Es de todos conocido la célebre definición de Aristóteles en su Política: “el hombre es un animal racional”; las definiciones de Aristóteles se caracterizan por una identificación de lo genérico junto con la diferencia específica. De manera implícita, esta definición nos dice que para Aristóteles, el hombre pertenece al género de los animales, y lo que le es específico, lo que hace del hombre una especie, es su racionalidad.
Naturalmente, esta definición es controvertida; en primer lugar, es discutible que el ser humano como tal encaje en el género de lo animal; no es inmediatamente evidente que el hombre sea una especie en el género donde le coloca Aristóteles, pero esta cuestión es parte de otro debate donde se trataría de determinar si el ser humano es en sí mismo un género, lo que reclamaría un acuerdo ontológico sobre la naturaleza de lo humano.
Lo que me interesa aquí es reflexionar sobre la diferencia específica, es decir, sobre lo racional. El concepto racional se utiliza frecuentemente y, si lo pensamos cuidadosamente, lo hacemos con escaso rigor. Los economistas definen la racionalidad económica como una función que busca maximizar la utilidad en cada transacción económica que realizamos. Muy a menudo leemos y escuchamos quejas sobre el comportamiento irracional de los agentes económicos; en esas quejas, se encubre una crítica a nuestra animalidad, que es lo que nos haría comportarnos de manera irracional, y una añoranza a la perfecta racionalidad de los computadores; los partidarios de un mundo “racional” braman contra la falta de “educación en la racionalidad” y consideran urgente y necesario someter a toda la población a intensos programas que corrijan estos defectos. Todo esto nos obliga a reflexionar sobre una pregunta: ¿Qué significa racional?
La respuesta inmediata es actuar conforme a la razón. Aquellos que actúan conforme a la razón son racionales, mientras que no lo son aquellos que se dejan llevar por sus pasiones. Obsérvese que en esta reflexión se crea una dicotomía entre lo racional y lo pasional.
Entonces, si racional significa actuar guiados por la razón, será el concepto de razón el que nos dará claridad para entender el concepto de lo racional. Para Kant, la razón es la facultad de hacer juicios: en su obra cumbre, la Crítica a la Razón Pura (Kritik der Reinen Vernunft) establece los distintos tipos de juicios, y cómo la razón (Vernunft) opera con el entendimiento (Verstand) y la sensibilidad (Empfindlichkeit) para producir los distintos tipos de juicio.
Pocos años después, Hegel escribió la Ciencia de la Lógica, donde hace una profunda y a la vez sutil crítica el planteamiento kantiano; de alguna manera, Hegel acusa a Kant de reducir la razón (Vernunft) a la facultad del entendimiento (Verstand); en opinión de Hegel, Kant atisbó la naturaleza contradictoria de la razón, pero la consideró como algo incompatible con la naturaleza ordenada de la lógica formal pura, reduciendo entonces la razón a la mera facultad del juicio.
¿Qué dice Hegel en relación a la razón? Para Hegel, el entendimiento (Verstand) es aquello que determina y mantiene firmes la determinaciones; de alguna manera, la facultad de juzgar sería el entendimiento, cuyo movimiento siempre seguiría la estructura de las argumentaciones. Sin embargo, la razón sería siempre de naturaleza dialéctica, es decir, funcionaría tanto de manera negativa, disolviendo en nada las determinaciones del entendimiento, como de forma positiva, engendrando lo universal y subsumiendo bajo él lo particular. El proceso dialéctico, sería esencialmente creativo y no cesaría nunca.
Parándonos a reflexionar, entonces, la inteligencia artificial sería un tipo de inteligencia comparable con el Verstand hegeliano, pero siguiendo procesos secuenciales a gran velocidad produce resultados perfectamente coherentes con las reglas de la lógica de primer orden, que son inalcanzables para el entendimiento humano.
Pero la razón (Vernunft), por su carácter dialéctico, funciona en base a contradicciones: es oponiendo lo contradictorio y tratando de superarlo como genera nuevos conceptos. Por tanto, cuando manejamos situaciones contradictorias, no por ello estamos dejando de ser racionales; la complejidad de los problemas a los que nos enfrentamos sin embargo, hace que las soluciones que ofrecen personas distintas sean distintas, y produce el espejismo a veces de que quien no llega a la misma solución que nosotros , está actuando irracionalmente.
Este panorama, se complica todavía más si consideramos la tesis del filósofo español Xavier Zubiri según la cual nuestra inteligencia es, siempre, inteligencia sentiente. Según esto, nuestra inteligencia no sólo integra el entendimiento y la razón, sino también los sentimientos. Una decisión perfectamente racional para nuestra inteligencia sentiente, tiene su fundamento no solo en el buen juicio (Verstand), o el correcto empleo del razonamiento dialéctico (Vernunft), sino que , además, está totalmente condicionado por nuestros sentimientos. Así, lo que es perfectamente racional para dos inteligencias sentientes, puede ser no sólo opuesto, sino contradictorio desde el punto de vista de la lógica formal.
En definitiva, podemos aceptar la tesis de Aristóteles de que el ser racionales es una diferencia específica esencial del hombre, pero tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de reducir lo racional a la facultad de juzgar (el entendimiento), o la capacidad dialéctica (razón), y considerar que los sentimientos forman también una parte esencial de nuestra inteligencia.
La racionalidad, entonces, sería la racionalidad de cada uno lo que hace necesario abrir el debate sobre cuales serían los criterios sociales más adecuados para definir una racionalidad compartida en el ámbito de nuestra comunidad.