La séptima, y última, sesión del seminario abordó el corazón del pensamiento filosófico hegeliano. Aspecto que, de acuerdo con lo indicado por el Prof. Villacañas, reside en su componente especulativo.

La reflexión hegeliana en este punto está centrada en la filosofía de la historia y en el problema de la teodicea. Ámbito de pensamiento que nos acerca al conocimiento del Hegel más difícil de entender: el más complejo, el más oscuro y el que plantea las ideas más polémicas. En este punto adquieren relevancia los conceptos: sistema, lógica, historia, dialéctica.

Posteriormente, se aborda la cuestión de la herencia hegeliana.  Lo que ha llevado a considerar el pensamiento de diferentes autores a los que se identifica como estos herederos de Hegel, dentro de los que se incluyen Marx-Engels, Rosa Luxemburgo, el Georg Lukcás que escribe en 1924 el ensayo sobre Lenin, Hermann Heller y Franz Rosenzweig.

El problema de la teodicea

El problema de la teodicea no es algo nuevo para Hegel; de hecho, ha estado muy presente a lo largo de su pensamiento. Pues aparece por primera vez en un texto temprano, del año 1800, donde explica su reacción al contemplar una obra de Schiller sobre Albrecht von Wallenstein.

En esta obra de teatro, Schiller intenta identificar el Espíritu de los Tiempos a través de la presentación de la figura de Wallenstein, destacado mariscal de campo alemán durante la Guerra de los Treinta Años. En el trasfondo del desarrollo argumental de la obra, Schiller intenta dar respuesta a la pregunta: ¿puede ser la guerra fuente de legitimidad?

Para Schiller, la guerra no es legítima de ninguna manera y, por tanto, no puede llegar a convertirse en fuente de legitimidad. Su interpretación de la Guerra de los Treinta Años le indica que la legitimidad militarista no puede fundamentar una teodicea.

Hegel coincide con Schiller en que la violencia gratuita no puede fundar nada, pero se separa de él al considerar que la acción humana es Espíritu. Por ello no puede ser solamente violencia gratuita y debería estar en condiciones de fundar algo.

Para Hegel, el problema de la teodicea consiste en la necesidad de encontrar sentido a la historia. De tal manera que pueda unificarse en una única línea de desarrollo histórico a la totalidad del género humano, incorporando en ese conjunto todas sus diferencias particulares.

Con respecto a la guerra, esto implica formular la pregunta: ¿se puede unir la violencia en un relato que desarrolle la aventura del género humano?, y, más aún, ¿se puede pensar algo así al margen del cristianismo?, que es el elemento que unifica el recorrido de la historia occidental.

Partiendo de este enfoque, Hegel plantea que la guerra debe ser trascendida en sí misma. Se la presenta como un mal que se reconcilia consigo mismo en la construcción de la historia humana. Pero deja muy claro que de esto no puede derivarse que la historia pueda ser reducida a mesianismo.

En resumen, la historia debe mostrar dentro de ella misma las evidencias de ese proceso de desarrollo que se desenvuelve dentro de la misma historia. Dando lugar a una historia unitaria que pueda presentarse como el camino por el cual el Espíritu Absoluto se abre al mundo. Esta reflexión tiene que estar organizada desde el punto de vista lógico.

Reflexión acerca de la segunda naturaleza

Como se ha visto en la sesión anterior, Hegel recurre a esa idea de la segunda naturaleza para resolver el problema de la permanencia de lo irracional.

En la naturaleza solo reconocemos el andamiaje del Espíritu en su dimensión lógica, que no deja de ser algo meramente estructural y formal. Por tanto, se la percibe de manera fosilizada o petrificada. En resumen, la naturaleza lo que nos muestra es una petrificación del Espíritu.

 Por su parte, la segunda naturaleza permitiría superar esta petrificación, porque puede existir como una mera subjetividad frente a otro agente. De esta manera, siempre se encuentra disponible para que haya una apropiación, por parte de aquella otra subjetividad, y se lleve a cabo su integración dentro de una totalidad.

Hegel considera que esta segunda naturaleza es a la vez una oportunidad de libertad, como capacidad de transformación, y coacción, en cuanto que constituye una objetividad.

La reflexión sobre la segunda naturaleza gira en torno a la pregunta: ¿cómo una pluralidad de pueblos (cultural, geográfica y estructuralmente) diferentes pueden pertenecer a una sola historia unitaria y organizada en niveles?

Hegel intenta responder a esta pregunta planteando que el ser humano necesita el “hábito”. Pero que ese no se da en abstracto, sino que surge comunicativamente de la estructura social. Siendo recibido desde una estructura de polis ( colectividad), no desde la libertad.

Esta parte de la sesión cerró con una reflexión del Prof. Villacañas sobre la imposibilidad de ofrecer una representación completa del inconsciente, señalando un punto ciego en el pensamiento hegeliano y reivindicando la recuperación de Freud en este ámbito de debate.

Los herederos de Hegel

El resto de la sesión se dedicó a presentar los herederos de Hegel. Grupo de pensadores en los que el Prof. Villacañas identifica una importante ambivalencia. De un lado, entienden a Hegel como un pensador del devenir, cuya reflexión no puede cerrarse ni finalizar, y pretender convertirse en los portadores de esa teodicea universal que creen apreciar en el pensamiento hegeliano.

Villacañas explica la forma en que estos herederos de Hegel fueron capaces de ver algo que él no pudo apreciar con claridad: el hecho de que la estructura universal de la historia no viene nada por la teodicea, sino por un fenómeno verdaderamente absoluto. Tal fenómeno, plantean estos autores, reside en el surgimiento del proletariado como clase universal.

Gracias a esto, los herederos de Hegel pueden dar un paso más y preguntarse cómo reacciona el capitalismo ante esta clase universal. Dando lugar a nuevas teodiceas, en las que se entrelazan el capitalismo, el Estado y la guerra.

Estas nuevas teodiceas parten del pensamiento hegeliano, en cuanto Hegel ha sido el único pensador que está en condiciones de demostrar la unidad entre Estado, producción económica, capitalismo y sociedad civil. Marcando lo que, en términos de Kosellec, se denomina el Sattelzeit; es decir, el momento en el que se transita de una época a otra, pero no se sabe con certeza hacia dónde se está avanzando.

El punto de partida para estas nuevas teodiceas lo encontramos en el año 1781, momento en el que se configura el nuevo Imperio Alemán.

La primera teodicea que se presentó fue la planteada por Marx y Engels. Aquí se comenzó destacando la reflexión de Engels en el Anti-Dühring. En ella define la dialéctica como la ciencia de la concatenación total, que tiene la capacidad de apreciar el movimiento (el devenir). A partir de esta concepción, se plantea el desarrollo de la historia mediante una estructura en espiral, donde se encadenan guerra-capitalismo-Estado-Imperio. Un proceso que se energiza permanentemente y da lugar a una aceleración en ese mismo devenir, característica definitoria de la contemporaneidad.

Partiendo de esa idea, se desarrolla una crítica al capitalismo, por terminar derivando en una suerte de capitalismo estatal que se convierte en militarismo imperial (representado en el modelo inglés), concretada en la simbiosis entre capitalismo y producción de armamento que da origen al armamentismo.

Para Marx y Engels, la contemporaneidad se ha convertido en la Edad de los Imperios. Esto ocurre porque el capitalismo necesita expandirse permanentemente. La guerra, desde esta perspectiva, se convierte en la forma en que el capitalismo se despliega por el mundo.

Por su parte, Rosa Luxemburgo también muestra su herencia hegeliana al plantear que la historia es la única maestra infalible y la revolución la mejor escuela para el proletariado. Siendo precisamente el de revolución el concepto que define la teodicea que ella propone.

Herman Heller, el teórico de la socialdemocracia alemana, plantea que Hegel debe encontrarse en el horizonte de la República de Weimar para que esta pueda estar en condiciones de explicar la manera en que el capitalismo puede organizar el Estado a través de la totalidad del pueblo.

Finalmente, Rosenzweig propone una ruptura con el relato histórico que afirma que el Estado nación tenía que estar en condiciones de unificarse con la burguesía mundial y restringir lo nacional (particular) ante lo cosmopolita. Camino que no nos ha llevado por los derroteros esperados y nos ha conducido a un campo de ruinas.

El seminario finalizó destacando la gran riqueza del pensamiento hegeliano, tanto por el gran caudal de ideas que contiene y desarrolla como por las potenciales líneas de reflexión que emanan de él.

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