Colaboración  especial de Fernando Fuster van Bendegem * , Director de Seguridad Privada y Coronel del Ejército de Tierra (R)

La reacción anglosajona: AUKUS

En estas circunstancias no es de extrañar que Washington haya buscado contrapesar la situación con un golpe de efecto –coincidiendo  además con la salida del conflicto Afgano–, el anuncio por parte de los tres presidentes de Australia (AU), Reino Unido (UK) y los EEUU (US) de la asociación estratégica de seguridad y defensa para la región del Indo-Pacífico, AUKUS. En el mismo se comunicaba al mundo la ambición de proporcionar a Australia la capacidad submarina de propulsión nuclear en el plazo máximo de 18 meses. Al mismo tiempo reiteraba la adhesión de Australia al Tratado de No Proliferación nuclear (TNP) y su sometimiento a las comprobaciones de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA). El acuerdo abarca también transferencias tecnológicas relacionadas con capacidades cibernéticas, tecnología cuántica e inteligencia artificial. En este punto hay que decir que australianos, británicos y norteamericanos, junto con canadienses y neozelandeses, llevan años –desde 1941– cooperando en algo tan sensible como una asociación para compartir inteligencia denominada Five Eyes (Cinco Ojos), una de las más completas alianzas de espionaje que se conocen, por lo que este nuevo acuerdo se lleva a cabo entre aliados consolidados y que tienen sus razones.

 

 

El Reino Unido (RU), aquejado por el Brexit, necesita relanzar su política exterior con cierta urgencia, a pesar de que ha logrado mantenerse en el tercer puesto en cuanto a capacidad de influencia global, medida por el índice de “poder blando” (según el Brand Finance Global Soft Power Index 2021). Queda claro que tras su ruptura con la UE ha decidido apostar por la vía anglosajona para la aplicación del “poder tradicional”, viendo una buena oportunidad en el acuerdo AUKUS, máxime teniendo en cuenta que fue la potencia colonial que rompió el milenario aislacionismo comercial chino que desembocaría en la primera guerra del opio (1839-1842), dando comienzo a lo que los chinos denominan como “el siglo de humillación”. Además, Londres tampoco descarta hacerse con parte del negocio de los submarinos al amparo de AUKUS, pues ya se oyen voces que proponen a la Royal Navy como el tutor ideal para la puesta en marcha de los nuevos submarinos de propulsión nuclear australianos.

En cuanto a Australia (AU) hacía ya cuatro años, siendo primer ministro Malcolm Turnbull, que las relaciones con la RPC se habían enfriado a cuenta del escándalo del senador Sam Dastyari, firme defensor de la política exterior de Pekín al tiempo que recibía “donaciones” de procedencia sospechosamente próxima al gobierno chino. Hasta tal punto se deterioraron estas relaciones que la población de origen chino en Australia empezó a ser tratada de forma diferente, mediante la aprobación de leyes específicas, pasando a ser considerados como posibles colaboradores de la RPC. En la escalada del deteras de investigación conjunta, paralizó inversiones en proyectos australianos y bloqueó la importación de ciertos productos procedentes de éste país, al tiempo que entregaba a la prensa una lista con las 14 reclamaciones, respecto al comportamiento de las autoridades australianas, que a su juicio dañaban la relación. Esto no hizo más que afianzar la posición del gobierno de Canberra, que ahora cuenta también con el apoyo de su opinión pública. Conscientes del fabuloso incremento de la influencia regional china en la región, sólo hizo falta una gota para colmar el vaso de la paciencia del gobierno australiano, en manos ya de Scott Morrison desde agosto de 2018 y que compartía la percepción de su antecesor respecto a la RPC, y esa gota fue la pandemia de coronavirus.

Por otra parte, este pacto supone para Australia el acceso al exclusivo club de países que operan submarinos de propulsión nuclear, en el que se encuentran únicamente EEUU, Rusia, China, Reino Unido, Francia e India. Una capacidad a la que aspiran la mayoría de las principales fuerzas navales de nivel medio/alto del mundo que no la poseen. La cruz de la inclusión de Canberra en AUKUS ha sido el deterioro aún mayor de sus relaciones con Pekín, que ha visto en el movimiento un posicionamiento sin fisuras del lado norteamericano, convirtiéndola de facto en adversaria de la RPC.

Con respecto a EEUU (US), hay que decir que se trata de un movimiento estratégico que lleva tiempo dilatándose, desde el “Pivote Asiático” de Barack Obama de 2011, fundamentalmente debido a la implicación de las fuerzas estadounidenses en Irak y Afganistán, aunque también por las reticencias en situar a la RPC como un claro adversario estratégico. Con la salida de las fuerzas norteamericanas de Afganistán se recupera la libertad de acción necesaria para empeñarse en esta región, si fuera preciso.

Como acertadamente señala Henry Kissinguer en su libro “Orden Mundial (Ed. Debate)”, “Estados Unidos ha sostenido el objetivo inamovible de prevenir la hegemonia (de cualquier país) en Asia”, funcionando “no tanto como una entidad equilibradora, sino como parte integral del equilibrio”. “En Asia oriental existe algo parecido a un equilibrio de poder entre China, Corea, Japón y EEUU, con Rusia y Vietnam como principales periféricos. Pero difiere de los equilibrios de poder históricos en que el centro de gravedad de uno de los protagonistas, Estados Unidos, está localizado lejos del centro geográfico de Asia oriental”. Hay que tener en cuenta que estas líneas se escribieron en 2014, cuando todavía había duda y cierta esperanza de que la RPC siguiese comportándose como una potencia regional. Hoy esa duda se ha disipado y mantener la estrategia norteamericana en la región requerirá de una mayor implicación. Por eso AUKUS, pues son necesarios aliados fiables, además de incrementar la base de operaciones en la zona. Y qué mejor que Australia para aproximarse a la región. A los aliados tradicionales como Japón, Corea del Sur y Singapur, ahora hay que añadir a los miembros del QUAD y AUKUS, es decir a Australia, Reino Unido e India, un posicionamiento en la zona que puede conformar una base lo suficientemente sólida para contrarrestar a la RPC.

 

El enfado de París

Pero el anuncio de AUKUS, el pasado 15 de septiembre, ya se ha cobrado su primera víctima, París. Francia ha perdido un suculento contrato –valorado en 50.000 m$ australianos, algo más de 30.000 m€, de los que una parte importante eran para las empresas francesas– entre la estatal Naval Group y el gobierno australiano, firmado en 2016, para la construcción de 12 submarinos de propulsión convencional para la Marina Real Australiana. La pérdida de este contrato y el no haber sido alertados previamente del movimiento ha irritado al gobierno francés que, en palabras de su ministro de Asuntos Exteriores, lo considera como “una puñalada trapera”. Dos días después, Francia llamó a consultas a sus embajadores en Washington y Canberra, algo insólito en las relaciones entre estos países, aunque el primero retornaría pocos días después y el segundo tras varias semanas.

En cuanto al Reino Unido, ha supuesto un incremento de tensión de las relaciones bilaterales en un momento delicado, por las diferencias respecto a los acuerdos pesqueros post-Brexit y por la posición de la UE respecto a Irlanda del Norte. Un incidente a finales de octubre en el que fue detenido un pesquero británico en aguas francesas provocó a su vez la llamada a consultas de la embajadora del RU en Francia.

París se siente traicionado y hace extensivo su disgusto a la UE y también a la OTAN, mientras reclama compensaciones al gobierno australiano por la rotura del contrato de los submarinos. Por su parte la UE reaccionó mostrando su descontento por no haber sido informada del acuerdo. Francia se ha quedado fuera de juego en la región del Indo-Pacífico donde tiene importantes intereses en territorios de ultramar –Nueva Caledonia, la Polinesia Francesa y Wallis y Futuna– y donde además de la población tiene desplegados unos 7.000 efectivos.

 

 

Conclusiones

El prestigioso politólogo norteamericano Graham T. Allison Jr.[1] acuñó el término “Trampa de Tucídides” para describir la aparente tendencia hacia la guerra cuando una potencia emergente amenaza con sustituir a otra gran potencia mundial ya consolidada. En su estudio Allison afirma que de quince casos en la historia, desde el año 1500, en los que se dio esta situación, once terminaron en guerra. Pero hay que decir que estos casos han sido previos a la aparición de las armas nucleares, lo que podría cambiar sustancialmente las cosas, especialmente entre dos potencias nucleares, como es el caso. Desde la aparición de las armas nucleares, sólo se han confrontado directamente naciones poseedoras en una sola ocasión, India y Pakistán en una guerra corta en 1.999. Las potencias nucleares siempre han resuelto sus diferencias a través de un tercer país, como Vietnam o Afganistán durante la Guerra Fría.

 

A pesar del golpe de efecto por ambas partes, el equilibrio estratégico nuclear no ha sido alterado de manera significativa, al estar basado en la disuasión que proporciona la Destrucción Mutua Asegurada (MAD por sus siglas en inglés). Esta garantía de la mutua destrucción se basa en que un ataque sorpresa, o primer golpe, quedaría neutralizado por un segundo ataque, o contragolpe, con una capacidad de destrucción inasumible por el atacante inicial, dejando devastados a los dos contendientes. Este previsible resultado es el que afortunadamente disuade ante la utilización de este tipo de armas. El contragolpe es posible sobre todo gracias a la cuasi invulnerabilidad de los submarinos de propulsión nuclear con capacidad de lanzar misiles balísticos (SLBM) frente al primer ataque. Tanto EEUU como China disponen de SLBM, por lo que su supervivencia, en caso de ataque nuclear masivo, garantiza que existirá respuesta suficiente.

En el caso de los misiles chinos citados caben dos posibilidades. Que sean dotados de cabezas nucleares, lo que podría suceder en un futuro no muy lejano, o que simplemente porten armamento convencional. En el primer supuesto, asegurar el primer golpe por la invulnerabilidad del nuevo misil –aunque China siempre ha hecho gala de su compromiso de “no primer uso” (no first use) de estas armas–, no aporta nada nuevo al equilibrio nuclear, como se ha explicado anteriormente. Aunque introduce elementos novedosos respecto a la ecuación del control del equilibrio nuclear, teniendo que incorporar muy probablemente a China en las conversaciones tradicionalmente celebradas entre EEUU y la URSS/Rusia. Por otra parte, ubicar misiles con capacidad nuclear en órbita para su posterior activación podría constituir una violación del Tratado del Espacio –Outer-Space Treaty–, una especie de derecho internacional para el espacio ratificado por 110 países y firmado por otros 23, entre estos últimos la RPC.

En el segundo caso, se trataría de un misil convencional con una formidable capacidad de penetración en las defensas del adversario, lo que le proporcionaría la posibilidad de alcanzar objetivos de gran valor táctico e incluso estratégico. En este contexto AUKUS proporciona una respuesta apropiada para contrarrestar la posible ventaja de ese misil hipersónico convencional. Los submarinos de propulsión nuclear, al poder estar sumergidos el tiempo que la tripulación aguante –semanas e incluso meses– constituyen una opción convencional de primer orden al ser prácticamente imposibles de seguir si fueran detectados, dado el largo tiempo de inmersión, como se ha comentado. Eso les permite, a su vez, mantener posicionados en una zona permanentemente a uno o varios de esos submarinos, posiblemente en el Mar Meridional o del Este chinos, de forma que siempre se tenga opción a responder a un ataque convencional con misiles hipersónicos, en el caso de los submarinos AUKUS empleando misiles de crucero convencionales. Para tener esos submarinos en estación es necesario disponer de bases relativamente próximas, siendo Australia un magnífico punto de partida –también para labores de mantenimiento– al no poderse llevar a cabo la detección y el seguimiento de los submarinos de propulsión nuclear cuando zarpen desde allí. A todo ello hay que añadir la capacidad de ataque de estos submarinos a buques de superficie y otros submarinos, clave en los mares de la región y en especial en los estrechos de Taiwán, Malaca, Sunda y Lombok, decantando el equilibrio del poder naval del lado de AUKUS.

Quién le hubiese dicho en 1949 al recién ascendido Capitán de Navío Hyman Rickover, precursor de la propulsión nuclear en los submarinos de la Marina norteamericana en un momento en que el almirantazgo apostaba decididamente por los portaviones (tras la experiencia en la Guerra en el Pacífico), que el proyecto que hizo realidad contra todo pronóstico, el submarino de propulsión nuclear –el Nautilus fue el primero en 1955–, iba a ser la piedra angular en la disputa geopolítica entre las dos principales potencias de nuestros días en lo que la prensa ha bautizado como “la guerra de los submarinos”.

Respecto a Francia y la UE, no contar con París fue una torpeza o quizás un golpe calculado. Aunque el presidente Biden le reconociese a al presidente Macron que “sin duda podría haberse hecho mejor”, hubiéramos visto en  ese caso si la posición del Reino Unido hubiese sido la misma. Francia es seguramente el país europeo con más intereses en la región, a lo que hay que sumar la pérdida del contrato de los 12 submarinos. Posiblemente en este momento Francia y la UE se estén preguntando qué significa ser aliado de los EEUU. Pero en todo caso, es muy posible que AUKUS provoque un enfriamiento del interés de la Unión por el Indo-Pacífico, región sobre la que curiosamente presentó su Estrategia de Cooperación pocos días antes del anuncio de AUKUS. De hecho en esta Estrategia de Cooperación se reconoce que el peso mayor lo tienen las relaciones comerciales. Un dato para entenderlo, se calcula que por el Mar Meridional de China circula alrededor del 40% de todo el comercio exterior de la Unión. Por lo que la estabilidad de la región es de gran importancia para la UE, aunque la posibilidad de implicarse del lado norteamericano se haya enfriado sustancialmente, al trazar AUKUS una línea clara entre lo anglosajón y el resto de occidente, incluida Europa o la UE.

AUKUS no supone una ruptura de las relaciones entre EEUU y la UE, pero manda el claro mensaje de que Europa pierde peso en la aproximación global estadounidense, lo que seguro que sorprenderá a más de uno que tenía puestas sus esperanzas en el fortalecimiento de estas relaciones tras la era Trump. Esta menor implicación ya ha sido percibida desde Moscú, cuyo presidente reconoce bien las oportunidades que le ofrecen las vacilaciones de occidente. En este contexto cobra sentido la reciente crisis migratoria en la frontera polaca con Bielorrusia o las actuales tensiones en la frontera ucraniana, línea roja para el Kremlin en la expansión de la OTAN o de la UE. Se trataría de calibrar hasta qué punto estarán dispuestos a implicarse en ambos casos tanto Washington o Bruselas.

EEUU está en su derecho a reequilibrar sus prioridades realizando un desplazamiento estratégico hacia el Indo-Pacífico, pero no debería olvidar que si quiere seguir liderando el mundo aún tiene importantes compromisos en otras regiones de su interés, como los que defiende la OTAN. Y si bien es cierto que AUKUS teóricamente no debería interferir con la finalidad de la OTAN, concebida para contrarrestar al Pacto de Varsovia –y posteriormente a Rusia y a otras potenciales amenazas–, el bajar la guardia en el escenario europeo puede acarrearle consecuencias indeseadas y de difícil vuelta atrás. Todo ello sin considerar una posible alianza entre Rusia y China, algo poco probable dada la tradicional relación entre ambos países pero  que no debiera descartarse por completo.

En lo que respecta a la República Popular de China, su aproximación con respecto a los EEUU es diferente. Fiel al preámbulo de su Constitución y a los cinco principios básicos que rigen su política exterior –respeto mutuo a la soberanía e integridad territorial, no agresión, no injerencia en asuntos internos de otros Estados, igualdad y beneficio mutuo y coexistencia pacífica en el desarrollo de las relaciones diplomáticas e intercambios económicos y culturales con otros países– Pekín es consciente de que, de momento, un enfrentamiento convencional y mucho menos nuclear no le favorecen, pero toma buena nota de las nuevas relaciones en la zona y advierte, a través de un portavoz del Ministerio de Exteriores, que el nuevo pacto (AUKUS) “amenaza con dañar gravemente la paz regional… e intensificar la carrera armamentística”.

 

 

China siente que quieren encerrarla en su propio territorio, por lo que buscará con sabiduría y paciencia oriental romper ese cerco mediante alianzas comerciales, o de otro tipo, e incluso mediante una posible aproximación a Moscú. Sin prisas, consciente de que ha esperado más de un siglo a que llegara su momento, es muy probable que siga focalizando sus esfuerzos en fortalecer sus capacidades militares, incluidas las nucleares, y resolver su dependencia energética mientras continúa asegurando su gran proyecto –la nueva ruta de la seda– sin renunciar a sus reclamaciones regionales, a la espera que dé sus frutos antes de la celebración del centenario de su fundación (como RPC) en 2049, en la que como los emperadores tradicionales el presidente de la República Popular pueda gobernar “todo lo que hay bajo el cielo”.

Estas consideraciones abonan dos conclusiones finales importantes respecto a la defensa en la UE, y por tanto para España. Primera: es más urgente que nunca que la Unión empiece a tomarse en serio su defensa, pues EEUU no puede ni debe ser nuestra única garantía de futuro. Segunda: considerando que los países de la UE constituyen una de las principales contribuciones sobre las que se asienta la OTAN, es posiblemente el momento de redefinir nuestra participación como Unión al tiempo que se busca reescribir el concepto estratégico de la Organización. Tal vez la próxima cumbre de la OTAN en Madrid, los días 29 y 30 de junio de 2022, sean el lugar y momento adecuados para iniciar este proceso.

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Notas al pie:

[1]  Opinion | Obama and Xi Must Think Broadly to Avoid a Classic Trap – The New York Times (nytimes.com)

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Fernando Fuster van Bendegem.Ha desempeñado responsabilidades de mando y dirección desde el empleo de Teniente (1986) hasta el de Coronel, de 2013 y hasta julio de 2020, incluyendo la jefatura del Grupo de Artillería Antiaérea de Misiles Hawk-Patriot I/74 y del Regimiento de Artillería Antiaérea nº 72. Diplomado de Estado Mayor, ha dedicado buena parte de su vida profesional a puestos de planeamiento, estudio, análisis y asesoramiento, destacando el de Consejero Técnico en el Gabinete del Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) y el de Jefe del Área de Análisis Geopolítico en la Secretaría General de Política de Defensa (SEGENPOL). A nivel internacional, ha representado a España en reuniones, cursos y destinos internacionales (Misiles Hawk e  Inteligencia Estratégica en EE.UU., EUROFOR en Italia), participando también en misiones de mantenimiento de la paz –Bosnia, Kosovo y Afganistán– y realizando funciones de diplomacia de defensa desde nuestras embajadas en El Cairo y Ammán, como Agregado de Defensa. En la actualidad está en la situación de Reserva y dedicado al ámbito de la seguridad privada, en calidad de Director, así como al análisis geopolítico, en especial el relacionado con los conflictos.

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