¿Una luz al final del túnel?
Con la publicación de «El Espíritu de la Esperanza» (Herder, 2024), el escritor y filósofo surcoreano Byung-Chul Han ofrece un interesante cambio de registro en su abordaje de los procesos que ocurren en las sociedades actuales.
Hasta el momento, este autor es reconocido por su aguda crítica de las sociedades posmodernas. A las que describe con metáforas tan impactantes como «sociedad del cansancio», «era del vacío», «transparencia», «psicopolítica», etc., que ilustran los puntos de origen de las contradicciones y disfuncionalidades en el funcionamiento de dichas sociedades. Pero con esta nueva reflexión, plasmada en El espíritu de la esperanza, se ofrece una aproximación más optimista.
Sin dejar de lado su labor crítica ni los resultados de sus diagnósticos previos, Byung-Chul Han plantea un acercamiento distinto al funcionamiento de la convivencia social actual, poniendo el acento en su potencial de desarrollo y su capacidad para superar esos factores problemáticos descritos profusamente en sus artículos, charlas, conferencias y ensayos. Siendo el eje central de este cambio el concepto «esperanza».
En esta entrada pretendemos explicar de forma divulgativa qué entiende este autor por esperanza, cuál es su diferencia con el uso que hacen del mismo otros autores (Hannah Arendt y Ernst Bloch entre otros), cómo encaja esta idea en el desarrollo global de su planteamiento teórico y si, efectivamente, es capaz de dar respuesta a los retos que plantean las sociedades complejas. Para determinar si estamos ante una luz al final del túnel o una bifurcación del mismo.
Sugerentes referencias
El espíritu de la esperanza viene cargado de referencias sugerentes desde el principio. Su título es una referencia clara al pensamiento hegeliano, porque el concepto de esperanza aparece acompañado por el «espíritu». De ahí que el método dialéctico y los conceptos centrales de la filosofía hegeliana se conviertan en el trasfondo teórico sobre el cual Chul Han desarrolla su argumentación.
Otra importante referencia, la encontramos en las primeras páginas del libro. El cual comienza señalando la existencia de un «fantasma» que amenaza a las sociedades actuales, en un más que evidente guiño al comienzo del Manifiesto del Partido Comunista escrito por Marx y Engels. Aunque, en este caso, El espíritu de la esperanza toma distancia crítica frente a la obra del siglo XIX.
Mientras, para Marx y Engels, el fantasma al que hacían referencia al comienzo de su obra, el «comunismo», era un elemento positivo y necesario para el avance de las sociedades de su época; siendo la labor del Manifiesto definirlo con claridad, darlo a conocer y generar una amplia masa de apoyo social hacia él. Chul Han presenta su fantasma como un elemento negativo causante de una serie de problemáticas en la sociedad actual.
Para el surcoreano, el fantasma que asola las sociedades actuales (posmodernas) es un «miedo» que adquiere connotaciones apocalípticas con el que estas sociedades se han acostumbrado a convivir a lo largo de distintas situaciones traumáticas recientes: crisis económicas, la pandemia del COVID-19, la crisis climática, la guerra y la destrucción nuclear a la que puede conducirnos, etc.
Temor apocalíptico que, en su análisis, produce en el individuo y en l sociedad un estado de animo de que se quiere salir con un planteamiento meramente defensivo, inspirado en el individualismo radical del liberalismo clásico recuperado a mediados del siglo XX por autoras como Ayn Rand y Judith Shklar, que lleva a os individuos a encerrarse sobre si mismos y a las sociedades a percibirse meramente como un agregado de individualidades. En este escenario el principio social más importante se convierte en la preservación de esa esfera privada individual, reforzando el aislamiento de los individuos.
Pero este proceso no acaba con este aislamiento, que de por si ya es preocupante, sino que va más allá dando origen a un modelo de sociedad basada en la mera acumulación material, a la que denomina “Sociedad del rendimiento”, que se constituye a partir de una serie de“dispositivos coercitivos que tienes como objetivo garantizar el aumento de la productividad”. En cuanto a su naturaleza negativa, ese miedo apocalíptico y sus derivados sociales deben ser superados, un camino que pasa por la Esperanza.
Un puerta abierta a la complejidad
De ahí que el siguiente paso de Byung-Chul Han, sea presentar y explicar el concepto de “Esperanza”. Idea que pese a su aparente sencillez tiene una importante complejidad teórica que puede convertirla en un término confuso y en algunos puntos contradictorios.
Contrario a lo que se podría pensar en un primer momento, la esperanza no guarda relación con el optimismo y es algo diferente de este último. Para Chul Han, el optimismo proviene de la psicología positiva y es un instrumento mu importante para las sociedades posmodernas pues permite reforzar el aislamiento en el qu se encuentran las personas, mediante un bombardeo constante de mensajes aparentemente positivos. Es una forma de reforzar la individualidad, que cada individuo construye de forma aislada, desconociendo a los otros e inhibiendo la posibilidad de desarrollar empatía hacia lo diferente.
El optimismo se convierte en el elemento que permite esa clausura operativa del individuo sobre si mismo y, por tanto, favorece la creación de esa burbuja del relato que caracteriza a las sociedades posmodernas. Burbujas que nunca llegan a comunicarse entre si, porque se construyen de forma autorreferecnial. Debido a esta autorreferencialidad, las sociedades ps modernas no pueden tender o apuntar hacia el futuro. Siempre están viviendo en el pasado, el único ámbito del que pueden extraer elementos para justificar su relato.
Por contraste la esperanza está abierta al futuro y por tanto a lo que no se conoce, asume la incertidumbre que existe en la realidad, lo que le permite ser un elemento creativo y dispuestos a salir de verdad de su zona de confort, lo que implica asumir el riesgo de que el resultado sea negativo. Solo dese esa perspectiva es que la esperanza puede abrir las puertas al reconocimiento del otro y hacia la producción de una empatía con él.
En síntesis, la esperanza es presentada como un tipo de orientación ante la vida que se caracteriza por dejar atras las certezas existentes y arriesgarse, abriéndose a la realidad sin miedo a ir hacia lo indeterminado. Un estado espiritual, nuevamente Hegel, que no puede verse defraudado “porque no depende del curso intramundano de las cosas […] el contenido de la esperanza es el profundo convencimiento de que algo tiene sentido” sin que importe el resultado a que se llegué. Pero sobre todo es una apertura al mundo en el reconocimiento y la empatía con el otro y la incertidumbre asociada con él. Lo que en el fondo nos indica que la esperanza en una actitud política, tendiente hacia el cambio, lo desconocido, lo incierto, la revolución.
No resulta extraño, teniendo en cuenta la inspiración hegeliana manifestada hasta el momento, que la esperanza sea ella misma un proceso ( movimiento) que se desenvuelve y perfecciona a través de la triple estructura planteada por la dialéctica de Hegel.
Dialéctica de la esperanza
A lo largo de las 140 paginas del libro, Byung-Chul Han expone el desarrollo de la esperanza mediante el transito entre tres momentos. Estableciendo en cada uno de ellos un interesante dialogo con diferentes autores y escuelas de la tradición filosófica, incorporando también a la reflexión el aporte de otros campos del conocimiento como la ciencia, la psicología o la sociología.
El primer estadio en el desarrollo del espíritu de la Esperanza, al que podría denominarse el momento político, gira en torno al concepto de acción y su ambigua relación con la esperanza. Porque ambos conceptos tienen una relación diplomática, la esperanza puede ser entendida tanto con un inhibidor de la acción pero también como con promotora de la misma.
A lo largo de la historia del pensamiento y de la sociedad el concepto de esperanza ha servido para controlar el descontento, presentando la posibilidad de una situación mejor que solo hay que esperar; pero también puede favorecer el desarrollo de la acción, provocando el posicionamiento frente a una situación considerada injusta y que exige nuestro compromiso para su cambio.
Pese a reconocer esta dualidad Byung-Chul Han considera que la esperanza, en este momento político, se aprecia más como una fuerza desbordante e irracional que apunta hacia el futuro y ayuda a romper el aislamiento individual de las sociedades posmodernas. Es el punto de partida para tener conciencia sobre la existencia del “otro” y poder empatizar con él. Lo que permite avanzar hacia la construcción de un nosotros colectivo, del que los individuos participan gracias a su voluntad de trascendencia (otro uso conceptual de inspiración hegeliano).
El punto culminante de este momento político de la esperanza se encuentra, en opinión del autor, cuando se alcanza esta síntesis entre amabas dimensiones referidas a la acción. El lado contemplativo asociado a la visión religioso-cristiana del concepto, al que se achaca ese carácter inhibidor pero que en realidad está siempre abierto hace la incertidumbre, del otro lado el promotor de la actuación, de clara inspiración marxista pero restringido por la autorreferncia de la racionalidad.
Pero este momento político no agota la esperanza, sino que se avanza hacia un nuevo estadio al que podría denominarse momento del conocimiento.
Aquí se establece una nueva distinción entre los conceptos «inteligencia» y «pensamiento». Mientras la inteligencia, etimológicamente inter-legere (escoger entre), refiere al proceso de seleccionar entre una serie de posibilidades preexistentes y, por tanto, no es capaz de construir algo nuevo; el pensamiento, según Chul Han, sí es un elemento creador capaz de imaginar cosas que no existen y de las que no siempre podrá dar razón con total detalle.
El pensamiento se desarrolla mediante anticipaciones, asunciones y presentimientos en los que siempre se encuentra implícito lo indeterminado (la incertidumbre).
Al igual que ocurre en el momento político, el desarrollo de la esperanza busca generar una síntesis entre ambos lados, alcanzada a través del concepto «verdad» reivindicado por el autor. La verdad no es la mera relatividad arbitraria que reivindican de forma caricaturesca algunas vertientes del pensamiento posmoderno, pero tampoco el elemento inamovible del que se debe partir, sin admitir ningún cuestionamiento.
La verdad que reivindica este libro no es algo definido de antemano, sino que se construye, algo por lo cual se lucha. En conclusión, algo hacia lo que tender y que solo se puede conquistar gracias a la acción creativa que proporciona la esperanza.
La tragedia de las sociedades posmodernas reside en que la verdad ha dejado de ser algo por lo que luchar y no es necesario comprometerse para avanzar en su búsqueda. Se convierte en una idea que puede generarse arbitrariamente y modificarse según las propias conveniencias o deseos. Se convierte en un elemento completamente irrelevante, como muestra el libro a través de una profunda discusión con la primera escuela de Frankfurt, la fenomenología de Max Scheler y los posmodernos franceses.
La esperanza se perfila como una acción que tiende hacia el futuro, que en el fondo es una búsqueda de la verdad, dentro de un contexto de incertidumbre.
Pero eso no es suficiente; el desarrollo de la esperanza debe avanzar hacia un tercer momento en el que se presenta como un modo de existencia o, en otras palabras, una forma de vida.
En este tercer momento de la reflexión, de carácter filosófico, Byung-Chul Han critica duramente la filosofía de Martin Heidegger. Señala que el planteamiento del alemán surge de la «angustia», concepto cuya raíz etimológica se puede traducir como «estrecho» o limitado debido a su vinculación con la idea de «esencia», definida como una identidad absoluta, previa e inamovible a la que trágicamente no se puede llegar.
Este factor convierte la filosofía de Heidegger en el fundamento del modo de ser posmoderno: aislado, individualista, incapaz de abrirse al exterior y vinculado permanentemente al pasado (a lo que «ha sido»), de donde extrae sus mecanismos de interacción con la realidad que lo rodea. Modo de existencia encaminado hacia la frustración y el pesimismo.
La esperanza, en cuanto modo de existencia que está abierto hacia lo indefinido, tiene una aptitud abierta hacia lo posible y se compromete en su búsqueda. Desatando la pasión por lo nuevo, abriéndose a lo distinto y por tanto apuntando hacia el futuro. Pretendiendo encontrar la solución a los problemas no en una esencia absolutizante, perdida en el pasado, sino en la apertura hacia lo diferente, hacia lo otro, que siempre es de carácter colectivo.
La esperanza se revela de esta manera como el único modo de existencia compatible con una vida social armónica.
¿Más allá de la sociedad posmoderna?
La esperanza, entendida como un modo de existencia, se diferencia tanto de las emociones como de las expectativas. Sin negar que haya una dimensión emocional que se deriva de la esperanza, esta no puede verse reducida a ella.
Por otra parte, identificarla con la expectativa le otorga un enfoque racional con el que se limitaría, acotándolo, el comportamiento de los agentes externos. Frente a la noción clásica de «expectativa», Chul Han reivindica la idea de confianza, «confiar en», que permite a los individuos trascender su particularidad y conectar con lo diferente para poder construir algo nuevo.
Ahora bien, ¿cómo pueden concretarse estas ideas en el plano de la sociedad?
Aquí se aprecian ciertas dificultades, pues el libo no es capaz de dar una respuesta convincente a este cuestionamiento. Parece que Byung-Chul Han espera, a la manera hegeliana, que el desarrollo del espíritu de la esperanza conduzca por si solo a la superación de los problemas que aquejan a las sociedades posmodernas.
No encontramos en él una preocupación sistemática por comprender los mecanismos sociales concretos que podrían hacer posible este resultado, permitiéndonos avanzar hacia la construcción de un nuevo modelo social que haya superado dichas dificultades.
En este punto es donde el planteamiento del filósofo surcoreano, pese a todas sus aportaciones y méritos, resulta incompleto y requiere del diálogo con otras propuestas para superar dicha limitación.
A espera de su próximo libro, en el que seguramente Chul Han intentará avanzar en esta dirección, la opción más prometedora la encontramos en establecer un diálogo teórico con la Teoría de Sistemas Sociales de Niklas Luhmann. Un planteamiento que, pese a enmarcarse de manera prioritaria dentro de la sociología, reivindica la interdisciplinariedad y la fuerte base especulativa que le otorga la filosofía. No menor, es la herencia hegeliana que comparten ambos planteamientos.
Desde el punto de vista sociológico, como hemos mostrado en anteriores entradas, Luhmann no considera que la racionalidad sea incompatible con la libertad asociada a la incertidumbre. Para él en las sociedades la incertidumbre es algo que pese a ser muy abstracto se concreta en la comunicación negativa. De hecho, la teoría luhmannia del conflicto, de la que también se ha hablado en otras entradas, permite comprender como se puede construirse un modelo social basado en la comunicación, capaz de incorporar la incertidumbre como elemento central.
Gracias a ello, a su capacidad para incorporar la incertidumbre a la dinámica social, adquieren sentido el resto de los conceptos de la teoría. Como el de «contingencia», «doble contingencia» y «confianza». A partir de los cuales se superan, en cierta medida, las limitaciones de El espíritu de la esperanza. Siendo la comprensión y el estudio de las sociedades complejas el escenario en el que convergen las ideas de Byung-Chul Han y Niklas Luhmann.