Colaboración  especial de Fernando Fuster van Bendegem(Analista Geopolítico y Militar)

Último día del mes de agosto del año 2021, 23º del mes de Muhárram del año 1443 para los afganos y primer día del nuevo régimen talibán. En este momento, son muchas más las incógnitas que las certezas respecto al nuevo poder político en Afganistán, a pesar de que muchos analistas se han apresurado a aventurar que serán una reedición de lo que ya conocemos, análisis que no es en absoluto descartable pero que, en mi opinión, es todavía prematuro.

De  momento, en los días previos –que podemos considerar del 15 al 30 de agosto–, los talibán han mostrado su cara más amable y han respetado el acuerdo firmado con los EEUU en Doha, no sin ciertas discrepancias respecto a las fechas de salida de las tropas aunque haciendo finalmente valer su voluntad.

La entrada en escena de un tercer actor mediante los brutales atentados del 26 de agosto puso de manifiesto la urgencia real de evacuar Kabul. Un tercer actor que ninguna de las partes, ni los talibán, ni las potencias extranjeras, pueden controlar y que, además, es enemigo declarado de ambos: el grupo terrorista Daesh. Estos atentados han puesto de relieve la capacidad real del Daesh de actuar en Kabul, fuera de sus áreas de acción más habituales –al este y sur de Kabul en las provincias de Nangarhar, Logar y Kunar–, en un momento especialmente delicado en el que  el caos y las aglomeraciones en las proximidades de los puntos de control del aeropuerto facilitaron la acción terrorista. Acciones que se han intentado repetir en el interior del aeropuerto mediante el lanzamiento de cohetes y que podrían haber hecho descarrilar la evacuación de las fuerzas extranjeras, consiguiendo, sin duda, acelerar la salida al 27 de agosto, para la mayoría de los países, y el 30 del mismo mes para los EEUU, un día antes de lo previsto.

¿Cuáles son los principales actores en esta nueva etapa?  

En relación al futuro de Afganistán, las primeras pistas nos las dan los personajes que podrían configurar dicho futuro así como las relaciones exteriores que puedan establecer desde el nuevo gobierno. Respecto a este nuevo gobierno parece lógico que, siguiendo la letra del propio acuerdo de Doha, se forme un gobierno de transición tras las conversaciones inter-afganos que ya se están celebrando desde el 12 de septiembre de 2020. La idea es incorporar la representatividad suficiente de las demás etnias y tribus no pastunes y que suponen más del 50% de la población del país. Un gobierno inclusivo, en palabras de los propios líderes talibán. Los pastunes, de donde provienen los talibán, estarían en torno al 42%, siendo la segunda etnia en número la de los tayikos, con el 27%, y el 31% restante un mosaico entre los otros 12 grupos étnicos que habitan el país, destacando hazaras y uzbekos con un 9% cada uno.

Los talibán tiene dos opciones: incorporar al resto de grupos étnicos a la gobernanza del país o no hacerlo. En el segundo caso asistiríamos a una reedición del gobierno talibán que ya conocemos, lo que supondría que no han aprendido nada en estos últimos 20 años. Respecto al primer supuesto, dada la fragmentación tribal y étnica, es muy posible que asistamos a fuertes tensiones con ciertas dosis de violencia. No será un camino de rosas y seguramente necesitarán de la ayudad exterior, lo que proporcionará una buena baza a los países que quieran colaborar con Afganistán.

Respecto a los nuevos actores y comenzando por los líderes talibán hay que destacar a cuatro:

  1. Mawlawi Hibatullah Akhundzada, líder de los talibán y príncipe de los creyentes (Amir al-Mu’minin), se le considera más un líder religioso que un jefe militar. Es la última autoridad en asuntos religiosos, militares y políticos. Estuvo a cargo de los tribunales de la sharía en el anterior gobierno talibán (1996-2001) y es el líder del movimiento desde 2016, cargo al que accedió tras la muerte del mulá Akhtar Mansur en mayo de 2016, fallecido como consecuencia del ataque de un dron de EEUU. En los 80 participó en la resistencia contra los soviéticos. En la actualidad tiene 60 años. Hasta el momento, nada hace sospechar que pueda ser otro quien asuma el liderazgo del país por lo que se le considera el principal candidato, aunque la organización del movimiento talibán es cualquier cosa menos rígida. Al parecer se trata de un hombre austero, pragmático y conciliador, razón esta última por la que fue elegido como líder en 2016.
  2. Mulá Abdul Ghani Baradar, de poco más de 50 de edad, es uno de los cuatro cofundadores del movimiento talibán junto al mulá Omar, de quien se dice que es cuñado. Luchó como muyahidín en los 80 contra los soviéticos. Durante el gobierno talibán (1996-2001) desempeñó diversos cargos, como el de gobernador provincial o varios en relación con la defensa. Fue capturado en 2010 en la ciudad pakistaní de Karachi. Ha permanecido en prisión desde entonces hasta 2018, momento en el que fue liberado para facilitar el “proceso de paz” de Doha, siendo el máximo representante talibán en dicho proceso como responsable político del movimiento que es. Durante años se le ha considerado como el líder de facto del movimiento. Al parecer se trata de un hombre tranquilo del que se dice que responde al estilo tradicional de líder tribal pastún, quienes tratan de buscar en lo posible el consenso. Ha dado prueba de su habilidad política y diplomática al culminar con éxito el acuerdo de Doha. Junto con Akhundzada es el más firme candidato a liderar el país.
  3. Mulá Mohammad Yaqoob, de poco más de 30 años de edad e hijo del mulá Omar, fue nombrado líder militar de la organización en mayo de 2020, por lo que es considerado el artífice de la ofensiva talibán que conquistó el país. Tras la muerte del mulá Akhtar Mansur, en 2016, algunos militantes lo propusieron como líder supremo, pero su juventud en especial –aspecto de gran trascendencia en entre los pastunes– y falta de experiencia decidieron en su contra. Es poco probable dada su edad que sea elegido como líder del nuevo gobierno, aunque no es descartable que ocupe una posición relevante.
  4. Sirajuddin Haqqani, líder del grupo terrorista conocido como red Haqqani. Se cree que podría tener sobre los 44 años de edad. Hijo de Jalaluddin Haqqani accedió al liderazgo tras la muerte de su padre. Jalaluddin, comandante muyahidín y fundador del grupo, combatió inicialmente contra los soviéticos en los 80 se cree que con la ayuda de la CIA y del servicio secreto pakistaní (ISI). En sus filas consiguió enrolar a combatientes extranjeros, entre otros a Osama Bin Laden que se formó como voluntario de Jalaluddin para combatir la citada ocupación. La red Haqqani destaca por su eficacia en combate y ha mantenido lazos con Al Qaeda desde los orígenes de ésta organización, por lo que los miembros de la red están considerados como terroristas por los EE.UU., en especial su líder, Sirajuddin, que sigue estando en la lista de los más buscados por el Departamento de Justicia estadounidense con una recompensa de 10 millones de dólares por información que conduzca a su captura, circunstancia más que suficiente para apartarlo de la primera línea política del nuevo gobierno talibán, aunque se le considere como uno de los principales líderes, lo que supondrá, seguramente, que deba continuar su labor en la sombra. El encaje de la red Haqqani en la estructura del nuevo gobierno talibán será sin duda elemento de fricción con los EEUU.

Por otra parte hay que destacar al trío político negociador, que son los que ya han establecido contactos políticos de alto nivel con los talibán:

  1. Ex presidente Hamid Karzai, en el cargo entre 2001 y 2014, es pastún –de una de sus principales tribus, Popolzai, de la que es líder– y en la actualidad tiene 63 años de edad. Muy conocido por su largo período en el poder, sólo resaltar su cierta proximidad a los talibán a los que se ha referido en varias ocasiones como hermanos, lo que, por otro lado, no impidió que miembros del movimiento intentaran asesinarle en al menos dos ocasiones. También recordar que en los últimos años de mandato fue acusado en varias ocasiones de corrupción, nepotismo y fraude electoral. En todo caso, representa una figura a tener siempre en cuenta dado su bagaje y peso político tanto nacional como internacional.
  2. Ex “primer ministro” Dr. Abdullah Abdullah, desde marzo de 2020 presidente del Alto Consejo de Reconciliación Nacional, es médico de profesión y fue tres veces candidato a la presidencia del país en las últimas elecciones, quedando muy próximo en votos a Ashraf Ghani en las presidenciales de 2014, por lo que, tras acusaciones de corrupción y disputas políticas aceptó ocupar el puesto de primer ministro entre 2014 y 2020. Anteriormente sirvió como ministro de exteriores con Karzai y como secretario de la fundación Massoud (2006-2009). En la época talibán fue vice ministro (1996-1998) y ministro de exteriores (1998-2001) del Estado Islámico de Afganistán (no confundir con el Emirato Islámico de Afganistán de los talibanes en esas mismas fechas), también conocido como Frente Norte. Durante la ocupación soviética militó en la resistencia como coordinador médico y asesor sénior y ayudante del líder muyahidín Ahmed Sha Massoud. De padre pastún y madre tayika (del Panshir), a sus 61 años de edad se le considera que aglutina un importante capital político al representar a la mayor parte de las etnias no pastunes. Por su experiencia, capital político y carácter conciliador podría ser el hombre que Afganistán necesita en estos momentos, salvo por el detalle de que no ha pertenecido al bando vencedor en esta guerra. En todo caso, su incorporación al nuevo gobierno debería ser vista con buenos ojos desde occidente, pues supondría un elemento moderador del mismo e integrador de una parte importante de la población afgana, hecho que demostraría el buen talante del nuevo gobierno talibán.
  3. Gulbuddin Hekmatyar, político fundador del partido Hezb-e-Islami Gulbuddin (HiG), en la actualidad tiene 72 años de edad. Como estudiante militó en la organización Juventud Musulmana, donde destacó por su radicalismo islámico. Durante la ocupación soviética fue uno de los líderes muyahidín de la organización Hezb-e-Islami, que recibió cuantiosos fondos de la CIA a través del servicio secreto pakistaní (ISI). En los 90 alcanzó el cargo de primer ministro en dos ocasiones, de 1993 a 1994 y brevemente en 1996. A principios de la década, durante la guerra civil afgana, se granjeó el apodo de “el carnicero de Kabul” por sus célebres ataques sobre la capital. Tras la llegada de los talibán al poder se refugió en Irán. En 2002 reapareció en escena tras ser expulsado de Irán y formar el grupo terrorista HiG, del mismo nombre que el partido político, con el objetivo de combatir a las fuerzas internacionales y a la administración Karzai. Tras años de lucha firmó un acuerdo de paz con el presidente Ghani, quien le prometió un puesto honorario en su gobierno y propició la eliminación del HiG del listado de organizaciones terroristas de EEUU y NNUU, y que Hekmatyar pudiera regresar a Afganistán, regreso al que se opuso inicialmente Abdullah Abdullah, aunque finalmente lo aceptó. El papel que puede jugar en el nuevo gobierno talibán es posible que sea escaso, por lo que no está teniendo mucho protagonismo en las conversaciones del trío, que parece que se están quedando en un dúo.

En tercer lugar hay que mencionar a las principales figuras de la resistencia:

  1. Amrullah Saleh, vicepresidente primero del gobierno, tayiko de 49 años de edad, se ha convertido en el presidente en funciones del país, de acuerdo con la Constitución de Afganistán de 2004, al haber abandonado Afganistán Ashraf Ghani. Ocupó varios cargos relevantes entre los que destacan los de Ministro del Interior en 2018 y 2019 y de jefe de la Dirección Nacional de Seguridad –el servicio de inteligencia afgano–, desde 2004 hasta su renuncia en 2010. Nacido en Panshir, donde se ha refugiado tras la caída de Kabul, ha anunciado la creación de un frente anti-talibán, en el que participan también Ahmed Massoud y Bismillah Khan Mohammadi, ministro de Defensa, al que han denominado como “Resistencia Panshir”.
  2. Ahmed Massoud es hijo del mítico comandante muyahidín Ahmed Sha Manssoud, el “León del Panshir”. También tayiko de 32 años de edad, ha permanecido buena parte de su vida alejado de Afganistán. Cursó estudios en Irán y posteriormente realizó un año de formación militar en la Real Academia Militar de Sandhurst (Reino Unido), pasando a continuación a estudiar en el King´s College de Londres donde se tituló en Estudios Bélicos. Finalmente realizó un máster en política internacional en la Universidad de Londres, regresando a Afganistán en 2016. En una reciente publicación ha asegurado que quiere seguir los pasos de su padre y que está listo para combatir a los talibán desde el valle del Panshir con una fuerza de 6.000 hombres, aunque reconoce que necesitarán ayuda internacional. No obstante, también señala que aunque esté preparado para luchar, todavía confía en mantener negociaciones de paz con los talibán, advirtiendo que el gobierno de Kabul debe incorporar a los distintos grupos étnicos afganos si quiere ser reconocido internacionalmente, algo que los talibán han prometido.

En el momento de cerrar estas líneas llegan noticias de que el Panshir habría sido rodeado para ser atacado o que incluso habría sido tomado por los talibán. Como el mismo Manssour reconocía, el reducto del valle del Panshir rodeado por los talibán es difícilmente defendible. Nada tiene que ver la situación que vivió su padre, un curtido comandante muyahidín de los 80 al que apoyaron señores de la guerra del norte y oeste del país, como Dostum o Ismail Khan, con la que se enfrenta Massoud hijo, que no es un comandante forjado en combate, pareciéndose más al producto de una esmerada formación occidental de clase alta que a un verdadero muyahidín afgano. Además, tampoco cuenta con ningún apoyo próximo eficaz sobre el terreno y su llamamiento a la ayuda internacional llega cuando las fuerzas de EEUU y sus aliados acaban de abandonar el país tras 20 años de esfuerzos.

Los talibán han prometido un gobierno inclusivo y la ocasión de llevarlo a la práctica ya se ha presentado a las puertas del Panshir, aunque el vicepresidente Saleh no confíe, ni remotamente, en sus intenciones. Según ha declarado, no se rendirá jamás ni compartirá gobierno ni nada con los talibán. Ha llegado la hora de los hechos y no de las vanas palabras: Facta, non verba. Estamos, posiblemente, ante la primera prueba de las verdaderas intenciones del nuevo gobierno talibán que seguiremos con atención.

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Fernando Fuster van Bendegem.Ha desempeñado responsabilidades de mando y dirección desde el empleo de Teniente (1986) hasta el de Coronel, de 2013 y hasta julio de 2020, incluyendo la jefatura del Grupo de Artillería Antiaérea de Misiles Hawk-Patriot I/74 y del Regimiento de Artillería Antiaérea nº 72. Diplomado de Estado Mayor, ha dedicado buena parte de su vida profesional a puestos de planeamiento, estudio, análisis y asesoramiento, destacando el de Consejero Técnico en el Gabinete del Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) y el de Jefe del Área de Análisis Geopolítico en la Secretaría General de Política de Defensa (SEGENPOL). A nivel internacional, ha representado a España en reuniones, cursos y destinos internacionales (Misiles Hawk e  Inteligencia Estratégica en EE.UU., EUROFOR en Italia), participando también en misiones de mantenimiento de la paz –Bosnia, Kosovo y Afganistán– y realizando funciones de diplomacia de defensa desde nuestras embajadas en El Cairo y Ammán, como Agregado de Defensa. En la actualidad está en la situación de Reserva y dedicado al ámbito de la seguridad privada, en calidad de Director, así como al análisis geopolítico, en especial el relacionado con los conflictos.

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