Ilustración, sociedad y pensamiento crítico
Anteriormente, explicamos que la Escuela de Frankfurt desarrolló un innovador método para el análisis y la investigación social. Metodología basada en un abordaje interdisciplinar de los fenómenos estudiados.
Tomando como punto de partida esta metodología, junto a una serie de postulados de la filosofía hegeliana y marxista, desarrollaron el ambicioso proyecto de estudiar la evolución de las sociedades occidentales, desde la Ilustración hasta el siglo XX.
Proyecto denominado Teoría Crítica de la Sociedad.
Como resultado de este trabajo, la Escuela de Frankfurt descubrió que el modelo de organización social de la Ilustración seguía estando vigente a mediados del siglo XX y no había evolucionado. Igualmente, se dieron cuenta que este modelo de sociedad era la causa de los fenómenos traumáticos vividos a principios del siglo XX: las guerras mundiales, el autoritarismo, el auge fascista y populista, etc.
Una vez descubrieron este hecho, enfocaron su investigación a comprender el porqué de esa vigencia y permanencia del modelo social de la Ilustración. Su trabajo permitió descubrir la existencia de una serie de estrategias que posibilitaban generar cambios superficiales en la sociedad; pero dejando intactos los principios fundamentales y el sistema de relaciones.
De esta manera, la evolución social sólo era aparente y no real.
Dicho proceso llegó a su máximo grado de eficacia en las sociedades capitalistas avanzadas, como la Norteamericana de posguerra, donde cualquier cambio social resultaba imposible… simplemente porque nadie, dentro de la sociedad, deseaba que se produjera.
Esta conclusión condujo a un profundo pesimismo, debido a que la expectativa de lograr un cambio social real resultaba imposible. Una postura que no era compartida por uno de los miembros más importantes de la Escuela de Frankfurt, el filósofo alemán Hebert Marcuse.
Marcuse y el optimismo crítico.
Marcuse, fiel a la tesis de Hegel, consideraba que las sociedades capitalistas avanzadas creaban las condiciones objetivas para su transformación. Pero, no se había hecho una reflexión sobre la naturaleza de dichas condiciones.
Muchos pensadores consideraban que éstas tendrían alguna relación con las condiciones tradicionales, definidas por el marxismo u otras corrientes del pensamiento crítico; Marcuse consideraba que tendrían una naturaleza inédita y completamente distintas.
El pesimismo, experimentado por autores como Adorno y Horkheimer, se debía a que esperaban encontrar ciertas señales de cambio que no se correspondían con el periodo histórico en el que se desarrollaban el análisis.
Ahora bien, surgen preguntas como: ¿cuáles son estas nuevas condiciones que permiten la transformación social? o ¿cómo se manifiestan?
En el intento de responderlas, el pensamiento de Marcuse ese acerca a la reflexión de una idea que resulta central en la Teoría de los Sistemas; pero que no está incluida en el pensamiento marxista: el concepto de Emergencia. Conviene explicar que Marcuse no hace un uso explícito del concepto, ni realiza un desarrollo sistemático del mismo; pues sus fundamentos teóricos marxistas se lo impiden.
Nuestra tesis es que la idea de Emergencia surge y se desarrolla en los márgenes de su pensamiento, permitiéndole superar el pesimismo radical mencionado anteriormente.
En lo que sigue, explicaremos como surgió y se desarrolló el concepto de Emergencia, en el marco del pensamiento marcusiano.
Emergencia y los agentes políticos
Para Marcuse, las sociedades capitalistas avanzadas habían alcanzado una serie de logros significativos en cuanto al bienestar personal y la organización colectiva.
Nunca antes, hasta ese momento, los integrantes de una sociedad había tenido un acceso semejante a la información ni, mucho menos, una capacidad de comunicación e interacción fluida entre ellos.
Los integrantes de estas sociedades contaban con una capacidad organizativa y transformadora sin precedentes.
Idea que Marcuse desarrolló en una conferencia pronunciada, en el año 1967, ante un numeroso grupo de estudiantes de la Universidad Libre de Berlin; cuyo titulo fue «El Final de la Utopia». La transcripción de la conferencia y el debate que se desarrolló posteriormente fueron editados en un libro con la misma denominación.
La principal tesis de la charla sostenía que no era necesario imaginar contextos en los que pudiera sobrevenir un cambio social profundo, pues dicho escenario ya existía; había sido creado por las sociedades capitalistas avanzadas y era el de finales de la década de 1960.
Las sociedades capitalistas avanzadas habían creado herramientas potentes, nunca antes vistas, para apoyar cualquier propuesta de cambio y las había puesto a la libre disposición de sus miembros. En otras palabras, objetivamente la utopía ya no era una idea sino una realidad.
No obstante, al análisis de Marcuse le faltaba un punto por explicar: ¿por qué no se producía el cambio social?, si existían las condiciones para que se produjera.
En este punto, la respuesta de Marcuse coincide con la que dan otros miembros de la Escuela de Frankfurt:
No se produce el cambio social porque no existe un agente que lo promueva o lo dirija.
Autores como Adorno y Horkheimer definieron como el mayor éxito de la Industria Cultural, en las sociedades capitalistas avanzadas, la desmovilización del sujeto revolucionario marxista: el proletariado. De este hecho dedujeron que cualquier cambio en las estructuras sociales fundamentales, una Revolución, resultaba imposible.
Marcuse coincidía en que el proletariado había perdido su capacidad revolucionaria; pero eso no implicaba que la revolución fuera imposible en aquel momento, simplemente que debía ser dirigida por otro agente político.
Abriendo la puerta a nuevas preguntas:
- ¿Quién era este nuevo agente?,
- ¿Cómo surgiría?
- ¿Qué estrategia implementaría para promover el cambio social?
Confluencia y emergencia en el pensamiento crítico.
Marcuse no logra articular una descripción completa de este nuevo sujeto revolucionario, encargado de promover el cambio en las sociedades capitalistas avanzadas de las décadas de 1960 y 1970; pero si señala algunas de sus características:
- Debe ser un agente innovador, que haya surgido en las sociedades capitalistas avanzadas.
- Su identidad como agente político no estaría derivada de su función económica o productiva.
- Promovería un modelo social diferente al marxista ortodoxo.
- Dentro de su actuación tendría un papel fundamental aspectos como la información, la comunicación y la organización.
La tesis de Marcuse fue recibida con desconfianza y escepticismo desde diferentes posturas del pensamiento crítico, que no terminaban de coincidir en torno a la idea de ese nuevo sujeto revolucionario y sus características; dando origen a un rico debate en el que estuvieron presentes la ciencia política, la filosofía, la psicología y la sociología.
Pero, sin lugar a dudas, el aspecto más curioso de este pensamiento fue que mientras Marcuse perfilaba los aspecto fundamentales de su idea se produjeron los movimientos de protesta de los años 1967 y 1968.
Fenómenos que escapaban a la capacidad explicativa del marxismo y que solo podían encajar en el nuevo modelo propuesto por Marcuse.
Estos nuevos movimientos habían surgido de forma espontánea, sin contar con una estructura jerárquica tradicional y estaba representado por un conjunto variopinto de grupos sociales, de reciente aparición, como artistas, estudiantes, intelectuales, etc.
Siendo la forma de comunicarse y expresar sus propuestas, el aspecto más innovador y característico de los mismos.
El poder de la Emergencia
Sin entrar en debates sobre el pensamiento de Hebert Marcuse, el propósito de este post fue destacar la importancia de este autor en relación al estudio de los movimientos sociales; especialmente aquellos surgido en la década de 1960.
Es innegable que estos movimientos, de cuya naturaleza y funcionamiento todavía queda mucho por aprender, se han convertido en uno de los principales agentes en los procesos que llevan a cabo en los sistemas social y político. No podemos afirmar que sean un nuevo sujeto revolucionario, o lo contrario; pero sí estamos seguros de que ocupan un papel importante en la evolución de nuestra comunidades.
Una lección que hemos aprendido a lo largo de estos 50 años y que en cierta medida aparece regida en el pensamiento de Herbet Marcuse. Conclusión a la que pudo llegar gracias al acercamiento teórico que tuvo al concepto de Emergencia.