¿Vivimos en un mundo que responde a una estructura lógica?
Nos hemos fijado hasta ahora en lo preguntado, es decir, en la estructura lógica, y hemos llegado a la conclusión de que la estructura lógica de los ordenadores digitales no nos sirve para responder adecuadamente a esta pregunta.
Pero no hemos analizado suficientemente lo que hemos puesto en cuestión. Lo puesto en cuestión es “el mundo en que vivimos”; ahora bien, si reflexionamos con calma sobre este concepto, veremos que requiere una mayor claridad…¿hay realmente un mundo y sólo uno en el que todos nosotros vivimos?
La pregunta es relevante pues, efectivamente, si queremos encontrar una estructura lógica que todos comprendamos y compartamos, hace falta que haya un mundo compartido. Pero ¿no estamos asistiendo a una proliferación de mundos desde que ha adquirido vigencia que “no hay hechos, sólo interpretaciones”? El éxito de la frase que acuñó Nietzsche en el siglo XIX ha nutrido todo el movimiento posmoderno; hablar de mi mundo, el cual es inconmensurable con el mundo de los otros, es algo frecuente.
También nos encontramos con grupos que comparten proyectos de mundo que tratan de imponer mediante la acción política. El “Weltanschauung” de las ciencias del espíritu del siglo XIX, que era la cosmovisión compartida por la sociedad en su totalidad, y que permitió a las ciencias sociales hacerse un hueco en el mundo de las ciencia naturales (ampliando la vieja concepción unitaria del mundo de los griegos, la “physis”) se ha convertido en una proliferación de “Weltanschauung”, cada cual más extravagante, que luchan por imponerse y triunfar en lo que parece una “bellum omnia contra omnes”.
¿Podemos, al menos aceptar, que existe una realidad natural que todos compartimos?. También esto se encuentra puesto en cuestión, ya que al basarse las cosmovisiones en mundos que en su totalidad se construyen desde los significados, es decir, desde la asignación de sentidos, cada cosmovisión constituye un campo de sentido donde la naturaleza no se puede separar, porque además se ha visto sustancialmente alterada por la técnica. Así, no podemos hablar de la naturaleza como algo aislado porque nuestros significados la han integrado con todo lo humano, dificultando su análisis como una realidad independiente.
Sin embargo, es indudable que hay una realidad física que se nos impone, que tiene carácter forzoso y que no se puede enmendar; nosotros, constructores de cosmovisiones, poseemos un cuerpo material cuya naturaleza mortal no podemos evitar. Personas de civilizaciones diversas han sido capaces, a lo largo de la historia, de entenderse e intercambiar bienes de distinto tipo, dando lugar a una vasta red mundial de comercio que, indudablemente, se basa en una comprensión compartida de los bienes que se intercambian, que han sido mayoritariamente de naturaleza física.
Así que , para poder progresar en nuestra reflexión, vamos a postular como hipótesis (que deberemos validar más adelante) que en el núcleo de todas las cosmovisiones está el mundo físico en el que no sólo vivimos, sino del cual formamos indudablemente parte. Todas las cosmovisiones compartirían un núcleo común que es lo que denominaremos “el-mundo-en-el-que-vivimos”. Este mundo es único y su esencia es material y totalmente independiente de los significados que construyamos sobre los objetos que lo componen, y que podrían articular múltiples cosmovisiones.
Con esta premisa, necesariamente simplificadora, podemos volver a dirigir nuestra mirada sobre lo preguntado. Decíamos que, para seguir avanzando en la investigación requerida por nuestra pregunta, tendremos que profundizar, por un lado, en la comprensión del tiempo y y por otro lado, investigar otras lógicas que superen las limitaciones inherentes a la lógica de primer orden que fundamenta el universo de la computación digital.
Si aceptamos que “el-mundo-en-que-vivimos” es uno, nuestra mirada debe dirigirse a la comprensión del mundo físico en su totalidad, buscando su estructura lógica. Ahora bien, al suprimir toda capa de significación en nuestro modelo, nos encontramos con un problema, ya que todo lenguaje que queramos utilizar viene a su vez acompañado por sus correspondientes significados, que pueden estar asociados a una cosmovisión.
Necesitamos, por tanto, fundamentar nuestro planteamiento lógico de manera neutral ante cualquier cosmovisión que implique unos valores y que pueda ser puesta en cuestión por otra cosmovisión rival. Esto nos lleva a la difícil cuestión de qué entendemos por materia sin introducir valoraciones en el concepto, de manera que convirtamos a la física en la ciencia que estudia la materia de una manera neutra ante cualquier valoración.
También nos lleva a la necesaria aceptación del concepto de intuición intelectual, tal como fue planteado por Descartes, que nos permita confiar en la razón pura para hacer abstracciones lógicas que superen cualquier tinte valorativo producido por la experiencia empírica.
(Continuará…)