma de ver la realidad carente de matices, en la que hemos dejado de pensar por nosotros mismos.
Traduciendo esta idea a términos más contemporáneos; en 1945 Orwell estaba señalando el riesgo que implicaban los discursos simplificadores. Entendiendo por éstos, los que pretendían dibujar la realidad a partir de la oposición bueno-malo en la que cada lado estuviera claramente de terminado y no hubiera posibilidad de encontrarse en el medio. Negando la gran complejidad que podía tener dicha situación, representada en la amplia gama de matices que podrían encontrarse entre ambos extremos.
Dando lugar a una postura reduccionista que en el ámbito de la política y la sociedad pocas veces puede conducir a buen puerto.
Orwell también advierte acerca de las renuncias que se está dispuesto a realizar por alcanzar la satisfacción de ideales políticos. Aunque es comprensible que para lograr un objetivo deseado se deban hacer esfuerzos extras o sacrificios; nunca será buena idea renunciar a nuestra capacidad para pensar de forma independiente y a la libertad de expresar una opinión diferente a la de la mayoría.
Encontrarse en un contexto que limita estas libertades es algo de por si inquietante, pero renunciar voluntariamente a ellas en aras de cumplir un ideal político siempre resultará una muy mala idea.
Nuevamente nos encontramos frente a una situación en la que se quiere eliminar diferenciaciones y matices. En la que se da la espalda a la riqueza que promocionan otras formas de ver la realidad. En fin, otro esfuerzo por dejar de lado la complejidad.
«Rebelión en la Granja» también es un alegato sobre el peligro de simplificar el ejercicio del Poder mediante la adopción de estructuras cerradas y poco flexibles, basadas en el desconocimiento y supresión de la complejidad interna de la comunidad que se está gobernando. El Poder se debe construir desde la base y no ejercerse de forma mesiánica.
Cualquier propuesta de construcción del Poder político que contradiga ambos elementos debería provocar nuestra alarma y activar nuestro juicio crítico. Después de todo, como muestra Orwell en la novela, no resulta raro que la ascensión del autoritarismo se produzca con el aplauso entusiasta de las personas a las que reprimirá posteriormente.
Como conclusión y peculiar moraleja dirigida al lector contemporáneo conviene recordar que hace casi 80 años en un libro muy corto, que escasamente supera las 100 páginas, George Orwell alertaba sobre el peligro de no tener en cuenta la complejidad de la sociedad y pretender eliminarla. Preocupante pretensión a la que desafortunadamente estamos muy acostumbrados actualmente, reflejada tanto en la cultura de la cancelación que campa a sus anchas en nuestras sociedades, como en el neo-populismo que gana protagonismo en la vida política.
Ante este complicando panorama nuestra mejor opción sigue siendo aprender a convivir con la complejidad, intento que no es fácil de llevar a cabo y al que históricamente solo han podido acercarse, a pesar de evidentes limitaciones, los sistemas políticos democráticos.
Por eso nuestra mejor alternativa para superar la actual crisis política y social pasa por avanzar en el desarrollo de un nuevo modelo de democracia, adaptado a la complejidad que caracteriza a las sociedades del siglo XXI: la Democracia Compleja