Introducción

Durante el segundo semestre de 2025, el catedrático de filosofía de la Universidad Complutense José Luis Villacañas impartirá un seminario titulado “Hegel y la guerra, o el destino imperial del Estado”.

Espacio en el que reflexionará sobre uno de los temas centrales de la filosofía hegeliana, especialmente relevante a la hora de comprender los procesos que dieron origen a la formación de la sociedad occidental y entender el conjunto del pensamiento formulado por este filósofo, referente para la modernidad.

Dada la pertinencia que tiene esta reflexión para el trabajo que realizamos en la Fundación Sicómoro, especialmente en el dominio de “sistemas políticos y sociales”, acudiremos a las sesiones programadas para hacer una cobertura del seminario. Dicha cobertura estará a cargo de José Pablo Tobar Quiñones, investigador de la Fundación, estudioso del campo de los sistemas sociales y políticos.

CARTEL CON LA PROGRAMACIÓN DEL SEMINARIO

La primera sesión de este seminario tuvo lugar el lunes 22 de septiembre, estuvo orientada a introducir las principales líneas sobre las que gravitará el seminario y ofrecer el contexto previo (filosófico, histórico, político y social) que Hegel tiene como referencia al momento de formular su pensamiento. En lo que sigue, podéis encontrar un resumen de lo expuesto en ella.

Sesión 1.ª El problema de la legitimación de la guerra

El objetivo de esta sesión, como se ha dicho anteriormente, fue ofrecer un contexto histórico y teórico para la reflexión que Hegel desarrolló acerca de la guerra, uno de los aspectos articuladores y centrales dentro de su pensamiento. De manera general, este problema de la guerra, en palabras del profesor Villacañas, debe ser entendido como un proceso muy concreto, cuyo estudio resulta relevante debido a que visibiliza lo que él denomina la “fisura esquizoide de Occidente“.

Esta fisura se debe a que la cultura occidental tiene una naturaleza dual, en virtud de la cual experimenta una tensión interna. De un lado, está compuesta por una serie de normas sapienciales, cuyo papel recuerda el de la “cura de almas” y, del otro, es una férrea estructura jurídica (heredera del Derecho Romano), sobre la que se organiza una racionalidad en el uso de la violencia, siendo esta gestionada de forma jurídica por el Estado.

Dos dimensiones, o componentes, sin los cuales no puede entenderse la cultura occidental, pues cada una de ellas aporta elementos centrales para su constitución tal y como la conocemos; pero cuya confluencia no está exenta de problemáticas o tensiones.

Imagen del desarrollo de la 1.ª sesión del seminario ( Fotografía F.S.)

Entrando en el objeto del seminario. Una de las primeras figuras en la historia de la filosofía occidental en abordar esa cuestión de la guerra es San Agustín de Hipona (354-430). Estableciendo en su pensamiento que las enseñanzas del cristianismo no rechazaban la guerra, puesto que el mandato de amor enunciado en los evangelios hacia las otras personas no era absoluto e irrestricto.

En realidad, contiene una salvedad en virtud de la cual se puede llegar a amar al enemigo, pero en cuanto a que es nuestro prójimo y no como un enemigo. De esta manera, los evangelios no prohíben que se luche contra él o se lo mate en el marco del conflicto armado.

De esta manera, el pensamiento de San Agustín abre una puerta a la legitimidad de la guerra, pero genera una importante interrogante en cuanto a ¿Quién puede juzgar que una guerra es correcta (legítima)?

Retrato de san Agustín. Fresco del siglo VI.

El papa Gregorio VII, líder de la cristiandad entre los años 1073 y 1085, planteó con respecto a tal pregunta que era el papado, como heredero y portador del derecho imperial (el Derecho Romano), quien estaba facultado para determinar la legitimidad de una guerra.

Desde esta perspectiva, la guerra pasa a convertirse en un complejo del que forman parte tanto el estamento militar como el religioso, los cuales deben coordinarse para llevarla a cabo.

Del mismo modo, se establece la existencia de dos tipos de guerra, en virtud de su finalidad. Habría una guerra cuyo objetivo es la destrucción, buscando la eliminación del enemigo, y una guerra de federación, con la que se espera asociarlo o propiciar su conversión.

Planteamientos que un Papa posterior, Urbano II (1088-1099), utilizó para definir la estructura de las cruzadas y convocar la primera de ellas. La guerra correcta (legítima) se convierte, por tanto, en un conflicto entre la cristiandad y algo externo a ella que tiene como objetivo la destrucción del enemigo o su conversión a la fe. Esta estructura de la cruzada, enfatiza el profesor Villacañas, se repite de manera continua desde el siglo XII hasta 1936.

El siguiente pensador relevante en esta reflexión acerca de la guerra es Santo Tomás de Aquino, quien rompe con esta línea de pensamiento. Planteando la guerra como un fenómeno interno dentro de la cristiandad, que se orienta hacia la justicia.

Según esta visión, una guerra es justa si es declarada y dirigida por un príncipe (gobernante) legítimo y, además, cumple con las siguientes condiciones: primera, su objetivo es meramente defensivo (para repeler una agresión previa); segunda, busca contener o castigar una injuria sufrida y, tercero, se conduce de manera que produzca el menor daño posible.

Santo Tomás de Aquino. Murillo (1650)

Mucho más avanzado en el tiempo, Francisco de Vitoria (1483-1546) plantea una revisión crítica de esta tradición. Señala que ni el Papa ni el Emperador son las figuras adecuadas para designar que una guerra es correcta y guiar su desarrollo. Para él, solo el consenso de los pueblos puede asumir este papel. Se apreciaba aquí la evolución del Derecho Romano en la línea del ius gentium, enfocado a comprender la relación entre los pueblos. Algo que puede considerarse como la base del moderno Derecho Internacional.

Ya en la modernidad adquiere especial relevancia la idea kantiana sobre la paz perpetua. Propuesta con la que el filósofo de Königsberg esperaba superar la guerra como recurso legítimo para la solución de diferendos entre las naciones. Esfuerzo que fracasa porque el sistema de equilibrio planteado es estéril y se destruye ante la escalada económica que significa la deuda pública. En palabras de Villacañas, la guerra se resignifica en este nuevo escenario (burgués y capitalista) como el último recurso para cobrarse tal deuda pública.

Retrato de Inmanuel Kant por Johann Gottlieb Becker

Una vez conocido este contexto histórico y teórico, es posible adentrarse en el pensamiento de Hegel. De quien lo primero que se destaca es su gran admiración por la Revolución Francesa, debido a que este proceso fue capaz de imponer una nueva estructura jurídica.

En contraste con tal admiración, su visión de Alemania es descorazonadora. Para Hegel, la sociedad alemana carece de energía política, es decir, no es capaz de generar una sociedad de libres e iguales que pueda romper con las estructuras heredadas de la sociedad estamental. Siendo este el horizonte en el que se ubica el proyecto hegeliano de “creación de Alemania“.

Para avanzar en este objetivo, el proyecto hegeliano apuesta por el republicanismo moderno, que se basa en el capitalismo y la propiedad privada, y desconfía de la estructura planteada por Schiller (1759-1805) alrededor de la educación estética. Para Hegel, en este escenario, no hay alternativa histórica a la generación de un nuevo orden en el cual la violencia tiene un papel. Esta violencia, según plantea Villacañas, pertenece a una lógica de teodicea que ayuda a la construcción de una comunidad política nacional.

Comprender lo que implica este proyecto, entender su desarrollo a lo largo de la evolución del pensamiento de Hegel y sus implicaciones serán los aspectos sobre los que gravitarán las siguientes sesiones del seminario.

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