En la entrada anterior conocimos la complejidad conceptual del pensamiento hegeliano y su riqueza de ideas, a través de la presentación de las propuestas teóricas que un grupo de pensadores, influido por su filosofía, desarrolló en el periodo final de la vida de este autor y en los años posteriores a su muerte.

Planteamientos que contribuyeron a consolidar el, en aquel momento, todavía incipiente campo de la reflexión social y política. Ocupando un papel destacado las reflexiones planteadas por un grupo de pensadores agrupados históricamente alrededor de la etiqueta «jóvenes hegelianos» o «hegelianos de izquierda», dentro de los que Ludwig Feuerbach (1804-1872) ocupó una posición destacada.

Las diversas interpretaciones que tenían acerca del pensamiento hegeliano y los diferentes proyectos con los que pretendían superar los problemas presentes en el pensamiento del maestro contribuyeron a reorientar el foco de interés del debate filosófico desde los aspectos más abstractos y especulativos hacia cuestiones más concretas, relacionadas con la convivencia colectiva, el funcionamiento de las instituciones y el ejercicio del poder. Sentando las bases para el desarrollo de la moderna teoría social.

En esta entrada buscamos exponer los siguientes pasos en este proceso, que resultaron centrales en la construcción de campo del pensamiento social y político tal como lo conocemos actualmente.

Engels-Marx. El giro al materialismo

Pese a que históricamente uno de los componentes de este binomio, Friedrich Engels (1820-1895), ha sido eclipsado por la otra, Karl Marx (1818-1883), nuestro estudio considera que resulta difícil adjudicar de forma clara a una de ellas las partes del pensamiento que construyeron en común y, por tanto, dar un mayor protagonismo a una sobre otra. Las razones para que esta situación se haya presentado y el debate al que dio origen son aspectos que superan nuestra capacidad de respuesta, que dejaremos de lado en esta investigación.

Ambos pensadores desarrollaron un conjunto de ideas bastante coordinadas, que es difícil de separar por las sinergias existentes entre sus argumentaciones, enfoques e intereses. A lo que se suma que algunas de las obras más relevantes escritas por Marx, como Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, Manuscritos económico-filosófico, Tesis sobre Feuerbach, La ideología alemana y los volúmenes II y III de El Capital, fueron publicados de manera póstuma, después de una cuidada edición realizada por Engels. Reforzando nuestra idea de  tratar su propuestas como una elaboración conjunta.

Aunque Engels y Marx no fueron alumnos directos de Hegel, estudiaron profundamente sus obras y consideraban que el origen de su propia propuesta podía retrotraerse a las ideas enunciadas por este gran filósofo alemán. Al igual que el resto de los jóvenes hegelianos, consideraban que había una serie de limitaciones en este pensamiento que era necesario superar para desarrollar todo su potencial teórico y práctico.

Para ellos, esta labor pasaba por enfocarse al campo de la acción política entendida como la combinación de tres elementos: la reflexión teórica propiamente dicha, el activismo político que busque concretar esas ideas y cambios en la práctica y la difusión de tales propuestas como una instancia intermedia entre ambos ámbitos. Siendo este el marco en el que desarrollan una ambiciosa propuesta en la que se incorporan de manera orgánica elementos teóricos provenientes de disciplinas como la historia, la economía política de David Ricardo, el derecho y la sociología.

La propuesta formulada por estos dos pensadores se fundamenta en dos ideas hegelianas. La primera de ellas fue la incorporación de un enfoque historicista a la reflexión, convirtiendo a la historia en el marco en el que se debían estudiar los fenómenos de interés (la producción económica). Mientras la segunda fue la visión dialéctica de la realidad, en virtud de la cual esta es entendida como un movimiento regulado por una ley general basada en un principio que se fundamenta en la contradicción y da lugar a una racionalidad dialéctica que es posible conocer para entender la deriva de los procesos.

A diferencia de Hegel, para estos autores, la única forma de conocer esta contradicción pasaba por alcanzar un conocimiento material del objeto, siendo esto lo que determine la realidad del objeto estudiado. Contraponiendo esta visión de la dialéctica, denominada dialéctica real, a la dialéctica ideal hegeliana, siguiendo los pasos de Feuerbach.

También resultó especialmente inspirador lo expuesto por Feuerbach sobre el concepto de «alienación», del que hemos hablado en la entrada anterior, aunque señalando que aquel no llegó a profundizar en su base real (en lo que le ocurre al hombre en la realidad material) y definiéndola de forma concreta como una «alienación económica» que convierte al hombre en esclavo del dinero y el capital.

Partiendo de esta base, el binomio Engels-Marx pretendía explicar científicamente las causas del conflicto que se vivía en su época. Definiendo su investigación como materialista, apegada a la base material, y racional, evolucionaba históricamente.

Antes de seguir, conviene explicar que la definición de materialismo planteada por estos autores se construye en torno a tres ideas: que la naturaleza es anterior al ser humano y a cualquiera de sus esfuerzos por conocerla o transformarla, la inversión de la dialéctica hegeliana de la que hemos hablado antes (rechazando la generalización de las leyes de la mecánica) y atribuir a la materia una dinámica interna propia. Esta idea no es compatible con el materialismo cientificista con el que estamos más acostumbrados.

La articulación de estos elementos permite, según la opinión de ambos autores, desarrollar una propuesta de acción política a la que denominaron socialismo científico, con el que abordan la relación dialéctica que existe entre la economía y la política a lo largo de la historia y terminan formulando un nuevo tipo de filosofía enfocada hacia la consecución de un cambio social, al que se denomina revolución. Propuesta que implementaban a través de dos componentes.

Materialismo histórico

Quizás esta sea la aportación más conocida del binomio Engels-Marx al desarrollo de la teoría política y el elemento que mejor ha perdurado de su propuesta, gracias a la vigencia práctica con la que sigue contando. Con el materialismo histórico, se pretendía llevar a cabo una descripción racional (historicista) de la sucesión de contradicciones que habían configurado el desarrollo de la sociedad y, en opinión de estos autores, los próximos pasos a los que abocaba dicho proceso a las sociedades de la época.

El binomio Engels-Marx pretendía presentar un proceso evolutivo de la realidad similar al realizado por Hegel con respecto al camino del espíritu (ver apartado final del Post 4), pero exclusivamente desde un enfoque materialista.

Para ello parten del concepto de alienación formulado previamente por Feuerbach. Como se dijo en el post anterior, este concepto hace referencia a la construcción de «mundos ficticios» por parte del ser humano que les permiten evadirse de sus problemas. Pero Feuerbach lo había planteado en términos teóricos, no materialistas, por lo que había alguna confusión respecto a su significado y naturaleza.

Según el enfoque materialista, la alienación es una situación de carácter económico que establece distinciones entre los hombres, que se manifiestan en el papel que ocupan dentro de la convivencia colectiva. En virtud de esta distinción se establece un tipo de segregación de los individuos en grupos estancos.  Ahora bien, ¿cuál es el criterio que permite llevar a cabo esta segregación? Como se ha dicho antes, el origen de la alienación es económico y se fundamenta en el trabajo o la ocupación que ocupa una persona dentro del proceso productivo.

Según el historicismo que se plantea desde el binomio Engels-Marx, en cada momento estudiado se puede observar que, a lo largo de la historia, la forma en que se produce la riqueza (lo que llamaríamos actualmente el sistema económico) establece las diferencias entre los hombres, debido al papel que ocupan en dichos procesos.

Es esta situación la que genera en los individuos la autoconciencia de formar parte de un grupo y, por tanto, de no encontrarse aislados. Gracias a esta certeza, se puede reconocer a otro individuo como igual y desarrollar dinámicas de colaboración con él.  A este lazo que se establece entre los hombres, que surge en el marco del trabajo productivo, es a lo que esta postura denomina solidaridad. Desmarcándose y refutando la definición de Feuerbach, vinculada con la ética.

A las agrupaciones que surgen entre los hombres, gracias a los lazos que se crean en el trabajo productivo, se les denomina clase social. A partir de esto, es natural concluir que las sociedades (en cualquier momento histórico) sean la sumatoria de las diferentes clases sociales que su modelo de producción económico establece y las interacciones que se establecen entre ellas.

Acorde con la dialéctica hegeliana, las relaciones entre las clases sociales se dan en términos de contraposición. Esta dinámica (a la que se denomina «lucha de clases») hace que se llegue finalmente al enfrentamiento entre dos clases sociales, en el que una de ellas defiende (afirmación) el modelo económico existente, mientras que otra plantea su superación (negación), confrontación de la que surge un nuevo modelo económico superior, que da lugar a dos nuevas clases sociales enfrentadas y así sucesivamente. Este proceso, en el que se suceden las luchas de clases, es la «historia de la humanidad».

Esta idea se complementa con la denominada «teoría del reflejo», en la que también es posible encontrar cierto aire a Feuerbach. Según la cual el sistema económico, que es la realidad material, desarrolla una serie de ámbitos abstractos (que no obedecen a una lógica materialista), para evitar que se produzcan cambios en el modelo económico. En estos elementos abstractos, denominados «superestructura», se incluyen el derecho, la educación, la política, la religión, y su función dentro de la sociedad reside en permitir a los seres humanos aceptar la alienación en la que viven y prevenir que intenten cambiar la realidad económica (denominada «estructura»).

De esta manera se lleva a cabo, en opinión de estos autores, la superación de las propuestas de Feuerbach y se construye una verdadera teoría sobre la sociedad y su evolución. Siendo aquí donde se aprecia el giro hacia la acción política que experimenta la filosofía, resumida en la 11.ª tesis sobre Feuerbach expuesta por Marx:

Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diversos modos; lo que importa es transformarlo

En conclusión, el materialismo histórico explica los principios dialécticos y materialistas que han dirigido el progreso de las sociedades, desde la antigüedad hasta el siglo XIX, proceso en que los individuos (organizados en clases sociales) construyen libremente su futuro a través de la lucha por cambiar el funcionamiento del sistema económico, convirtiendo este conocimiento en palanca para la acción política.

 Materialismo dialéctico

Esta es una de las partes más complejas de la propuesta formulada por el binomio Engels-Marx, por tener un carácter más abstracto que el resto de su propuesta, contar con una orientación más técnica en lo que se refiere a la reflexión filosófica y no resultar fácil conectarla con referentes concretos que pudieran ilustrarlo con cuestiones prácticas.

Los autores planteaban esta parte de su reflexión como un esfuerzo teórico por plantear una concepción dialéctica del universo (la realidad) que complemente al materialismo histórico.  En esta parte se desarrolla con más profundidad la idea de una dialéctica de la materia.

Existe un amplio debate en este campo, que gira en torno a la conveniencia y posibilidad de aplicar a la materia un método (la dialéctica), que había sido pensado originalmente por Hegel para aplicarlo a la idea (una entidad abstracta).  No parece que la obra de Engels y Marx haya hecho una reflexión tan exhaustiva a la hora de apostar por esta alternativa, lo que genera ciertos problemas de consistencia en el planteamiento.

También se ha planteado, con respecto a este punto, la cuestión de si Engels y Marx fueron fieles a esa concepción dialéctica de la materia o utilizaron a conveniencia la interpretación de los otros modelos materialistas. Es decir, se señalaba una serie de problemas de coherencia dentro del planteamiento, por lo menos en lo que a este punto respecta.

Ambos puntos dan lugar a una discusión muy interesante, pero circunscrita al campo de los especialistas en este planteamiento que, además, no tiene gran influencia en el desarrollo de su teoría social. Por lo que dejaremos de lado esta discusión.

Tensiones internas

Pese a la impresionante labor de fundamentación teórica realizada por la dupla Engels-Marx, su propuesta no estaba exenta de tensiones internas que, al reflexionar críticamente acerca de lo que ellos planteaban, ponían en cuestión la corrección de su propuesta, tanto en lo teórico como en lo práctico.

Siendo la más importante de estas tensiones la existente entre la visión teleológica de la realidad al estilo hegeliano (la historia está escrita de antemano y llegaremos siempre al mismo punto, sin importar lo que hagamos) y el voluntarismo que implica entender la filosofía como acción política.

Si la reconstrucción realizada por el materialismo histórico muestra que existe una línea de evolución clara definida por esa dialéctica de la materia y su desenvolvimiento a lo largo de la historia, ¿para qué sería necesaria la acción política?, después de todo… ¿No vamos a llegar al mismo punto simplemente por la inercia de la historia?

Poniendo de manifiesto una tensión entre su planteamiento teórico y su faceta como activistas. Recordemos que la obra más influyente de estos autores fue el Manifiesto del partido comunista, que terminaba con un claro llamado a la acción:

¡Proletarios de todos los países, uníos!

¿Qué pasaría si no se producía esa coordinación global de la clase proletaria? ¿Seguiría siendo posible la revolución? ¿Cómo llevarla a cabo? Pero si no era necesario contar con esa unión de los proletarios para que se dieran los cambios, ¿por qué era necesario movilizarse? ¿Daba igual si nos quedábamos sentados en la puerta de la casa?

La filosofía de Hegel, al incorporar un fuerte componente idealista, era capaz de eludir estos interrogantes o moverse entre las tensiones que generaban con relativa solvencia. Pero el materialismo exigía respuestas concretas a situaciones concretas y el panorama se volvía un poco farragoso.

Estas tensiones resultan relevantes porque marcan los desafíos que los herederos del pensamiento de Marx y Engels tenían que superar en caso de consolidar sus propuestas. En gran medida, el desarrollo del pensamiento posterior, derivado del binomio Engels-Marx, que a partir de este momento llamaremos marxismo en reconocimiento a la forma que trascendió históricamente. Se han visto de una u otra manera confrontadas por la solución de este dilema y se han visto forzadas a posicionarse frente a él.

Herederos del marxismo

Puesto que Marx y Engels combinaban la faceta de teóricos y activistas, se implicaron activamente en llevar a la práctica sus ideas. Labor que llevaron a cabo a través de una serie de reuniones y grupos de trabajo de la época, en los que se intentaba hacer la puesta a punto de las instituciones y movimientos que permitieran esa unidad global de los trabajadores.

Proceso que ha pasado a la historia con el nombre de «Primera Internacional», fundada por Marx en 1864, durante el cual se planteó todo el aparato teórico del marxismo condensado en una serie de libros considerados canónicos, algunos de los cuales han sido mencionados más arriba, el establecimiento de unas reglas para su interpretación y el desarrollo de las instituciones depositarias de este legado, los partidos comunistas en diferentes países, pero revestidos de esa vocación global reivindicada al final del Manifiesto del partido comunista.

A esta le siguió una denominada «Segunda Internacional», que se desarrolló entre los años 1889 y 1914, durante la cual se optó por potenciar la dimensión de la acción política sobre la reflexión teórica. Lo que implicaba, en lo que al campo filosófico se refiere, una revisión de la herencia del marxista que se reflejó en dos aspectos. Primero, un paulatino abandono de la influencia hegeliana, especialmente en lo relativo a la dialéctica, acercándose a enfoques más positivistas vinculados con el kantismo.

La Segunda Internacional fracasó estrepitosamente debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, que mostró la poca consistencia de sus planteamientos y su incapacidad para establecer una mínima coordinación entre los diferentes partidos socialistas nacionales, incapaces de plantear una línea política clara que sus afiliados pudieran tener como referencia frente a la situación generada por el conflicto. En fin, esta Segunda Internacional se vio superada por la complejidad de la realidad.

Como respuesta a este fracaso, surgió en el año 1919 una «Tercera Internacional», también denominada «Internacional Comunista». Que surge y es promovida por el éxito de la Revolución de Octubre en Rusia. Su propuesta partía del rechazo al revisionismo que se había promovido por la Segunda Internacional y recuperar la centralidad del núcleo teórico marxista original, acotado por la dialéctica hegeliana y la concepción materialista de la realidad. Reflexiones expuestas por el líder revolucionario ruso Vladimir Lenin (1870-1924) en el ensayo Materialismo y empiriocriticismo (1908).

En el campo de la acción política, este giro se vio reflejado en la recuperación de la visión internacionalista de la acción del movimiento obrero de cara a hacer la revolución, aunque dirigido de forma centralizada desde el Partido Comunista de la URSS, que pasaría a convertirse en el guardián de la doctrina marxista. Con lo que se estableció una clara distinción entre la ortodoxia marxista (avalada por Moscú) y posturas heterodoxas que reivindicaban una interpretación independiente de la obra del binomio Engels-Marx. Dando origen a un choque, teórico y político, entre ambas posiciones que se fue profundizando en las décadas posteriores.

En conclusión, el giro materialista implementado por Engels y Marx se convirtió en el punto de inflexión para el desarrollo de la teoría social moderna, facilitando el desarrollo de un modelo teórico capaz de explicar qué es una sociedad, cómo era su dinámica de funcionamiento interno y para qué sirve vivir en sociedad. Estos autores entendían que esta reflexión debería conducir a entender la filosofía como una forma de acción política orientada hacia la transformación de la realidad a través del acto revolucionario. Por su parte, la dialéctica permitía establecer una relación causa-efecto entre una serie de condiciones materiales y la revolución. Es decir, que siempre que se produjeran las condiciones materiales que hacían posible este cambio, era inevitable que este se produjera.

Ahora bien, ¿qué pasaba cuando la existencia de las condiciones materiales adecuadas no era suficiente garantía para que se diera el cambio político deseado?

Pregunta que obliga a replantearse la importancia del materialismo en el marco de la teoría social e invita a buscar nuevos aspectos a tener en cuenta, facilitando la entrada a las cuestiones culturales.

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