La cuarta sesión del seminario estuvo dedicada a explicar uno de los periodos en el pensamiento hegeliano menos estudiados, pero que resulta de significativa utilidad para la reflexión sobre el tema de la guerra. Siendo fundamental, en palabras del Prof. Villacañas, para comprender la evolución de las ideas de Hegel al respecto.

Durante este periodo, entre 1807 y 1817, Hegel experimentó una serie de cambios de residencia motivados por compromisos laborales.   Siendo la primera estación en este recorrido la ciudad de Bamberg, en el año 1807. Lugar al que Hegel llegó por recomendación de un compañero, para desempeñar una serie de actividades similares a las que había venido desarrollando en Jena. Corta estancia que finaliza al año siguiente con su marcha a Núremberg, que marca un punto trascendental en su vida privada y en la elaboración de su filosofía.

Núremberg (1808-1816)

A esta ciudad llega Hegel para trabajar como rector de un Gymnasium (una escuela secundaria), lo que marcó un punto de inflexión en su desarrollo personal; pues consigue la estabilidad económica que ofrecía una vida burguesa, dispone de la tranquilidad para revisar críticamente su pensamiento, contraer matrimonio y constituir una familia. Así como en lo intelectual, donde da significativos pasos en el desarrollo de su reflexión:

  • Elaboró la primera enciclopedia de filosofía, a partir de la recopilación sistemática de sus clases de introducción a la filosofía.
  • Planteó su defensa de la filosofía como centro de la estructura misma.
  • Superó lo expuesto en Jena, desde la comprensión de la noción de Constitución como objetivación del Espíritu del Pueblo.

De estos años son sus ampliamente conocidas reflexiones y sentencias sobre Napoleón, a quien denomina “El emperador”, entendido como un individuo que trasciende el Espíritu del Mundo y lo representa, pero que no puede representar el Espíritu de su Pueblo porque no cuenta con un principio representativo que lo legitime.

En su interpretación de la Revolución Francesa, esta ha logrado conseguir la Libertad, pero no ha podido avanzar más allá de ese estadio; por ello termina derivando en el régimen del terror de Robespierre. Este avance, si se consigue con Napoleón, es gracias a la reintroducción del principio de autoridad y a la capacidad de producir legislación derivada de este.

Revisando las lecciones y los discursos inaugurales, correspondientes a varios cursos escolares, se aprecia el uso por parte de Hegel de una estructura tripartita integrada por: primero, el Derecho, relativo a los derechos; segundo, la Moral, que hace referencia a la moralidad y a la sociedad civil; y tercero, la Religión, relativa a la eticidad propia de la estructura del Estado. División tripartita que se convierte en parte permanente de la estructura de su pensamiento, a partir de este momento, y debe ser tenida como referencia para la comprensión del mismo.

El Derecho Natural, primer término de esta estructura, es el derecho que existe antes del Estado. Es el derecho burgués, basado en la propiedad; su función es destruir la sociedad nobiliaria y promover el avance hacia una nueva fase en el desarrollo de la sociedad.

Por su parte, el Espíritu de un Pueblo es un todo orgánico unido que encuentra su objetivación mediante una Constitución, y es la ciencia del Estado la que permite que se lleve a cabo esta objetivación.

El pensamiento hegeliano plantea en este punto un reforzamiento del poder legislativo, debido a que este cuenta con la capacidad de mantener abierta la Constitución. De esta manera, se consigue mantener permanentemente vigente el acto constitutivo.

Surge, a su vez, la discusión sobre lo que se denomina “el problema ministerial“. Este hace referencia a la existencia de un estamento intermedio, entre el Estado y la ciudadanía, que tiene como objetivo facilitar que pueda conseguir una “administración racional del Estado“.

El pensamiento hegeliano respecto a este punto busca develar las claves para que se pueda dar este tipo de administración.

En este punto de la reflexión, Hegel vuelve a incidir en que el Estado no puede estar sometido a la voluntad de los burgueses (la ciudadanía). Porque ello lo convertiría en presa de la variabilidad asociada a un estado de ánimo subjetivo, a la mera arbitrariedad.

Pero el Estado tampoco puede prescindir completamente de la voluntad del burgués, porque si las disposiciones emanadas del Estado (que tienen la presunción de ser universales) no son atendidas por los particulares (los burgueses), no estarían en condiciones de hacer realidad ese Universal.

Por lo tanto, debe existir una mediación entre el Estado y los burgueses. Ahora bien: ¿quién realiza dicha intermediación?

Hegel concluye que esta mediación, entre el Estado y el burgués, la realiza el propio Estado. Pero para poder llevar a cabo esta labor, “debe ser digno de confianza”. La única forma para que los particulares se adhieran a lo establecido por el Estado pasa por que este se constituya como un “Ser-Moral-Superior”.

Mirada hacia Wurttemberg

En paralelo a esta reflexión, Hegel presta especial atención a los acontecimientos que están ocurriendo en la región alemana de Wurttemberg, precisamente su lugar de nacimiento.

Dicha región experimentaba en aquel momento un proceso muy relevante para la temática abordada por el seminario; se estaba transformando de condado imperial a reino independiente, basado en el principio representativo.

En el pensamiento de Hegel, reflexiona el Prof. Villacañas, este es el momento en el que supera la especulación que había planteado desde Jena y asume la realidad del reino. Centrando su pensamiento en la discusión del “principio monárquico”.

Hegel destaca, en este punto, el carácter reaccionario que pueden tener los sucesos históricos enquistados, capaces de producir muchos problemas. Por ello sería necesario contar con alguien que sea capaz de depurar el detrito (desperdicio) de la historia. Siendo esta figura, la del monarca (el rey), la que asume dicha función y, por tanto, se encarga de movilizar la historia. Es decir, el principio monárquico se convierte en la clave que moviliza la historia.

Aquí se plantea una clara contraposición entre las figuras de Luis XVIII, en la restauración monárquica de Francia, y Federico I, nombre asumido por Federico II (conde de Wurtemberg) al convertirse en rey de dicho territorio.

Aunque ambos plantean a sus respectivos pueblos una vía constitucional, en el caso de Luis XVIII, es el rey quien ofrece una constitución al pueblo. Pero lo hace desde el tipo de cesión que podría llevar a cabo un Señor a un vasallo, que no implica una construcción racional de la misma. Además, una cesión de este tipo puede revertirse por la voluntad de quien la ha otorgado. Situación en la que todos esos poderes regresarían al monarca.

Por el contrario, Federico I ofrece al pueblo de Wurtemberg una Constitución abierta, constituida a través de una Asamblea y en la que se recoja el principio germánico del que se ha hablado en sesiones anteriores del seminario. Con esta propuesta, en la que se otorga la posibilidad de crear una Constitución, se busca homogeneizar un territorio de carácter plural. Que ha ido creciendo de manera continua a través de su evolución histórica: condado, ducado, electorado y reino.

Un proceso de crecimiento de este tipo se caracteriza por la acumulación de detritos (elementos que no se corresponden con el Espíritu de la época) que alguien, en este caso el rey, debe estar en condiciones de eliminar.

Heidelberg (1817-1819)

Hegel divide su actividad durante estos dos años en la edición de la enciclopedia de la filosofía (su sistema filosófico), primera mitad del año 1817, y la reflexión que dio lugar a su “Derecho natural y ciencias del Estado”, semestre de invierno de los años 1817-1818. La reflexión hegeliana de este periodo ha sido seguida a partir del contenido de la recopilación de sus lecciones realizadas por uno de sus alumnos, el llamado manuscrito Wannenmann.

En este punto, Hegel plantea que, para evitar la reversibilidad de la propuesta constitucional que hace Luis XVIII, el principio monárquico no puede fundamentar la Constitución. Según su punto de vista, es necesario que la Constitución deba tener su fundamento en sí misma. Esto implica, entre otras cosas, que el rey no se encuentra fuera de la Constitución, sino que es un elemento de la misma.

Relacionado con esto, se concluye que solo si la Constitución es un principio independiente y ese principio independiente es inmutable, puede llegar a tener una dimensión histórica. Conectando con la reflexión sobre la guerra.

Hegel plantea que el Espíritu de la guerra es un Dasein, que no puede perder la contingencia. Es, igualmente, una condición para generar soberanía, que afirma esa misma contingencia. Esa soberanía no agota la historia universal, sino que solo es un momento (Dasein).

Se plantea, igualmente, el carácter preventivo de la guerra. Pues el Estado siempre debe estar en condiciones de apreciar cuándo es el momento de hacer la guerra, una competencia que no puede delegar. Se deriva, por tanto, que el Estado tiene la necesidad de prever las competencias técnicas de sus potenciales enemigos para hacer la guerra, cómo le afectan y estar dispuesto a actuar para evitar llegar a situaciones de riesgo que no pueda admitir.

En otras palabras, para prevenir llegar a una situación desfavorable, el Estado debe estar dispuesto y preparado para comenzar una guerra.

Pero la guerra también es una dimensión ética, capaz de producir Derecho. Por eso el pueblo que pierde su eticidad en la forma de organizar la guerra, confiesa que no actúa acorde al Espíritu del Mundo; por tanto, su nivel civilizatorio no puede universalizarse y su soberanía no es legítima.

En 1818 Altenstein, ministro de cultura de Prusia, ofreció a Hegel la cátedra de Filosofía en Berlín. Cuya aceptación implicó un nuevo estadio de desarrollo, del que se hablará en una próxima sesión del semanario.

Ya en Berlín, entre 1819 y 1820, Hegel hace una nueva edición de la Filosofía del Derecho, pero que, debido a haberse publicado bajo las leyes de censura prusiana, los intérpretes consideran inferior al manuscrito Wannenmann. Presentándola como una versión edulcorada de sus planteamientos.

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