Colaboración especial de Eva Martín-Roda (Doctora en Geografía y profesora en la UNED)
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Uno de los primeros efectos causados por la invasión de Rusia sobre Ucrania, además de los daños materiales y humanos que se han producido, y que tanto han afectado a la población civil, ha sido la migración masiva de ucranianos hacia otros países vecinos, migración que se estima que puede superar los cuatro millones de personas, además de los desplazamientos interiores evaluados en unos seis millones y medio de personas, éxodo que se estima semejante al que acaeció durante las grandes guerras mundiales y que ha tenido como primer efecto la solidaridad conjunta de los países de la UE mediante la creación, en primer lugar, de un fondo fiduciario de solidaridad con Ucrania para prestar apoyo a la población refugiada.
Paralelamente y de forma muy relevante, se ha puesto de manifiesto la fragilidad de la Unión Europea (UE) proveniente de la grave dependencia que la UE tiene de las energías primarias, de las materias primas y de los productos agrícolas, tanto para la alimentación humana como del ganado, procedentes de otros ámbitos espaciales, en este caso de Rusia y Ucrania; por ello el mandato de sanciones económicas a Rusia, junto con la devastación que se está produciendo en Ucrania, impactará, sin duda, en la economía de la Unión pudiendo incluso llegar a inducir una recesión. Las sanciones en los ámbitos de acceso a los mercados de capitales y a los sistemas internacionales de pagos también incidirán, sin duda, negativamente en los flujos comerciales al complicar sobremanera las operaciones de exportación e importación. La constatación de este hecho ha puesto de manifiesto las carencias de la UE y la necesidad imperativa y estratégica que tiene de minimizar su dependencia exterior en el suministro tanto de hidrocarburos como de materias primas o de insumos de intermedios de producción.
La fuerte dependencia energética, de la UE
Una de las primeras deficiencias que ha quedado patente ante esta crisis es la debilidad energética de la UE y la enorme dependencia que Europa, sobre todo los países de Europa Central (Alemania, Austria, Bulgaria, Croacia, Eslovaquia, Hungría, Rep. Checa, Rumanía y Serbia), tiene del gas que nos llega a través de gaseoductos y oleoductos procedentes de Rusia. De hecho, en 2019 el 66,6% de los hidrocarburos que recibimos vino por esta vía y el 33,3% restante mediante metaneros. Del 66,6% de los hidrocarburos, que se importaron por tuberías, casi el 81% provino de Rusia; por tanto, las medidas sancionadoras impuestas a Rusia pondrán en una situación complicada a esos países en particular y a la UE en general. Es cierto también que Europa representaba para Rusia en 2019 el 89% de sus exportaciones de gas, por lo que el nivel de interdependencia de ambas geografías y el daño mutuo que se pueden hacer a escala económica es muy importante.
Con respecto al comercio de gas las carencias derivadas de las sanciones impuestas a Rusia podrían mitigarse mediante la compra a otros países productores como, por ejemplo, Qatar, Argelia o EE.UU. y a su suministro mediante metaneros, pero la necesidad de regasificar el gas procedente de los metaneros pone, nuevamente, patente la negligencia en la planificación conjunta en el seno de la UE en un tema tan sensible como la complementariedad energética, sin duda, uno de sus talones de Aquiles. Esta guerra ha puesto de manifiesto que la existencia de una política energética conjunta y complementaria en la Unión habría permitido abordar en mejor posición esta situación excepcional.
Ejemplo de esta falta de políticas de conjunto es el hecho de que, por ejemplo, mientras España, que tiene siete plantas regasificadoras y alguna de ellas infrautilizada, pues el país recibe el gas procedente de Argelia, principalmente a través de los gaseoductos Magreb-Europa, con entrada por Cádiz, sin uso desde agosto de 2021 por el deterioro de las relaciones entre Marruecos y Argelia, y el gaseoducto Medgaz, con entrada por Almería, España no puede suministrar el gas procedente de África a la Unión por las limitaciones en capacidad de las actuales infraestructuras de interconexión con Europa Central. El gaseoducto Medgaz, que une Argelia con España y recorre el Levante español, desde Almería hasta Gerona, nunca cruzó los Pirineos al quedar paralizado el proyecto de interconexión con Francia en 2019. Tan sólo están operativos los gaseoductos que atraviesan los Pirineos por Irún y por Larrau y que confluyen en el centro de almacenaje de gas natural de Lussagnet, al sur de Francia.
Además, toda la situación derivada de la invasión de Rusia a Ucrania afecta directamente a las líneas de suministro mundiales, como consecuencia de la elevación de los precios de los hidrocarburos y de la energía final, pues al reducirse significativamente los flujos de combustibles, derivado de las sanciones internacionales al gas y petróleo ruso, se están elevando en primer lugar los costes de los transportes, lo que está generando una espiral inflacionista en los países de la UE no sólo en los productos energéticos, también de otros bienes básicos como cereales, piensos y aceites; y diversos insumos intermedios para la producción industrial.
Otras dependencia, no sólo energéticas, de la UE
La crisis actual asimismo ha generado incertidumbre en el sector agrario. Ambos países, Rusia y Ucrania, son grandes exportadores mundiales de trigo, de hecho, el 29% del comercio mundial de trigo está controlado por estos dos países, como el 60% del mercado mundial de aceite de girasol, lo que en primer lugar está tensionando los mercados y elevando los precios de los alimentos, precios que según los analistas pueden llegar a duplicarse amenazando los mercados mundiales de alimentación lo que incidirá de forma más negativa en los países más pobres.
El descenso en la oferta de cereales también perjudicará a diferentes ramas del sector primario, como al ganadero. El descenso en la oferta mundial de grano elevará los precios de los piensos utilizados en la alimentación animal, lo que repercutirá no sólo en la cabaña ganadera de forma directa si no también, de forma indirecta, en los productos derivados de la ganadería, como los lácteos, encareciendo los alimentos básicos a escala global, lo que dificultará el acceso a muchos alimentos, tanto por su menor disponibilidad como por la elevación de su precio.
Parece que la solución a estos problemas importando los productos en cuestión desde otras geografías, pero como lo que se ha producido es la contracción en la oferta de insumos es previsible que los precios, por la ley del mercado, se eleven de forma generalizada al incrementarse la demanda, pero, también será necesario acudir a espacios con los que la UE no comerciaba al no cumplir las estrictas medidas de producción exigidas en la UE como, por ejemplo, la limitación a la entrada de productos agrícolas transgénicos, como el maíz norteamericano. En cualquier caso, lo que la guerra ha puesto sobre la mesa es la fragilidad de la UE, no sólo en el sector energético si no en sectores como el agrícola y las enormes carencias de ciertas materias primas necesarias tanto para los sectores industriales como para los hogares y para las transformaciones necesarias para la nueva economía verde.
La fragilidad ante materias primas consideradas fundamentales en la Unión
Si el problema más inminente, derivado de la guerra en Ucrania, ha sido el de los hidrocarburos, teniendo en cuenta los principales productos importados por la UE es necesario analizar la dependencia de ciertos minerales y tierras raras, fundamentales para la revolución tecnológica en ciernes.
La UE ha elaborado una lista con los minerales y tierras raras que considera que serán de elevada importancia en los próximos años, y que recoge el informe titulado Communication from the Commission to the European Parliament, the Council, the European Economic and Social Committee and the Committee of the Regions Critical Raw Materials Resilience: Charting a Path towards Greater Security and Sustainability; los materiales son los que se incluyen en la lista abajo reflejada con dichos materiales, siendo necesaria la importación de la mayoría de ellos, por lo que la dependencia de la Unión en este campo que se será vital es otro factor de fragilidad económica y productiva para la UE.
Entre los diferentes suministradores de estos productos raros, Rusia es en la actualidad el tercer país por volumen monetario del que proceden las importaciones que realiza la UE, por detrás tan sólo de China y EE.UU. Las sanciones dictaminadas contra la importación de ciertos productos rusos, como el aluminio, utilizado en las conservas de alimentos; el hierro o el acero, componentes de los automóviles; el níquel, básico en las baterías de litio para los automóviles; o metales raros como el paladio, del que Rusia controla cerca del 40% de la producción mundial o el neón, del que Ucrania es productora del 70%, producto básico en la fabricación de microchips, y cuya carencia de suministro durante la pandemia del virus de Wuhan, o Covid 19, obligó al cierre de cadenas de montaje en la producción de automóviles, puede poner en serias dificultades a ciertas industrias esenciales en la UE. Sin olvidar que la Unión también es importadora de metales como estaño, wolframio, tantalio u oro, todos ellos necesarios en productos de última tecnología y procedentes todos ellos de terceros países.
En todos ellos, al igual que sucede con los hidrocarburos, la UE tiene una elevada dependencia de los suministradores internacionales. El principal productor de estas materias primas fundamentales para la UE es China, país que cuenta con barita, bismuto, magnesio, grafito natural, escandio, titanio, wolframio, vanadio, tierras raras ligeras (TRL) y tierras raras pesadas (TPR). De Rusia procede el paladio, indispensable en los catalizadores de los coches de gasolina y diésel, para los condensadores y para ciertos componentes electrónicos. Mantener la continuidad del suministro de estos productos, al estar muy concentrado de suministro en unos cuantos productores, será un importante desafío para la UE. ante cualquier imprevisto o crisis, sobre todo, considerando el ambicioso plan de descarbonización planteado en la UE, descarbonización que se desea alcanzar en 2030, para lo que necesitará, entre otros productos, litio para las baterías y tierras raras utilizadas para los generadores eólicos. Si se considera el hecho de que, como consecuencia de la creciente industrialización a escala planetaria, y que los objetivos globales de descarbonización, incrementará la demanda a escala mundial de estos productos raros y escasos, se producirá un notable incremento de sus precios junto a la dificultad en el abastecimiento de estos.
Hacia un nuevo paradigma en la globalización, redefiniendo los niveles de autosuficiencia de productos críticos en la UE
Analizando las debilidades de la UE, que han quedado patentes con la invasión llevada a cabo en Ucrania por parte de Rusia, es imperativo que la Unión replantease sus políticas en sectores sensibles, como el agrario o el minero, además del energético. Estos sectores han sido desatendidos en la UE en función de la complementariedad productiva alcanza con la globalización económica que se inició con la crisis del petróleo de la década de los setenta del siglo XX, lo que, si bien le ha permitido optimizar costes productivos en los sectores considerados menos rentables en los mercados internacionales, la ha hecho muy frágil ante cualquier contingencia, no necesariamente bélica.
Desde el punto de vista energético sería preciso diversificar las energías primarias a partir de las cuales se produce la electricidad, sin omitir ninguna energía primaria, como hasta ahora ocurre con la energía nuclear y considerar la producción de hidrógeno, potencial combustible para el transporte industrial, como un medio de almacenaje del excedente de las energías renovables, cuya producción de electricidad es difícil de guardar. Paralelamente también sería necesario avanzar rápidamente en la mejora e interconexión de las redes eléctricas y de gaseoductos europeos. La guerra ha puesto en evidencia como ciertos intereses nacionales, como los franceses, han convertido a la Península ibérica en una isla energética, cuando una correcta interconexión habría permitido en el momento presente que España, país que cuenta con una elevada infraestructura de plantas de regasificación y una elevada producción de electricidad a partir de energías renovables, fuese una alternativa eficaz ante la carencia de gas con que se enfrentan los países de Europa Central.
Con respecto a las tierras y metales raros, las posturas ecologistas, fuertemente arraigadas en la sociedad europea, impiden que tengamos acceso a nuestros propios recursos. En España el IGME estima que habría unas 70.000 Tm de estos productos que no se extraen por el rechazo social que produce su puesta en explotación; lo que no se traduce en equivalente rechazo a su importación de otros espacios, territorios en los que la minería deja los mismos efectos que aquí se impugnan. Diversificar el suministro de lo que se carece y extraer los recursos con que cuenta la UE, en el campo de las tierras y metales raros, reduciría los riesgos de abastecimiento de estos, por otra parte fundamentales para el ambicioso objetivo de descarbonización de 2030. Lo mismo sucede con la agricultura; en la UE se han puesto fuera de explotación tierras agrarias cuya producción no resultaba competitiva en un mundo global e interconectado, pero ello también hace a la Unión enormemente frágil y dependiente en un sector sensible como el de la alimentación o la ganadería, esta última fuertemente dependiente de los piensos procedentes, en este caso, de Ucrania.
La crisis ruso-ucraniana debería sentar las bases para una profunda reflexión, tanto social como política, sobre la debilidad de la UE con respecto a determinados productos que la hacen extremadamente débil y proclive a la extorsión en las relaciones internaciones y geopolíticas, además de ser económicamente muy susceptible a los vaivenes de los mercados. Es cierto que las políticas de la UE son proclives al libre comercio, pero hay sectores que deberían pasar a tener la consideración de sectores estratégicos, lo que permitiría desarrollar políticas de protección sobre ellos, lo que haría menos frágil a la Unión desde el punto de vista económico, social y geoestratégico.
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Eva Martín-Roda, es profesora a investigadora de la UNED; donde imparte la asignatura de Geopolítica en la carrera de Geografía y destaca por su investigación en las áreas de geopolítica, globalización y las inversiones extranjeras. A lo largo de su trayectoria ha ido desarrollando un enfoque de aproximación innovador al estudio de los fenómenos políticos, en el que incorpora la reflexión sobre los aspectos geográficos de los lugares involucrados: recurso naturales de los que dispone, ubicación geográfica, orografía, etc., que le permiten dar una visión más amplia del funcionamiento de la política. Modelo que ha plasmado en su más reciente libro, titulado «Geopolítica de los Recursos Energéticos», publicado por Editorial Síntesis en octubre de 2021.