En la novela «1984» George Orwell dibuja un escenario distópico donde el mundo  se encuentra divido  en tres grandes bloques dominados cada uno de ellos de forma autoritaria: Oceanía, Eurasia y Asia Oriental. Desarrollándose el argumento de la historia en la primera de estas.

Oceanía es una entidad política ficticia dirigida por un partido denominado «Ingsoc» (abreviatura de socialismo inglés).  Cuya estructura, ideales, principios y procedimientos recuerdan al de los dos grandes partidos autoritarios del siglo XX (Partido Nacional Socialista Alemán, Partido Comunista de la URSS, etc.).

El libro describe lo que podríamos considerar  una «utopía totalitaria». Un régimen en el que las personas actúan, piensan y sienten de acuerdo con lo establecido por una élite dominante. La cual adquiere un carácter ubicuo a través de unos medios de represión  funcionalmente operativos; pero cuya mayor fortaleza no era su impresionante aparato de represión, que también, sino la  capacidad  para permear la mente de todos los integrantes de la comunidad   provocando que no tengan voluntad de disentir frente al poder.

 

Dibujo del rostro de George Orwell Imagen de Gordon Johnson en Pixabay

El argumento de la novela demuestra que cualquier intento por  escapar de ese control, como el que  busca llevar a cabo el «protagonista» de la misma, está condenado al fracaso. Así mismo, al final de todo el proceso, la identidad individual queda  subsumida dentro de la identidad colectiva. De forma que el individuo se convierte en algo totalmente irrelevante.

En este post no pretendemos hacer un análisis exhaustivo de este libro, cuya lectura recomendamos. Sino aprovechar partes de su argumento para ilustrar algunas de las decisiones que está tomando el gobierno ruso en el marco de la invasión que lleva a cabo contra  Ucrania.

Entre el amor y el temor. Un malévolo  equilibrio

Haciendo un análisis de cómo construye su poder Ingsoc, se puede apreciar que el elementos central en el que se sustenta no es la capacidad coercitiva de las instituciones. Que pese  a su eficacia no bastan para controlar cualquier posibilidad de disidencia.

Pues el miedo y el temor no son suficientes para prevenir la disidencia, lección que nos ha enseñado la historia en repetidas ocasiones.

El éxito de esta distopia orwelliana reside en que nadie quiere sublevarse, bien sea porque no lo contemplan como opción viable o, siendo está la verdadera garantía para la supervivencia del régimen, porque han llegado a amar el sistema tal y como es.

¿De qué manera puede  producirse esto?… Para ejercer su dominio Ingsoc aplica una estrategia efectiva, implacable y lineal.

 

Imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay

Primero, controla toda la información que llega a los ciudadanos a través de una serie de medios oficiales, los únicos que son aceptados  dentro del país, que se encargan de transmitir de manera continua  un relato cerrado e interesado de la realidad en la que viven. Ofreciendo  a los ciudadanos  un papel concreto dentro del mundo, una serie de principios que deben ser obedecidos sin cuestionar, un enemigo causante de todos los males que le afectan y un líder que se encarga de proporcionar la estabilidad a todo el sistema…. «el Gran Hermano».

Gracias a este control de la información, como segundo punto, se construye una realidad propia del sistemas. Tarea que se consigue gracias a un uso interesado del lenguaje, denominado «neo-lengua» que permite tergiversar los hechos de forma que confirmen lo que dice el partido o los líderes.

Este instrumento, la neo-lengua, está compuesto por una serie de neologismos conceptuales que son creados a conveniencia del partido y cuya significación, junto con los hechos que representa, pueden mutar a voluntad de quienes ejercen el control del sistema sin que los «ciudadanos» sean capaces de percibir dichos cambios.

A partir de aquí llegamos al tercer punto, el aislamiento.  Oceanía es un régimen cerrado sobre sí mismo, que mira con desconfianza y odio al resto del mundo.  Permaneciendo en constante enfrentamiento con sus vecinos, alimentando continuamente un bucle de aislamiento.

 

Imagen de Alexas_Fotos en Pixabay

En cuarto lugar, como no podía ser de otra manera, están las instituciones de represión. Capaces de los actos más brutales para garantizar la preservación del régimen pero que, contrario a lo que se podría pensar, no buscaban suprimir a las personas que cometían las faltas, sino convertirlas en fieles acólitos del sistema por su propia voluntad.

Una vez lograda esta meta poco importaba su existencia física,  como nos demuestra el inquietante final de la novela.

Invasión a Ucrania y las realidades alternativas de Putin

Teniendo en cuenta que en la obra de Orwell podemos identificar dos libros que son una clara metáfora del régimen estalinista soviético, la mencionada «1984» y «Rebelión en la Granja», no es difícil encontrar también en ellas coincidencias con un régimen como el de Putin, quien también tiene en Stalin una referencia para el ejercicio del poder.

Coincidencias que se han hecho evidentes, de forma trágica, en el desarrollo de la invasión Rusa a Ucrania.

Desde hace meses Putin viene  generando un escenario en el que poder justificar la invasión; mediante la construcción de un relato  en línea con esta decisión. Comenzando por sus continuas proclamas acerca de la identidad étnica común, de tipo eslavo, entre rusos y ucranianos. Así como la reivindicación de un origen histórico común, en el llamado Rus de Kiev.

Igualmente llamativa es la reivindicación realizada por Putin ( en artículos, discursos y ensayos de circulación interna) a una historia compartida que  se remonta a ese Rus de Kiev, que continua durante la era soviética y se prolonga hasta la actualidad; cuando una minoría  de «nazis drogadictos» se ha hecho con el poder en Ucrania, oprimiendo a la mayoría del pueblo ucraniano y luchando por separarlo de sus hermanos rusos.

Relato que ha sido la base para construir una realidad alternativa en línea con las pretensiones del Kremlin, convenientemente alimentada con un arsenal de fake news, testimonios interesados en las redes sociales, etc.

Aunque fuera de Rusia puede resultar difícil creer o compartir este relato y la «realidad» a la que sustenta, debemos ser conscientes que el ciudadano ruso no suele tener acceso , por diferentes motivos, a informaciones del exterior que le permitan contrastar lo que aparece en los medios oficiales.

Por lo tanto, para gran parte de la población rusa, estamos hablando del país más extenso del mundo, la única información a la que tienen acceso solo proviene medios oficiales. Situación que resulta más que evidente fuera del entorno de las grande ciudades que todos conocemos: Moscú y San Petersburgo.

Imagen de Oleg Shakurov en Pixabay

A través de esos medios oficiales no solo se ha promovido este relato, también fue a través de ellos en el discurso que dio la madrugada del 24 de febrero cuando Putin  indicó, en un ejercicio que recuerda un poco a la neo-lengua de Orwell, que había autorizado una «operación militar especial» para «des-nazificar» Ucrania.

Eludió de manera deliberada el uso de los términos «guerra» o «invasión» por no ser acordes con el relato que buscaba transmitir a su población.

A los pocos días de comenzar los enfrentamientos en Ucrania  la Duma rusa aprobó una ley  por la que el uso de dichos términos (guerra e invasión) podría sufrir pena de prisión por de 15 años. Castigo que también podían sufrir personas acusadas de desacreditar al ejercito ruso, difundir mentiras sobre su actuación en Ucrania o desinformar.

Entendiendo por desinformación dar a conocer cualquier mensaje que vaya contra las afirmaciones oficiales que emita el Kremlin.

Si a esto le sumamos que dicha ley endurece las penas por protestar contra el gobierno o manifestarse contra la operación en Ucrania, de hecho hemos visto a personas detenidas simplemente por exhibir una hoja en blanco, así como  las restricciones al uso de las redes sociales; podemos apreciar  la puesta en marcha de un bloqueo informativo hacia el exterior.

Situación a la que alegóricamente se le está denominando «Telón d Acero Digital»

En algo mas de un mes Putin ha puesto en marcha un control total de la información, estableciendo un uso eufemístico de las expresiones que nos puede recordar a la neolengua, y ha conseguido aislar comunicativamente a Rusia del exterior.  Por lo que, en cierta medida, las últimas semanas ha representado un claro acercamiento a la ficción reflejada en la obra de Orwell.

Información y poder en la cultura política rusa

La pregunta obligada en este punto es si tal aislamiento informativo  puede realizarse de forma eficaz. Si es posible aislar por completo a un país del tamaño de Rusia, después de todo estamos hablando del país más extenso del mundo, de toda la información que circula fuera de sus fronteras.

Aquí, como en muchos remas relacionados con esta situación , no es posible aportar una respuesta concluyente.

Imagen de PublicDomainPictures en Pixabay

Aún en la época soviética, pese a la ausencia de redes sociales, la Red TOR, VPNs y el gran entramado de herramientas tecnológicas que permiten saltarse los bloqueos informativos; las personas interesadas en obtener información del exterior tenían medios para superarlos.

Cierto que eran medios artesanales (periódicos o libros introducidos entre la ropa interior en alguna maleta, información que pasaba de boca en boca a través de códigos secretos, la señal de radio y otros recursos mucho más rebuscados) pero al igual que pasa con el contrabando mientras exista demanda siempre habrá alguien dispuestos a intentarlo.

Incluso el «Gran Cortafuegos» ( también llamado «Gran Muralla Digital») con el que  China pretende aislarse del exterior tiene grietas.

También conviene recordar que en la época soviética una de las medidas más importantes de las autoridades estaba relacionada con la autorización para viajar al exterior. Las cuales solo eran emitidas a personas muy comprometidas con el partido y que cumplieran una función de representación importante.

La prohibición de viajes al exterior fue un castigo habitual para artistas y deportistas que no se comportaban como se consideraba  «adecuado», que violaban las normas de conducta establecidas por las autoridades o  cuya deserción era  previsible.  El hecho que esto, situación asimilable al bloque aéreo contemplado en el paquete de sanciones,  no hubiera  evitado el ingreso a la URSS de información opuesta a la doctrina de sus líderes solo reafirma como conclusión que..

Técnicamente hablando  no es posible aislar completamente a un país del exterior en la era digital 

Aquí  el éxito de este proyecto no consiste tanto en la capacidad tecnológica de aislar un nación, sino en la voluntad de sus ciudadanos de dar la espalda a lo que provenga del exterior. Esa es la idea central de «1984» y una lección que los lideres ruso-soviéticos  han tenido clara siempre.

En el caso de Putin, nos encontramos ante un líder muy hábil en el manejo de las emociones  y que sabe claramente como movilizar la voluntad de un pueblo, por cierto una de las armas más temibles del KGB durante la Guerra Fría,  por lo que n sorprende que  su popularidad se encuentra ahora mismo por las nubes.

Sin entrar a especificar porcentajes, sobre los cuales es difícil tener certeza por las limitaciones de cualquier estudio que se lleva a cabo en las actuales condiciones,  agencias de inteligencia competentes y medios de comunicación poco sospechosos de rusofilia coinciden en que la popularidad de Putin ha subido desde el comienzo de la invasión.

Esto es un hecho que podemos achacar a diferentes motivos: el carisma de Putin, su capacidad para movilizar la opinión publica rusa mediante un discurso nacionalista, el papel cohesiónate de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el orgullo nacionalista que de por sí caracteriza a la cultura política rusa, etc. Seguramente la respuesta la podamos encontrar en una combinación de estos factores, junto a la presencia de otros que no han sido mencionados.

Imagen de Tashanta- Zona rural Rusa en la frontera con Mongolia
Imagen de jacqueline macou en Pixabay

Precisamente en el estudio de la cultura política rusa puede darnos las pistas para entender las decisiones de Putin, sus movimientos, la reacción del pueblo ruso y las consecuencias que esta situación pueda provocar para todos los implicados.

Una cultura política muy compleja y que desde Occidente no nos resulta fácil entender con facilidad, por la confluencia de una serie de factores que no podemos abordar en este texto, pero que burdamente podemos resumir en el desprecio a la debilidad y el fracaso.

A lo largo de su historia, tanto en Rusia como en la Unión Soviética, los gobiernos o líderes depuestos  han sido los que sido los considerados débiles o perdedores en algunos conflictos que han puesto en evidencia la debilidad del país. Aquí, encontramos una gran excepción, Stalin y su derrota en la Guerra de Invierno, quien logró salvarse a dos factores: pudo maquillar su derrota con una serie de ganancias territoriales  a costa de Finlandia y el ataque de Hitler a la URSS colocó el foco de atención en otro punto.

Seguramente este factor es el que más preocupa a Putin, quien no deja de señalar en la debilidad de Gorbachov y otros líderes de la antigua URSS la causa de los problemas que la Rusia actual intenta revertir. Pues entiende que empezar a ser visto como un líder débil será el comienzo del fin de su carrera política.

Es esta la razón por la que la invasión a Ucrania puede considerarse un importante error de cálculo, para el cual no tiene una solución satisfactoria, al que está buscando una salida  digna … A cualquier coste.

Sobre verdad y cultura política

Volviendo a «1984» desde que leí la obra y siempre que la he vuelto a  leer, siempre e experimentado la sensación de que pese a todas las menciones acerca de la verdad y la falsedad que podamos encontrar en ella estos conceptos no tiene ningún valor o sentido político en Oceanía.

Tiende a dar la impresión que Ingsoc ha llegado a construir  su utopía totalitaria no sobre la mentira, si no sobre la irelevancia de la distinción  verdadero/falso. En la novela  esa distinción no importa, su aparición es más bien marginal y según avanza la trama tiende a desaparecer.

Sensación que Orwell logra trasmitir de manera magistral al lector según evoluciona la historia.

Inquietante percepción que parece estar presente en la forma como  la población rusa está reaccionando a las noticas que se producen alrededor de la guerra, incluida la de los crímenes de guerra  que se han producido en varias de las ciudades atacadas.   Detrás de esta postura parece estar la ausencia de la verdad (o lo verdadero) como un elemento políticamente relevante.

Este no es un fenómeno como los asociados a  ciertas vertientes posmodernas, en las que pese a relativizarse el concepto de verdad y vincularlo a cierta forma de construcción narrativa, se sigue planteando su existencia y manteniendo un mínimo de incidencia política.

En la situación la verdad simplemente es algo que no está y que nadie espera que tenga importancia política.

Tal vez aquí resida la diferencia en el éxito del mensaje de Putin, que se basa en un sentimiento nacionalista de corte irracional, frente al fracaso del modelo soviético, que siempre tuvo como base una expectativa de racionalidad lógica que se construía a partir de pensamiento marxista.

¿Quiere esto decir que Putin  tiene posibilidades de triunfar donde el viejo Partido Comunista Soviético fracasó? Todavía es pronto para saber, solo nos queda seguir observando este trágico proceso.

 

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  1. JOSUE GUILLERO VARGAS ORTIZ abril 9, 2022 at 9:30 pm - Reply

    EXCELENTE apreciacion del conflicto RUSIA–UCRANIA y sus actores.De otro lado no conocia la Novela 1984 deORWELL.Creame que enciitrre el libro y lo leere completo.
    Dr.TOBAR millon de GRACIAS o por la Brilante Cronica..
    Le animo a seguir el tema a fin de istruirnos mas..

    • abril 11, 2022 at 3:00 pm - Reply

      Muchas gracias por tu comentario Josue. Me alegra escuchar que esta reflexión te ha motivado a leer la novel de Orwell, una joya intemporal que vale la pena leer junto con “rebelión en la Granja”